Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe
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Bolívar Echeverría Puede decirse, por ello, que la práctica de la desacralización o secularización liberal ha traído consigo la destrucción de la comunidad humana como “polis” religiosa, es decir, como esa ecclesia o asamblea de creyentes que, desconfiada de su capacidad de autogestión, resolvía los asuntos públicos, a través de la moralidad privada, mediante la aplicación de una verdad revelada en el texto de su fe. Pero no lo ha hecho para reivindicar una polis “política”, por decirlo así, una “ciudad” que actualice su capacidad autónoma de gobernarse, sino para reconstruir la comunidad humana nuevamente como una ecclesia o asamblea de creyentes, sólo que esta vez como una ecclesia virtual, imperceptible, que, a más de desconfiar de su propia capacidad de convocación re-ligadora o “política”, llega incluso a prescindir de la sacralidad del texto de su fe. (La manía exegética que muestran los cristianos protestantes con la Biblia no contradice sino corrobora este hecho.) Se trata de uria ecclesia que presupone que la sabiduría de ese texto revelado se encuentra quintaesenciada y objetivada en el carácter mercantil que corresponde “por naturaleza” a la “marcha de las cosas”. Es una ecclesia cuyos fieles, para ser tales, no requieren otra cosa que aceptar en la práctica que es suficiente interpretar y obedecer adecuadamente en cada caso el sentido de esa “marcha de las cosas” para que los asuntos públicos resuelvan sus problemas por sí solos. La religiosidad arcaica, abiertamente teocrática, centrada en un dios mágico y personificado, de presencia idolátrica, evidente para todos, fue sustituida en la modernidad capitalista por una “religiosidad ilustrada”, crípticamente teocrática, centrada en un dios práctico e impersonal, de presencia puramente supuesta, funcional, sólo perceptible por cada quien en la interioridad de su propia sintonía con la marcha de los negocios. De una ecclesia aglutinada por una mitología compartida se pasó a una ecclesia supuesta en torno a un prejuicio compartido. Por ello decía M arx175 de los reformadores protestantes del siglo XVI, que eliminaron al clérigo del fuero externo, público, del conjunto de los fieles, pero sólo para restaurarlo en el fuero interno: implantaron un “clérigo privado” en cada uno de los fieles, un “clérigo íntimo”. De acuerdo a la crítica de Marx, la secularización liberal es así, en verdad, una pseudo-secularización. No cumple con la necesidad de asegurar la autonomía de lo humano mediante la separación de lo civil respecto de lo eclesiástico, sino por el contrario, se vuelve contra esa necesidad al hacer que lo civil interiorice una forma quintaesenciada de lo eclesiástico. 175 Introducción a la crítica de la filosofía del derecho hegeliana, en M arx y En- gels, Die heilige Familie und andere philosophische Frühschriften, Dietz Verlag, 1953, p. 21. [ 300 ]
Discurso crítico y modernidad Una secularización real tendría que consistir en una transformación de la presencia efectiva de lo político en la vida concreta de las sociedades humanas; en el paso de la actualización religiosa o auto-negada de lo político a su actualización autónoma o propiamente política. Por ello, a la secularización no habría que verla como una conquista terminada y una característica del estado liberal moderno sino más bien como un movimiento de resistencia o una lucha permanente contra la tendencia “natural” o arcaizante a actualizar lo político por la vía de la religión; contra una tendencia que debió haber desaparecido con la abundancia y la emancipación — en cuya posibilidad real se basa el proyecto profundo de la modernidad— , pero que no sólo perdura en su modo tradicional, como tendencia a sustituir la política con la religión, sino que incluso ha adoptado un modo nuevo en la versión capitalista o “realmente existente” de la modernidad: la tendencia a rescatar elementos de religiosidad arcaica e insertarlos en medio de la religiosidad “ilustrada” de la política moderna. Tres corolarios pueden derivarse de la aproximación crítica de Marx a la religión de los modernos. El primero es evidente: no toda política aparentemente secular es necesariamente una política anti-eclesiástica. La secularidad liberal, por ejemplo, no elimina la presencia de lo eclesiástico en la política sino sólo la sustituye por otra diferente. Max Weber observó que la ética protestante podría pasar perfectamente por una ética secular176. El Dios y la ecclesia de los "santos visibles” del /Calvinismo tienden a ser ellos mismos invisibles, prácticamente “virtuales”, a confundirse con su eficacia pura, a desaparecer en ella; lo que no quita el hecho de que están ahí, de que “existen” en la vida social. El segundo corolario está más escondido: no toda política aparentemente eclesiástica es necesariamente anti-secular. Puede haber en efecto coyunturas históricas — como aquellas por las que atraviesan actualmente ciertas comunidades indígenas latinoamericanas— en las que determinadas políticas de religiosidad arcaica se encaminen en la dirección de una secularización real, de una autonomización efectiva de la política — es decir, aparentemente fundamentalistas vayan en verdad en sentido contrario al del fundamentalismo— , pero lo hagan por la vía indirecta de una resistencia ante el pseudo-secularización y la religiosidad moderna de la política. Se trata de una estrategia llena de peligros, acechada sin duda por el fantasma del fundamentalismo. Atraviesa en esas comunidades por la persistencia en la defensa de lo suyo, de su religiosidad arcaica; pero de 176 M ax Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Verlag-Haus Mo- hn, Gütersloh 1991, p. 76. t 301 ]
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Bolívar Echeverría<br />
Puede decirse, por ello, que la práctica de la desacralización o secularización<br />
liberal ha traído consigo la destrucción de la comunidad humana<br />
como “polis” religiosa, es decir, como esa ecclesia o asamblea de creyentes<br />
que, desconfiada de su capacidad de autogestión, resolvía los asuntos públicos,<br />
a través de la moralidad privada, mediante la aplicación de una<br />
verdad revelada en el texto de su fe. Pero no lo ha hecho para reivindicar<br />
una polis “política”, por decirlo así, una “ciudad” que actualice su capacidad<br />
autónoma de gobernarse, sino para reconstruir la comunidad humana<br />
nuevamente como una ecclesia o asamblea de creyentes, sólo que esta<br />
vez como una ecclesia virtual, imperceptible, que, a más de desconfiar de<br />
su propia capacidad de convocación re-ligadora o “política”, llega incluso<br />
a prescindir de la sacralidad del texto de su fe. (La manía exegética que<br />
muestran los cristianos protestantes con la Biblia no contradice sino corrobora<br />
este hecho.) Se trata de uria ecclesia que presupone que la sabiduría<br />
de ese texto revelado se encuentra quintaesenciada y objetivada en<br />
el carácter mercantil que corresponde “por naturaleza” a la “marcha de<br />
las cosas”. Es una ecclesia cuyos fieles, para ser tales, no requieren otra<br />
cosa que aceptar en la práctica que es suficiente interpretar y obedecer<br />
adecuadamente en cada caso el sentido de esa “marcha de las cosas” para<br />
que los asuntos públicos resuelvan sus problemas por sí solos.<br />
La religiosidad arcaica, abiertamente teocrática, centrada en un dios<br />
mágico y personificado, de presencia idolátrica, evidente para todos, fue<br />
sustituida en la modernidad capitalista por una “religiosidad ilustrada”,<br />
crípticamente teocrática, centrada en un dios práctico e impersonal,<br />
de presencia puramente supuesta, funcional, sólo perceptible por cada<br />
quien en la interioridad de su propia sintonía con la marcha de los negocios.<br />
De una ecclesia aglutinada por una mitología compartida se pasó a<br />
una ecclesia supuesta en torno a un prejuicio compartido. Por ello decía<br />
M arx175 de los reformadores protestantes del siglo XVI, que eliminaron<br />
al clérigo del fuero externo, público, del conjunto de los fieles, pero sólo<br />
para restaurarlo en el fuero interno: implantaron un “clérigo privado” en<br />
cada uno de los fieles, un “clérigo íntimo”.<br />
De acuerdo a la crítica de Marx, la secularización liberal es así, en verdad,<br />
una pseudo-secularización. No cumple con la necesidad de asegurar<br />
la autonomía de lo humano mediante la separación de lo civil respecto de<br />
lo eclesiástico, sino por el contrario, se vuelve contra esa necesidad al hacer<br />
que lo civil interiorice una forma quintaesenciada de lo eclesiástico.<br />
175 Introducción a la crítica de la filosofía del derecho hegeliana, en M arx y En-<br />
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1953, p. 21.<br />
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