Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe

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Bolívar Echeverría verdad, de la universalizalización del Mexicano a la mexicanización del ser humano en general. Puede decirse, por otra parte, que este juego de alternancia se encuentra sobredeterminado por la necesidad de apelar a un interlocutor que es, él también doble, por un lado mexicano o latinoamericano y por otro europeo. El Laberinto no parece estar dirigido sólo al público en general, y particularmente al mexicano y latinoamericano, sino también, más íntimamente, al círculo concreto de amigos y conocidos de su autor en el París de esa época, el París del existencialismo. OP parece reaccionar contra la actitud espontánea del europeo medio que percibe a los seres humanos no europeos como indudablemente subhumanos, una actitud que no está ausente ni entre los espíritus más osados del ambiente surrealista. Aceptado como objeto del diálogo, no como interlocutor del mismo; como parte del mundo, no como conciencia sobre el mundo, el escritor latinoamericano en Europa no termina de sentirse a gusto. Incluso entre los intelectuales que representan a la autocrítica de Europa — que creen haber dado un salto mortal por sobre su propia sombra cultural— OP observa la falta de un acercamiento al otro que lo respete en su ser diferente y no , mire en él solamente una manera de ser no-europeo. Adoptando una táctica tradicional de los criollos americanos, Paz hace girar en 180 grados la pretensión del humanismo europeo, que tiene a su modo particular de humanidad por el modo exclusivo, propio o central de lo humano en general. Retoma de Heidegger — a través del filtro parisino en el que domina el famoso libro el Ser y la Nada de Sartre— la determinación de la esencia de los humano como la capacidad libre que emerge del estado de la derelictio, del estar desamparado en medio del ser, para crear para sí mismo un mundo dotado de necesidad, de sentido. Este concepto de la filosofía europea es el arma que OP voltea contra los europeos. Se trata, dice, de una determinación fundamental de lo humano que, en Europa sólo es posible encontrar en estado de traicionada y que en la inmediatez de la existencia mexicana, en cambio, puede ser encontrada de manera pura. La soledad del Mexicano no se encuentra borrada, como en Europa, gracias al dispositivo anti-soledad instaurado en el mundo por la técnica; dispositivo engañoso puesto que en verdad es la presencia humana la que se refleja en él de manera narcisista. “Nuestro sentimiento de soledad está justificado” dice OP no sólo porque “efectivamente estamos solos, porque somos efectivamente diferentes”, sino porque estamos verdaderamente a la intemperie, porque no tenemos un Dios ni un sustituto de Dios, como sería la técnica, capaz de protegernos. 132 ]

Discurso crftico y m odernidad La figura humana que el ensayo de OP presenta bajo el nombre de “el Mexicano” se ubica de manera polémica dentro de esa serie admirable de propuestas de construcción de un tipo ideal llamado el Hombre americano — piénsese en la más brillante de ellas, la de José Enrique Rodó— , que venían compitiendo entre sí desde que los criollos latinoamericanos debieron re-definir su identidad fuera del imperio español, en el marco más bien liberal de una veintena de repúblicas y bajo la inspiración ineludible de un romanticismo que soplaba con fuerza desde el “viejo mundo”. La figura del Mexicano de OP es una propuesta de definición de ese tipo ideal que no sucumbe al psicologismo sociologizado o historizado, usual en la confección de muchos personajes típicos latinoamericanos; pero es una propuesta fuertemente acotada por el compromiso de su autor con el nacionalismo del estado mexicano postrevolucionario. Como es sabido, la nación moderna es una entidad imaginaria cuya función consiste en paliar la necesidad de una identidad concreta, presente en el conjunto real de propietarios privados que rodean a una empresa conjunta de acumulación de capital, empeñada en afirmarse dentro del mercado mundial. Como entidad imaginaria que es, la nación moderna reúne con pretensiones de síntesis, y se autopropone como ideal a perseguir, un conjunto más o menos definido de rasgos humanos positivos; son rasgos que resultan, sin embargo, de la deformación de las características cualitativas de las comunidades reales — sean éstas de las tradicionales o de las que apuntan al futuro— que deben ser sacrificadas en la marcha de la empresa histórica capitalista. En efecto, el miembro típico de la comunidad llamada “nación” sólo existe en el plano de lo imaginario: los muchos tipos de alemanes, de italianos o de franceses, están obligados a volverse irreales para convertirse en el Alemán, el Italiano o el Francés. Igualmente, el veracruzano y el michoacano, el sonorense y el yucateco, el oaxaqueño y el jaliciense, el guerrerense y el regiomontano, ¿cuánto de sí tendrían que sacrificar cada uno de ellos, es decir, en qué medida tendrían que volverse también ellos irreales, para existir todos de acuerdo al tipo imaginario de un sujeto nacional único?. No cabe duda que la altamente improbable síntesis de la serie de características que OP le atribuye a su figura del Mexicano, y que da lugar a un sujeto inventado, “arbitrario”, como dice el propio OP, es una construcción que provoca, desafía e incluso irrita a quien busca confrontarlo con la unidad del sujeto nacional, comprobado en el uso oficial de la empírea sociológica o del archivo histórico. El Mexicano de el Laberinto no coincide con la imagen consagrada del mexicano. Visto desde las disciplinas correspondientes, el Mexicano de OP sería un héroe literario [ 133 ]

Bolívar Echeverría<br />

verdad, de la universalizalización del Mexicano a la mexicanización del<br />

ser humano en general.<br />

Puede decirse, por otra parte, que este juego de alternancia se encuentra<br />

sobredeterminado por la necesidad de apelar a un interlocutor<br />

que es, él también doble, por un lado mexicano o latinoamericano y por<br />

otro europeo.<br />

El Laberinto no parece estar dirigido sólo al público en general, y particularmente<br />

al mexicano y latinoamericano, sino también, más íntimamente,<br />

al círculo concreto de amigos y conocidos de su autor en el París<br />

de esa época, el París del existencialismo. OP parece reaccionar contra<br />

la actitud espontánea del europeo medio que percibe a los seres humanos<br />

no europeos como indudablemente subhumanos, una actitud que no está<br />

ausente ni entre los espíritus más osados del ambiente surrealista. Aceptado<br />

como objeto del diálogo, no como interlocutor del mismo; como parte<br />

del mundo, no como conciencia sobre el mundo, el escritor latinoamericano<br />

en Europa no termina de sentirse a gusto. Incluso entre los intelectuales<br />

que representan a la autocrítica de Europa — que creen haber<br />

dado un salto mortal por sobre su propia sombra cultural— OP observa<br />

la falta de un acercamiento al otro que lo respete en su ser diferente y no ,<br />

mire en él solamente una manera de ser no-europeo.<br />

Adoptando una táctica tradicional de los criollos americanos, Paz hace<br />

girar en 180 grados la pretensión del humanismo europeo, que tiene a<br />

su modo particular de humanidad por el modo exclusivo, propio o central<br />

de lo humano en general. Retoma de Heidegger — a través del filtro parisino<br />

en el que domina el famoso libro el Ser y la Nada de Sartre— la<br />

determinación de la esencia de los humano como la capacidad libre que<br />

emerge del estado de la derelictio, del estar desamparado en medio del<br />

ser, para crear para sí mismo un mundo dotado de necesidad, de sentido.<br />

Este concepto de la filosofía europea es el arma que OP voltea contra<br />

los europeos. Se trata, dice, de una determinación fundamental de lo humano<br />

que, en Europa sólo es posible encontrar en estado de traicionada<br />

y que en la inmediatez de la existencia mexicana, en cambio, puede ser<br />

encontrada de manera pura. La soledad del Mexicano no se encuentra borrada,<br />

como en Europa, gracias al dispositivo anti-soledad instaurado en<br />

el mundo por la técnica; dispositivo engañoso puesto que en verdad es la<br />

presencia humana la que se refleja en él de manera narcisista. “Nuestro<br />

sentimiento de soledad está justificado” dice OP no sólo porque “efectivamente<br />

estamos solos, porque somos efectivamente diferentes”, sino porque<br />

estamos verdaderamente a la intemperie, porque no tenemos un Dios<br />

ni un sustituto de Dios, como sería la técnica, capaz de protegernos.<br />

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