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Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe

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Bolívar Echeverría<br />

Pero el hecho de que el Mexicano de factura literaria difiere del Mexicano<br />

de factura filosófica resalta de mejor manera si se lo pone en cercanía<br />

de otro Mexicano, el que los artistas plásticos de la generación inmediatamente<br />

anterior a la de OP venían pintando y esculpiendo desde<br />

los tiempos de Vasconcelos. Más allá de su diálogo con los filósofos, el<br />

Laberinto parece mantener también una discusión implícita con ese otro<br />

tipo de “intelectuales”, los muralistas mexicanos, especialmente Orozco,<br />

Rivera y Siqueiros, quienes, junto con los cineastas de la época — y dada<br />

su fama justificada y arrolladora— eran los formadores de la opinión<br />

popular más importantes y más efectivos de la sociedad mexicana. Los<br />

muralistas mexicanos intentaban dar una coherencia al menos icónica a<br />

las representaciones ideológicas confusas de la clase política posrevolucio-<br />

naria. Pensada en imágenes visuales o traducida a ellas, su formulación<br />

de la pregunta acerca de la identidad nacional, la historia y el proyecto<br />

del nuevo estado fue durante los años de juventud de OP el intento cuasi<br />

discursivo más vivo y compartible por todos de alcanzar lo que debía ser<br />

una toma de conciencia histórica.<br />

Pienso que no es aventurado decir que el Laberinto de OP despliega<br />

ante el lector, a la manera de un mural mexicano, pero de plasticidad no<br />

visual sino lingüística, un “tríptico” compuesto por diferentes escenas, en<br />

cada una de las cuales las imágenes conceptuales se conectan entre sí y<br />

se invaden las unas a las otras alcanzando una síntesis aparente. El “panel”<br />

que podríamos llamar central y principal de este tríptico — en el que<br />

estarían los cuatro primeros capítulos y que está dedicado a describir la<br />

singularidad del Mexicano— muestra una figura impresionante (hecha<br />

más bien con el trazo de un Siqueiros) que, bajo la “gran noche de piedra<br />

de la Altiplanicie”, allí donde los “dioses insaciables reinan todavía”,<br />

“está suspendida en el campo de gravitación de fuerzas contradictorias”.<br />

Una figura que surge de la tierra o se hunde dramáticamente en ella, que<br />

es “madre y tumba”. Es sin duda la parte más brillante y más compleja<br />

de la obra, en donde se encuentran los esbozos ya clásicos del pachuco<br />

en busca de identidad, del hombre hermético que, con la simulación y la<br />

máscara, protege ante los otros la sospecha de su propio vacío; es la parte<br />

del ensayo en la que el Mexicano es el hombre que lleva el estigma de ser<br />

hijo de la... Malinche78, el hombre para quien la fiesta es un desafío a la<br />

muerte.<br />

sin embargo, un recurso empleado universalmente en esa racionalización. En<br />

ocasiones, como es el caso de la modalidad barroca de ese uso reflexivo del discurso,<br />

se recurrió más bien a una transformación interna de la teología, a una<br />

re-definición de la idea de Dios.<br />

78 Algo de “escandaloso” tenía todavía en 1949 trasladar el término “chingada” del<br />

[ 128

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