Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe
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Bolívar Echeverría que se muestran en valores de cambio; como objetivaciones de una cantidad de energía social indiferenciada de trabajo, cantidad que se determina al revelarse o actualizarse como capacidad efectiva de intercambio. Estas dos formas de objetividad, presencia o vigencia de la mercancía la constituyen en fetiche debido a la peculiar relación que ellas guardan entre sí. La forma natural de vigencia de la mercancía es la que — ”común”, “profanamente”— debería hacer de la mercancía un objeto social, un vínculo socializador entre los individuos como productores y como consumidores; es en virtud de ella que el productor de una cosa tendría que socializarse cuando, en la circulación global de la riqueza social, los demás la consumen como bien, y cuando él hace lo mismo con las cosas producidas por ellos. Pero en el caso de la mercancía, esta forma natural de vigencia se encuentra imposibilitada; está rota: su unidad está escindida en sus dos aspectos, el de producto y el de bien. Las cosas mercantiles se producen y se consumen privadamente, en situación de atomización o descomposición de la totalidad orgánica del sujeto social y su proceso de reproducción. Pese a ser “naturalmente” sociales, la producción y el consumo de cada una de ellas tiene lugar como un hecho aparte, independiente del . de la producción y el consumo de las demás. Necesitadas de la circulación, del “cambio de manos” — en el que, al dejar de ser productos y llegar a ser bienes, se efectúa su constitución y su función socializadoras— están, sin embargo, impedidas de circular “naturalmente”: no existe un acuerdo político que las interconecte en interioridad mediante un proyecto de distribución de la riqueza de toda la sociedad entre sus miembros. Es por ello que la cosa producida por uno de los propietarios privados no puede completar su vigencia social-natural — unidad de producto y de valor de uso— mediante su conversión en cosa consumida por los otros. Pero la mediación socializadora que en su forma natural, la mercancía no puede cumplir de manera “común” o “profana”, la cumple en cambio — y con exageración, en su modalidad capitalista— de modo “milagroso” o “sagrado”, en su forma puramente institucional. La cosa producida llega a ser consumida gracias a que, a cambio de ella, su consumidor le entrega a su productor otra cosa equivalente. El intercambio de las mercancías, la presencia de éstas como valores que se manifiestan en valores de cambio, permite que los elementos de la riqueza circulen o “cambien de manos” entre los miembros del sujeto social; permite que la forma natural de las cosas supere la escisión, que el producto se convierta en bien, en cosa con valor de uso. El movimiento del “mundo de las mercancías”, la circulación mercantil, la “vida social de las cosas” es la que posibilita, así, una peculiar re-socialización de los propietarios privadas o indivi- f 118 ]
Discurso crítico y m odernidad dúos sociales en situación de a-socialidad. La vida de los fetiches “decide” sobre la vida de los hombres. El Estado com o re-socialización mercantil La politicidad libre del sujeto social se enajena como “politicidad” automática o inerte del mundo de los fetiches modernos; es el efecto re-socia- lizador que la circulación mercantil ejerce sobre el sujeto social descompuesto y sus miembros privados, individuales o colectivos. Efecto político de re-composición que es peculiar por cuanto ella misma, la circulación mercantil en su modalidad más desarrollada o capitalista, no funciona como un dispositivo neutro o imparcial, sino siempre de acuerdo a un sentido dominante. Toda ella se mueve siguiendo una dirección que tiende a la valorización del valor de aquellas mercancías que, dentro de ella, son las más “vitales” o “competitivas”: las mercancías capitalistas. La re-socialización y re-politización enajenada o capitalista de la reproducción social privatizada — intervenida o impedida en su capacidad política de determinación libre de la forma de su socialidad— gira en torno a las posibilidades de existencia y expansión que, dentro del mundo circulante de las mercancías como “mercado mundial”, tienen determinados “agregados” particulares — constituidos histórica y geográficamente— de mercancías organizados en torno a núcleos dinámicos de mercancía-capital70. Estos núcleos de mercancía-capital son los verdaderos fetiches modernos. La descripción de su modo de existencia es la que contiene la indicación de la crítica de la economía política acerca del planteamiento crítico del problema de la dimensión nacional en la vida social. El fetiche moderno, la mercancía capital, es un ente concreto; no se reduce a lo que en él hay de “sujeto automático” abstracto: no es puramente valor que se valoriza71. Lo es, pero sólo en la medida en que se halla incor- 70 En los años setenta del siglo XX, la necesidad de la efectuación “nacional” de la acumulación capitalista ha sido puesta de relieve sistemáticamente sobre todo por N. Poulantzas: “L’internationalisation des rapports de production capita- listes et l ’état national”, en Les Temps Modernes, abril de 1972; Ch. Neususs, Imperialismus und Weltmarkbeweguag des Kapitals, Erlangen, 1972; y C. von Braunmühl, “Die nationalstaatiche Organisiertheit der burgerlichen Gesell- schaft”, en Gesellschaft 8/9, Frankfort, 1976. 71 Dinero-capital es el dinero que incrementa su magnitud y genera así un beneficio a su propietario, al convertirse en un cierto tipo de mercancía y reconvertirse en dinero. La mercancía-capital es aquel tipo de mercancía que posibilita la existencia del dinero-capital. Su composición peculiar es procesual. Es, en un primer momento, mercancía fuerza de trabajo y mercancía medios de produc- [ 119 ] \
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Bolívar Echeverría<br />
que se muestran en valores de cambio; como objetivaciones de una cantidad<br />
de energía social indiferenciada de trabajo, cantidad que se determina<br />
al revelarse o actualizarse como capacidad efectiva de intercambio.<br />
Estas dos formas de objetividad, presencia o vigencia de la mercancía<br />
la constituyen en fetiche debido a la peculiar relación que ellas guardan<br />
entre sí.<br />
La forma natural de vigencia de la mercancía es la que — ”común”,<br />
“profanamente”— debería hacer de la mercancía un objeto social, un vínculo<br />
socializador entre los individuos como productores y como consumidores;<br />
es en virtud de ella que el productor de una cosa tendría que socializarse<br />
cuando, en la circulación global de la riqueza social, los demás la<br />
consumen como bien, y cuando él hace lo mismo con las cosas producidas<br />
por ellos. Pero en el caso de la mercancía, esta forma natural de vigencia<br />
se encuentra imposibilitada; está rota: su unidad está escindida en sus<br />
dos aspectos, el de producto y el de bien. Las cosas mercantiles se producen<br />
y se consumen privadamente, en situación de atomización o descomposición<br />
de la totalidad orgánica del sujeto social y su proceso de reproducción.<br />
Pese a ser “naturalmente” sociales, la producción y el consumo<br />
de cada una de ellas tiene lugar como un hecho aparte, independiente del .<br />
de la producción y el consumo de las demás. Necesitadas de la circulación,<br />
del “cambio de manos” — en el que, al dejar de ser productos y llegar a<br />
ser bienes, se efectúa su constitución y su función socializadoras— están,<br />
sin embargo, impedidas de circular “naturalmente”: no existe un acuerdo<br />
político que las interconecte en interioridad mediante un proyecto de<br />
distribución de la riqueza de toda la sociedad entre sus miembros. Es por<br />
ello que la cosa producida por uno de los propietarios privados no puede<br />
completar su vigencia social-natural — unidad de producto y de valor de<br />
uso— mediante su conversión en cosa consumida por los otros.<br />
Pero la mediación socializadora que en su forma natural, la mercancía<br />
no puede cumplir de manera “común” o “profana”, la cumple en cambio<br />
— y con exageración, en su modalidad capitalista— de modo “milagroso”<br />
o “sagrado”, en su forma puramente institucional. La cosa producida<br />
llega a ser consumida gracias a que, a cambio de ella, su consumidor le<br />
entrega a su productor otra cosa equivalente. El intercambio de las mercancías,<br />
la presencia de éstas como valores que se manifiestan en valores<br />
de cambio, permite que los elementos de la riqueza circulen o “cambien de<br />
manos” entre los miembros del sujeto social; permite que la forma natural<br />
de las cosas supere la escisión, que el producto se convierta en bien,<br />
en cosa con valor de uso. El movimiento del “mundo de las mercancías”,<br />
la circulación mercantil, la “vida social de las cosas” es la que posibilita,<br />
así, una peculiar re-socialización de los propietarios privadas o indivi-<br />
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