Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe

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Bolívar Echeverría rio que ocupan para su reproducción mercantil— y que es la base de ese carácter y la garantía de esa salvaguardia. La Nación establecida por el Estado sólo puede ser, así, el efecto de un afianzamiento concreto, ubicado en la esfera de la producción-consumo y no en la circulación mercantil, de este referente real del interés colectivo de los propietarios privados; el efecto de la consolidación y el fortalecimiento extramercantiles tanto de su carácter de propietarios privados como del fondo mínimo de riqueza co-poseída por ellos. Sólo puede consistir, por ello, en la conversión de ese referente real en un ente subjetivo-objetivo, dotado de una identidad histórico-cultural particular, que se encuentra en proceso de autorreali- zación; referente real que, de esta manera, ubicado siempre en el futuro, como meta última, difusa pero reconocible, resulta capaz de otorgar un sentido a todo el comportamiento mercantil-capitalista de ese conjunto de propietarios privados. Esta Nación del Estado se constituye, en efecto, gracias a un encau- zamiento que invierte el sentido de la dinámica inherente a la existencia histórico-concreta de las fuerzas productivo-consuntivas, es decir, a la sustancia de la nación. La empresa estatal es, a un tiempo, autoafir- mación de la mercancía-capital y conversión sistemática de la sustancia. nacional en Nación del Estado. En la situación capitalista, la politicidad de las fuerzas productivo- consuntivas se encuentra suspendida; su ejercicio efectivo está radicalmente impedido. El sujeto social no puede llevar a cabo su función au- toproyectante, su autodeterminación. Las transformaciones de su modo de existencia le son impuestas por la dinámica de “su” riqueza objetiva como valor que se valoriza. Pero la suspensión de su politicidad efectiva no implica la desaparición, el aniquilamiento o la cancelación definitiva de la misma. Ella permanece, y precisamente en el modo de reprimida y censurada. Se manifiesta de una manera que originariamente es indirecta y torturada, como rechazo total a la “politicidad” cósica de la mercancía-capital. La sustancia de la nación, en tanto que forma del comportamiento reproductivo cuyo principio ordenador está en el propio sujeto social, se resiste a ser re-formada de acuerdo a un principio ordenador ajeno o “cósico”. En todos los niveles y en todas las zonas de las fuerzas productivo- consuntivas se afirman espontáneamente formas de vida social anticapitalista que revelan la vitalidad profunda de la sustancia nacional. Unas de ellas provienen de la resistencia del código heredado pre-capitalista en la medida en que éste, tanto en su técnica productiva como en su utilización consuntiva, debe desarrollarse a partir de modos de comportamiento tradicionales. La tecnología moderna no puede romper el cordón [ 122

Discurso crítico y m odernidad que la ata con las formas más primitivas de la apropiación práctica de la naturaleza, formas necesariamente comunitarias, es decir, centradas en la politicidad efectiva del sujeto. La organización burguesa del consumo, igualmente, no puede prescindir de los lineamientos elementales que marcan desde el pasado comunitario el sistema de las necesidades. Por último, englobando el comportamiento productivo y el consuntivo, el uso capitalista del proceso de comunicación debe presuponer ineludiblemente los modos cultural-naturales de la lengua y de las demás dimensiones de la producción y el consumo de significaciones. Modos que se generaron en situaciones de vitalidad comunitaria del sujeto social y que no se acomodan a su refuncionalización capitalista. Pero la afirmación reprimida y censurada de formas anticapitalistas de vida social no sólo se genera a partir de una resistencia del pasado; proviene también, y principalmente, de una resistencia del futuro. La marcha histórica de la acumulación capitalista mantiene a la sociedad, al conjunto de las fuerzas productivo-consuntivas, en un estado de crisis permanente. El hecho de que el comportamiento social en el capitalismo se encuentra atado a las formas más abstractas y permanentes de la tradición pre-capitalista sólo es reconocible dentro de un proceso más amplio: el “revolucionamiento” completo e incesante de todas las figuras concretas que pueden adoptar esas formas heredadas del comportamiento social. El capitalismo nulifica y vuelve irrisorios todos los valores efectivos — religiosos, morales, estéticos, etcétera— que guiaban a las sociedades hasta antes de su dominio. Pero él mismo es incapaz de crear nuevos valores concretos; en rigor, una cultura capitalista es im ­ posible; la valorización del valor, finalidad abstracta, sólo puede ser una meta productiva intermedia en dirección a otra necesaria, consuntiva, a la que no puede definir en su concreción y que deja así su lugar vacío. Como efecto del “revolucionamiento” real que el capitalismo promueve en las fuerzas productivo-consuntivas, y centralmente por la apertura que esto implica de la posibilidad históricamente nueva de abolir la escasez económica, aparecen dentro del funcionamiento de esas fuerzas una serie de resistencias de todo orden al modo represor y destructivo en que el capitalismo organiza las perspectivas de su funcionamiento. Es principalmente a partir de ellas que la sustancia de la nación — el sujeto social en tanto que defensor concreto de su politicidad subjetiva— se constituye como un conjunto de formas de comportamiento social anticapitalista en el que cada una de ellas — imaginarias e inofensivas unas, violentamente realistas otras, conscientes o inconscientes— contribuye al esbozo de una vida futura comunitaria. [ 123 ]

<strong>Discurso</strong> <strong>crítico</strong> y m odernidad<br />

que la ata con las formas más primitivas de la apropiación práctica de<br />

la naturaleza, formas necesariamente comunitarias, es decir, centradas<br />

en la politicidad efectiva del sujeto. La organización burguesa del consumo,<br />

igualmente, no puede prescindir de los lineamientos elementales<br />

que marcan desde el pasado comunitario el sistema de las necesidades.<br />

Por último, englobando el comportamiento productivo y el consuntivo,<br />

el uso capitalista del proceso de comunicación debe presuponer ineludiblemente<br />

los modos cultural-naturales de la lengua y de las demás dimensiones<br />

de la producción y el consumo de significaciones. Modos que<br />

se generaron en situaciones de vitalidad comunitaria del sujeto social y<br />

que no se acomodan a su refuncionalización capitalista.<br />

Pero la afirmación reprimida y censurada de formas anticapitalistas<br />

de vida social no sólo se genera a partir de una resistencia del pasado;<br />

proviene también, y principalmente, de una resistencia del futuro. La<br />

marcha histórica de la acumulación capitalista mantiene a la sociedad,<br />

al conjunto de las fuerzas productivo-consuntivas, en un estado de crisis<br />

permanente. El hecho de que el comportamiento social en el capitalismo<br />

se encuentra atado a las formas más abstractas y permanentes de la<br />

tradición pre-capitalista sólo es reconocible dentro de un proceso más<br />

amplio: el “revolucionamiento” completo e incesante de todas las figuras<br />

concretas que pueden adoptar esas formas heredadas del comportamiento<br />

social. El capitalismo nulifica y vuelve irrisorios todos los valores<br />

efectivos — religiosos, morales, estéticos, etcétera— que guiaban a<br />

las sociedades hasta antes de su dominio. Pero él mismo es incapaz de<br />

crear nuevos valores concretos; en rigor, una cultura capitalista es im ­<br />

posible; la valorización del valor, finalidad abstracta, sólo puede ser una<br />

meta productiva intermedia en dirección a otra necesaria, consuntiva,<br />

a la que no puede definir en su concreción y que deja así su lugar vacío.<br />

Como efecto del “revolucionamiento” real que el capitalismo promueve<br />

en las fuerzas productivo-consuntivas, y centralmente por la apertura<br />

que esto implica de la posibilidad históricamente nueva de abolir la escasez<br />

económica, aparecen dentro del funcionamiento de esas fuerzas<br />

una serie de resistencias de todo orden al modo represor y destructivo<br />

en que el capitalismo organiza las perspectivas de su funcionamiento.<br />

Es principalmente a partir de ellas que la sustancia de la nación — el<br />

sujeto social en tanto que defensor concreto de su politicidad subjetiva—<br />

se constituye como un conjunto de formas de comportamiento social anticapitalista<br />

en el que cada una de ellas — imaginarias e inofensivas<br />

unas, violentamente realistas otras, conscientes o inconscientes— contribuye<br />

al esbozo de una vida futura comunitaria.<br />

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