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Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe

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<strong>Discurso</strong> <strong>crítico</strong> y m odernidad<br />

los rasgos de la terrenalidad, la semi-divinidad y la divinidad pertenecen<br />

a un continuum). Tal vez la principal desventaja que ellos tuvieron, en<br />

términos bélicos, frente a los europeos consistió justamente en una incapacidad<br />

que venía del rechazo a ver al Otro como tal: la incapacidad de<br />

llegar al odio como voluntad de nulificación o negación absoluta del Otro<br />

en tanto que es alguien con quien no se tiene nada que ver.<br />

Los europeos, en cambio, aunque percibían la otredad del Otro como<br />

tal, lo hacían sólo bajo uno de sus dos modos contrapuestos: el del peligro<br />

o la amenaza para la propia integridad. El segundo modo, el del reto o la<br />

promesa de plenitud, lo tenían traumáticamente reprimido. La otredad<br />

sólo era tal para ellos en tanto que negación absoluta de su identidad.<br />

La “Europa profunda” de los conquistadores y los colonizadores, la que<br />

emergía a pesar del humanismo de los proyectos evangelizadores y de las<br />

buenas intenciones de la Corona, respetaba el universalismo abstracto de<br />

la iglesia católica, pero sólo como condición del buen funcionamiento de<br />

la circulación mercantil de los bienes; más allá de este límite, lo usaba<br />

como simple pretexto para la destrucción del Otro. No sólo lejanos sino<br />

incompatibles entre sí eran los dos universos lingüísticos entre los que la<br />

Malintzin debía establecer un entendimiento. Por ello su intervención es<br />

• admirable. Una mezcla de sabiduría y audacia la llevó a asumir el poder<br />

del intérprete y a ejercerlo encauzándolo en el sentido de la utopía que<br />

es propia de este oficio. Reconoció que el entendimiento entre europeos e<br />

indígenas era imposible en las condiciones dadas; que, para alcanzarlo,<br />

unos y otros, los vencedores e integradores no menos que los vencidos e<br />

integrados, tenían que ir más allá de sí mismos, volverse diferentes de<br />

lo que eran. Y se atrevió a introducir esa alteración comunicante; mintió<br />

a unos y a otros, “a diestra y siniestra”, y les propuso a ambos el reto<br />

de convertir en verdad la gran mentira del entendimiento153: justamente<br />

esa mentira bifacética que les permitió convivir sin hacerse la guerra<br />

durante todo un año. Cada vez que traducía de ida y de vuelta entre los<br />

dos mundos, desde las dos historias, la Malintzin inventaba una verdad<br />

hecha de mentiras; una verdad que sólo podía ser tal para un tercero que<br />

estaba aún por venir.<br />

Tzvetan Todorov ve en la Malintzin (junto con el caso inverso del dominico<br />

Diego Durán) “el primer ejemplo y por eso mismo el símbolo del<br />

mestizaje [cultural]”, comprendido éste como afirmación de lo propio en la<br />

asimilación de lo ajeno154. Puede pensarse, sin embargo, que la Malintzin<br />

153 R. Salazar Mallén sería un buen ejemplo de la cerrazón chauvinista ante este<br />

tipo de comportamientos. Véase “El complejo de la M alinche”, Sábado, suplemento<br />

de Uno M ás Uno, n. 722, México, agosto de 1991.<br />

154 La conquéte de l ’Amérique. La question de l’autre, Seuil, París, 1982.<br />

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