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Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe

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<strong>Discurso</strong> <strong>crítico</strong> y modernidad<br />

Una secularización real tendría que consistir en una transformación<br />

de la presencia efectiva de lo político en la vida concreta de las sociedades<br />

humanas; en el paso de la actualización religiosa o auto-negada de lo político<br />

a su actualización autónoma o propiamente política. Por ello, a la secularización<br />

no habría que verla como una conquista terminada y una característica<br />

del estado liberal moderno sino más bien como un movimiento de<br />

resistencia o una lucha permanente contra la tendencia “natural” o arcaizante<br />

a actualizar lo político por la vía de la religión; contra una tendencia<br />

que debió haber desaparecido con la abundancia y la emancipación — en<br />

cuya posibilidad real se basa el proyecto profundo de la modernidad— , pero<br />

que no sólo perdura en su modo tradicional, como tendencia a sustituir<br />

la política con la religión, sino que incluso ha adoptado un modo nuevo en<br />

la versión capitalista o “realmente existente” de la modernidad: la tendencia<br />

a rescatar elementos de religiosidad arcaica e insertarlos en medio de<br />

la religiosidad “ilustrada” de la política moderna.<br />

Tres corolarios pueden derivarse de la aproximación crítica de Marx<br />

a la religión de los modernos.<br />

El primero es evidente: no toda política aparentemente secular es necesariamente<br />

una política anti-eclesiástica. La secularidad liberal, por<br />

ejemplo, no elimina la presencia de lo eclesiástico en la política sino sólo<br />

la sustituye por otra diferente. Max Weber observó que la ética protestante<br />

podría pasar perfectamente por una ética secular176. El Dios y la<br />

ecclesia de los "santos visibles” del /Calvinismo tienden a ser ellos mismos<br />

invisibles, prácticamente “virtuales”, a confundirse con su eficacia pura,<br />

a desaparecer en ella; lo que no quita el hecho de que están ahí, de que<br />

“existen” en la vida social.<br />

El segundo corolario está más escondido: no toda política aparentemente<br />

eclesiástica es necesariamente anti-secular. Puede haber en efecto<br />

coyunturas históricas — como aquellas por las que atraviesan actualmente<br />

ciertas comunidades indígenas latinoamericanas— en las que determinadas<br />

políticas de religiosidad arcaica se encaminen en la dirección de una<br />

secularización real, de una autonomización efectiva de la política — es decir,<br />

aparentemente fundamentalistas vayan en verdad en sentido contrario<br />

al del fundamentalismo— , pero lo hagan por la vía indirecta de una<br />

resistencia ante el pseudo-secularización y la religiosidad moderna de la<br />

política. Se trata de una estrategia llena de peligros, acechada sin duda<br />

por el fantasma del fundamentalismo. Atraviesa en esas comunidades por<br />

la persistencia en la defensa de lo suyo, de su religiosidad arcaica; pero de<br />

176 M ax Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Verlag-Haus Mo-<br />

hn, Gütersloh 1991, p. 76.<br />

t 301 ]

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