Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe

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Bolívar Echeverría también se ejerce en virtud (producción) y en beneficio (consumo) de una forma histórica del sujeto como sujeto que, para sobrevivir, destruye sistemáticamente una parte de sí mismo. Inserto en este modo histórico peculiar del proceso de reproducción social, es decir, como riqueza producida por el “capitalismo” y consumida para el “capitalismo”, el conjunto de objetos prácticos mercantiles debe actuar como médium generador no de una socialidad pasiva o carente de un sujeto funcionante, sino de una socialidad dotada de dinámica, es decir de un pseudo-sujeto o centro pseudo político: dotada de una dirección y una necesidad innovadoras, provenientes precisamente del funcionamiento automático de la relación social “capitalismo”. Riqueza concreta o cúmulo de objetos prácticos, por un lado, y riqueza abstracta y dotada de una sujetidad cósica o enajenada, por otro: el mundo de las mercancías capitalistas es el mundo de los fetiches activos. “Fetiches” que no obedecen a los deseos ni potencian las capacidades de sus propietarios, sino que hacen que ciertas capacidades y deseos surjan y otros desaparezcan en ellos; que traducen al registro de lo concreto, bajo la imagen de bienes que deben desearse y productos que pueden producirse, las posibilidades de explotación de plusvalor y las necesidades de conversión del plusvalor en capital. [1976] El sujeto no es más que la existencia de sus predicados. Hegel mira los predicados, los objetos, como autónomos, pero los autonomiza separados de su autonomía, de su sujeto. (De lo que se trata, en cambio, es de partir del sujeto real y de observar su objetivación.) El sujeto real [la nación] aparece después, pero como resultado. Una sustancia mística, el Estado, se convierte así en sujeto efectivo y el sujeto real se presenta como algo diferente [la Nación del Estado], como un momento de esa sustancia mística. K. Marx (1843) Hay dos lugares comunes que aparecen siempre que se habla de la obra teórica de Marx. El texto principal de esa obra, se dice, es El capital y se añade, se trata de un texto inconcluso. Aceptados como verdaderos y tomados al pie de la letra, estos dos lugares comunes ponen al lector de Marx en una situación bastante más que incómoda. La aprehensión [ 106 l

Discurso crítico y m odernidad cabal del mensaje marxiano, que, se supone, es lo que pretende el lector de cualquiera de sus textos, resulta ser una meta casi imposible de alcanzar. En primer lugar, porque debe tener presente que muchas de las ideas que encuentra en los textos marxianos que no son El capital (por ejemplo, ideas del orden de “modo de producción”, “fuerzas productivas”, “relaciones de producción”, etcétera) son ideas que no expresan el sentido más acabado del mensaje de Marx56; que pueden estar contradichas o pueden tener una versión más acabada en esa obra principal En segundo lugar, porque cuando consulta El capital o cuando lo estudia detenidamente, no debe olvidar que muchas de las ideas — algunas de ellas decisivas— transmitidas por él no tienen una formulación completa o están sólo en esbozo o se encuentran apenas insinuadas57. Si en la obra de Marx hay un texto principal porque en él está la clave de los demás y si éste es inconcluso porque quedó aún en proceso de alcanzar su versión definitiva, la única lectura adecuada que se puede hacer de ella es la que, al asumir esta problematicidad, se convierte necesariamente en un co-escribirla. Leer a Marx resulta así, llevando las cosas al extremo, emprender la tarea paradójica de escribir junto con él su propia obra. Tarea imposible en la medida en que se trata de una obra personal, expresiva de un individuo desaparecido hace ya un siglo y de 56 No es posible, por ejemplo, leer los juicios de M arx sobre la realidad latinoamericana de los años cincuenta del siglo pasado como si en ellos se agotaran definitivamente todos los recursos de pensamiento que hay en su obra. Sabemos que la idea de la expansión capitalista “como una mancha de aceite”, “por contagio” de un solo tipo (y no dos complementarios) de enfermedad, así como la idea acrí- ticamente progresista del desarrollo de las fuerzas productivas y del papel que en él juega el capitalismo europeo — dos ideas que están en la base de esos ju i­ cios— van a ser pro’tAematizaáas posteriormente, a partir de YShT. Asi, aunque no existan en la obra de M arx otros juicios sobre América Latina que vengan a remplazar a los primeros, sí hay en ella la posibilidad de relativizarlos e incluso, en algunos casos, de invalidarlos. Véase sobre este punto José Aricó, M arx y A m érica Latina, Lima, 1980. 57 No sólo gran parte del texto de El capital (la de los libros II y III requiere ser puesta por el lector en el nivel de perfección de la parte concluida; en rigor, ni siquiera el mensaje expuesto en el primer libro (el único publicado por su autor) puede ser tratado como definitivo e inalterable: lo inacabado de una parte lo es también del todo y así, indirectamente, también de la parte “acabada”. También el primer libro es susceptible de ser rehecho en el sentido de la necesidad que rige la construcción y elaboración básica de la obra. Por ejemplo, la sección V I, El salario, sólo adquiere su sentido pleno cuando se la traslada al libro III y se la conecta en un solo momento de argumentación con la primera sección de éste, sobre la ganancia; conexión que, al mismo tiempo, revela y completa el sentido desmixtificador de todo este último libro. [ 107 ]

Bolívar Echeverría<br />

también se ejerce en virtud (producción) y en beneficio (consumo) de una<br />

forma histórica del sujeto como sujeto que, para sobrevivir, destruye sistemáticamente<br />

una parte de sí mismo.<br />

Inserto en este modo histórico peculiar del proceso de reproducción<br />

social, es decir, como riqueza producida por el “capitalismo” y consumida<br />

para el “capitalismo”, el conjunto de objetos prácticos mercantiles debe<br />

actuar como médium generador no de una socialidad pasiva o carente de<br />

un sujeto funcionante, sino de una socialidad dotada de dinámica, es decir<br />

de un pseudo-sujeto o centro pseudo político: dotada de una dirección<br />

y una necesidad innovadoras, provenientes precisamente del funcionamiento<br />

automático de la relación social “capitalismo”.<br />

Riqueza concreta o cúmulo de objetos prácticos, por un lado, y riqueza<br />

abstracta y dotada de una sujetidad cósica o enajenada, por otro: el<br />

mundo de las mercancías capitalistas es el mundo de los fetiches activos.<br />

“Fetiches” que no obedecen a los deseos ni potencian las capacidades de<br />

sus propietarios, sino que hacen que ciertas capacidades y deseos surjan<br />

y otros desaparezcan en ellos; que traducen al registro de lo concreto, bajo<br />

la imagen de bienes que deben desearse y productos que pueden producirse,<br />

las posibilidades de explotación de plusvalor y las necesidades de<br />

conversión del plusvalor en capital.<br />

[1976]<br />

El sujeto no es más que la existencia de sus predicados.<br />

Hegel mira los predicados, los objetos, como autónomos,<br />

pero los autonomiza separados de su autonomía,<br />

de su sujeto. (De lo que se trata, en cambio, es de<br />

partir del sujeto real y de observar su objetivación.)<br />

El sujeto real [la nación] aparece después, pero<br />

como resultado. Una sustancia mística, el Estado,<br />

se convierte así en sujeto efectivo y el sujeto real se<br />

presenta como algo diferente [la Nación del Estado],<br />

como un momento de esa sustancia mística.<br />

K. Marx (1843)<br />

Hay dos lugares comunes que aparecen siempre que se habla de la<br />

obra teórica de Marx. El texto principal de esa obra, se dice, es El capital<br />

y se añade, se trata de un texto inconcluso. Aceptados como verdaderos<br />

y tomados al pie de la letra, estos dos lugares comunes ponen al lector<br />

de Marx en una situación bastante más que incómoda. La aprehensión<br />

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