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Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe

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Bolívar Echeverría<br />

pués “naturaleza”) reside la quintaesencia de la identidad o mismidad de<br />

una comunidad, es decir, la garantía de su permanencia en el mundo.<br />

La vida humana es una desmesura escandalosa en medio de la naturaleza<br />

viva. Una hybris que el universo animal — cuyas leyes son las directamente<br />

subvertidas— percibe como un “violentamiento” de su armonía<br />

y a la que “responde” por supuesto con la suya propia, todopoderosa.<br />

Una violencia profunda estaría en el centro del modo de ser de lo humano,<br />

la violencia propia de una “trans-naturalización”. Lo humano trasciende<br />

permanentemente lo no-humano; es decir, lo abandona y al mismo tiempo<br />

lo retoma, convirtiéndolo en la substancia sobre la que se afirma su propia<br />

forma de existencia, la vida social. Lo Otro, lo “natural” — lo vital, lo<br />

animal— permanece siempre en el núcleo de lo humano, pero lo hace en<br />

tanto que fundamento que está siendo superado, como materia que está<br />

siendo reconstituida, de-formada y re-formada, sujeta a alteraciones violentas<br />

de su legalidad; alteraciones que reprimen, sustituyen o exageran<br />

las funciones que tendría “normalmente”.<br />

Por esta razón, el mundo de lo humano es el escenario de un conflicto<br />

irresoluble, irrebasable, que las diferentes formas civilizatorias que<br />

precedieron a la modernidad capitalista o que son diferentes de ella supieron<br />

o saben aceptar como tal y adoptar y sublimar, “trabajándolo” con<br />

sus instituciones. Para todas ellas, la “puesta en polis” o “en sociedad” de<br />

los individuos (singulares o colectivos) parte de un reconocimiento seguro<br />

pero velado de la violencia187 que ella ejerce sobre el comportamiento<br />

de dichos individuos en tanto que procedentes de un gregarismo animal.<br />

De acuerdo a esas formas civilizatorias “pre-modernas”, la vida política<br />

requiere de un cultivo o una cultura especial del conflicto entre lo social<br />

(polis) y lo natural; de una elaboración — de sutileza apenas penetrable—<br />

que adopta y transforma la violencia inherente a ese conflicto, haciendo<br />

de ella una violencia dialéctica, no dirigida a la aniquilación de la animalidad<br />

sino a su sublimación.<br />

Pero la violencia dialéctica sólo puede darse en la historia concreta, y<br />

allí no hay alternativa para ella: debe generar una violencia que es puramente<br />

destructiva, que persigue la abolición o eliminación definitiva del<br />

Otro como sujeto libre, que hace del Otro alguien que está ahí sólo para<br />

ser aniquilado o rebajado a la animalidad. En efecto, todo aquello que no<br />

es rescatado en el movimiento de trascendencia de la violencia dialéctica,<br />

lejos de experimentar a ésta como tal, tiene que vivirla como una violencia<br />

puramente destructiva. La violencia dialéctica lo es exclusivamente para<br />

187 El término con el que los griegos llamaban a la violencia, bia, significaba sacar<br />

algo del lugar que le es propio, romper un contiuum.<br />

[ 314 J

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