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Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe

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<strong>Discurso</strong> <strong>crítico</strong> y m odernidad<br />

autarquía del sujeto social a la simple soberanía de la “sociedad política”<br />

y su estado. Si bien la tradición de los marxistas ha reunido ya muchos<br />

elementos esenciales, una teoría de la revolución que parta del concepto<br />

marxiano de enajenación está aún por hacerse.<br />

La teoría de la enajenación como teoría política debería partir de<br />

un reconocimiento: la usurpación de la soberanía social por parte de la<br />

“república de las mercancías” y su “dictadura” capitalista no puede ser<br />

pensada como el resultado de un acto fechado de expropiación de un objeto<br />

o una cualidad perteneciente a un sujeto, y por tanto como estado<br />

de parálisis o anulación definitiva (mientras no suene la hora mesiánica<br />

de la revolución) de la politicidad social. Tal usurpación es un acontecer<br />

permanente en la sociedad capitalista; es un proceso constante en el que<br />

la mixtificación de la voluntad política sólo puede tener lugar de manera<br />

parasitaria y simultánea a la propia formación de esa voluntad. La “gestión”<br />

política del capital, entidad de por sí ajena a la dimensión de las<br />

preocupaciones políticas, lejos de ejercerse como la imposición proveniente<br />

de una exterioridad económica dentro de un mundo político ya establecido,<br />

se lleva a cabo como la construcción de una interioridad política<br />

propia; como la instalación de un ámbito peculiar e indispensable de vida<br />

política para la sociedad: justamente el de la agitación partidista por conquistar<br />

el gobierno de los asuntos públicos dentro del estado democrático<br />

representativo de bases nacionales.<br />

La vitalidad de la cultura política moderna se basa en el conflicto<br />

siempre renovado entre las pulsiones que restauran y reconstituyen la capacidad<br />

política “natural” del sujeto social y las disposiciones que la reproducción<br />

del capital tiene tomadas para la organización de la vida social.<br />

Aunque diferentes entre sí, la cuestión acerca de la autarquía y la cuestión<br />

acerca de la democracia son inseparables la una de la otra. La primera<br />

— en sentido revolucionario— intenta problematizar las posibilidades que<br />

tiene la sociedad de liberar la actividad política de los individuos humanos<br />

a partir de la reconquista de la soberanía o capacidad política de la sociedad,<br />

intervenida por el funcionamiento destructivo (anti-social, anti-natu-<br />

ral) de la acumulación del capital. La segunda — en sentido reformista—<br />

intenta, a la inversa, problematizar dentro de los márgenes de la soberanía<br />

“realmente existente”, las posibilidades que tiene el juego democrático del<br />

estado moderno de perfeccionar la participación popular hasta el grado requerido<br />

para nulificar los efectos negativos que pueda tener la desigualdad<br />

económica estructural sobre la vida social. ¿No existe en verdad un punto<br />

de coincidencia de las dos objeciones críticas que se plantean recíprocamente<br />

la línea de la revolución y la línea de la reforma: la idea de que la substitución<br />

del “modo de producción” no puede ser tal si no es al mismo tiempo

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