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Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe

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<strong>Discurso</strong> <strong>crítico</strong> y m odernidad<br />

y en bruto de una hostilidad exterior. Des-conocerla es lo mismo que negar<br />

su necesidad dentro del mundo social establecido; remitir el hecho de<br />

su existencia a simples defectos secundarios en la marcha del progreso<br />

y su conquista de “lo otro”; a una falta o un exceso de velocidad en la<br />

expansión de las fuerzas productivas o en la eliminación de las formas<br />

sociales premodernas o semimodernas.<br />

Desprovista de un nombre propio, de un lugar social en la cotidianidad<br />

moderna, la violencia de las “relaciones de producción” capitalistas<br />

gravita sin embargo de manera determinante tanto en ella como en la<br />

actividad política que parte de ella para levantar sus instituciones. B orrada<br />

como acción del otro, desconocida como instrumento real de las relaciones<br />

interindividuales, la violencia de la explotación a través del salario<br />

se presenta como una especie de castigo que el cuerpo del trabajador<br />

debe sufrir por culpa de su propia deficiencia, por su falta de calificación<br />

técnica o por su atavismo cultural. Castigo que atomiza su manifestación<br />

hospedándose parasitariamente hasta en los comportamientos más<br />

inofensivos de la vida diaria: torciéndolos desde adentro, sometiéndolos a<br />

un peculiar efecto de extrañamiento.<br />

El fundamento de la modernidad trae consigo la posibilidad de que la<br />

* humanidad de la persona humana se libere y depure, de que se rescate<br />

del modo arcaico de adquirir concreción, que la ata y limita debido a la<br />

identificación de su cuerpo con una determinada función social adjudicada<br />

(productiva, parental, etcétera). Esta posibilidad de que la persona<br />

humana explore la soberanía sobre su cuerpo natural, que es una “promesa<br />

objetiva” de la modernidad, es la que se traiciona y caricaturiza<br />

en la modernidad capitalista cuando la humanidad de la persona, violentamente<br />

disminuida, se define a partir de la identificación del cuerpo<br />

humano con su pura fuerza de trabajo. El trabajador moderno, “libre por<br />

partida doble”, dispone soberanamente de su cuerpo, pero la soberanía<br />

que detenta está programada de antemano para ejercerse, sobre la base<br />

de esa humanidad disminuida, como pura represión de la corporeidad<br />

animal del mismo. De ser el conjunto de los modos que tiene el ser humano<br />

de estar concretamente en el mundo, el cuerpo es convertido en el<br />

instrumento animal de una sola y peculiar manera de estar en él, la de<br />

una apropiación del mismo dirigida a reproducirlo en calidad de medio<br />

para un afán productivo sin principio ni fin. Conjunto irremediablemente<br />

defectuoso de facultades y calificaciones productivas, el cuerpo del individuo<br />

moderno es, una y otra vez, premiado con la ampliación del disfrute y<br />

al mismo tiempo castigado con la neutralización del goce correspondiente.<br />

El dispositivo que sella esta interpenetración del premio y el castigo es el<br />

que disecciona y separa artificial y dolorosamente a la primera dimen­<br />

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