Sementera: 312 litros de grano - citaREA

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VII. EL GANADO DE CERDA CON RELACIÓN
A LA HIGIENE.—La parte relativa á la cuestión
sanitaria es de cierto mucho más grave y compleja,,
tratándose de este ganado, que de las
demás especies. Es grave por la gran mortandad
que ocasionan algunas enfermedades;
gravísima por el peligro que corre el hombre
comiendo el tocino de animales atacados de
otras, y compleja por las medidas municipales
y de carácter internacional que muchas
veces hace precisas. Haciendo caso omiso de
las enfermedades y de su curación, por sernos
esta materia completamente desconocida, expondremos
algunos datos y unas ligeras consideraciones
sobre la cuestión higiénica bajo
el punto de vista administrativo.
Nuestros ganaderos saben el espantoso desarrollo
del mal colorado, del mal de pezuña y
de otras dolencias no bien estudiadas cuando
invaden una comarca. A causa de ello quedan
muchos arrumados. A las contagiosas que
desde antiguo causaban horribles estragos en
la ganadería de cerda europea, tenemos que
agregar hoy la triquinosis, descubierta hace
pocos años en los Estados Unidos.
Es ya conocida, escribe J. L. Soubeiran en
el Journalde Pharmacie et de Chimie, la larga
lista de los parásitos observados en los diversos
órganos de los cerdos americanos: Trichocephalus-
dispar ó crimatus, Sthephamurus dentatus.
Chinorkyunkus giga, Cisticercus cellalure,
Fasciola hepática, Dislomum lanceolalum.
No es raro encontrar en las salazones de América
que se venden en los mercados la Trichina
spiralis. La presencia de este helminto explica
la prohibición acordada por varios Gobiernos
de importar salazones americanas.
Además, de algunos años á esta parte los
cerdos de América están atacados de una enfermedad
contagiosa que en 1878 determinó
la muerte de más de 260.000 individuos sólo
en la Carolina del Norte, tomando tales proporciones
, que los Estados Unidos se han
visto precisados á ocuparse seriamente de
ella, y á encargar su estudio á una comisión
científica.
Apuntaremos sobre el particular algunas
noticias tomadas del voluminoso informe publicado
por el Departamento de Agricultura:
«La enfermedad de los cerdos de América,
confundida durante mucho tiempo con otras,
parece ser muy distinta, y su existencia debe
llamar tanto más la atención de los higienistas,
cuanto la exportación de carnes de cerdo
se hace en vastísima escala, representando
anualmente centenares de millares de kilogramos.
«Esta enfermedad, cuya causa no es aún
bien conocida, y que se atribuye á la acumulación
exagerada de animales y al procedimiento
de muchos ganaderos de alimentarlos
exclusivamente con maíz mejor ó peor conservado,
influye poderosamente en la calidad
de la carne, que en el momento de prepararse
exhala con frecuencia un olor nauseabundo;
todos los tejidos están infestados, pero sobre
Dic—IV.
todo la mucosa de los intestinos y los pulmones,
que se hallan llenos de helmintos (Strongilus
elongatus, Ch. Keiser.).
3>E1 número de los animales infestados que
entran en los establecimientos de preparación
es enorme, y los cerdos sanos quedan inmediatamente
contagiados. Pero, por confesión
propia de los veterinarios, nadie se preocupa
de este hecho, y particularmente en Chicago,
donde los establecimientos están repletos de
animales infestados, se procede sin escrúpulo
alguno á la preparación de la carne que ha de
ser exportada.»
La importación del tocino americano en
Europa antes de las medidas prohibitivas dictadas,
y aun á pesar de ellas, causó hace pocos
años en nuestro país perjuicios considerables,
de que dio cuenta la prensa periódica. Referiremos
un caso, por el dictamen á que dio lugar
y las precauciones que conforme con él
tomó la autoridad municipal:
Habiendo llegado á noticia del Ayuntamiento
de Valencia que en la calle de Lepanto
de dicha ciudad existían algunos cerdos
cuyo estado de salud era sospechoso, dispuso
un reconocimiento, del que resultó que un
tratante había comprado una piara de cerdos,
enfermos en su mayoría, que algunos habían
muerto, y estaban vendidos otros á unas mujeres
de la calle de Cuarte, al precio de 4, 6 y
8 pesetas cada uno, encontrando también en
otra casa un cerdo en estado de putrefacción,
y en otra una tinaja de cerdo frito, dispuesto
sin duda para la venta.
Puesto el hecho en conocimiento de la Junta
de Sanidad municipal, se procedió inmediatamente
al aislamiento de todas las reses,
ínterin la Junta adoptaba otras medidas.
Según las averiguaciones, resultó que hacía
algunos días existían en Valencia dichos cerdos,
observándose en este tiempo la alteración
de la salud de los vecinos de las afueras de
la calle de Cuarte, centro escogido para vender
las carnes atacadas.
El día 1." del corriente fueron arrojados al
sumidero varios trozos de carne de cerdo de
los recogidos en distintas casas de la ciudad,
y que procedían del depósito descubierto en
la calle de Lepanto, así como un cerdo de los
atacados que acababa de morir.
El dictamen emitido por los peritos veterinarios
que reconocieron las reses de cerda
vivas y muertas de la calle de Lepanto reviste
la gravedad que al hecho se atribuyó desde
un principio.
Las carnes mortecinas no sólo han sido declaradas
nocivas á la salud por encontrarse
en estado de descomposición, sino como tíficas.
Respecto á las vivas, dice el dictamen facultativo
lo siguiente:
«En vista de que la enfermedad de que se
trata es eminentemente contagiosa, y que los
seis cerdos antedichos están invadidos en el
período de todo su desarrollo, conociéndose
que han tomado un carácter epizoótico, esta-
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