Sementera: 312 litros de grano - citaREA

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tribuyeron á llevar la equitación á aquel
grado de perfección y finura que nosotros hemos
conservado tradicioualmente.
La jineta fué una manera ó estilo de andar
á caballo introducido en España por los árabes.
Las condiciones características de esta
escuela ó sistema de equitación consistían en
el uso de caballos ligeros, muy revueltos y
obedientes, sin ocuparse de otros primores;
los tenían, sí, muy prontos en las salidas al
galope y la carrera, parando en firme, y acostumbrados
al ruido de las armas y á una fatiga
constante, y en que los jinetes montasen
con los estribos muy cortos, para poderse poner
sobre ellos y manejar las armas con más
facilidad. Esta clase de equitación era la que
á los mahometanos convenía más para su sistema
de pelear á caballo, y es la que en el día
siguen en los países orientales, pues según las
noticias adquiridas, los árabes, berberiscos, etcétera,
no han adelantado un paso en su manera
de educar, enjaezar y hacer uso del caballo.
En España se empezó y siguió practicando
por mucho tiempo, valiéndose de esta equitación
, por supuesto usando el traje y los arreos
competentes para los ejercicios y fiestas, que
consistían en las escaramuzas, juegos de cañas,
carreras de parejas y otras, como también
en las diferentes suertes del toreo á caballo
, á que ya es sabido por la historia se
dedicaban los caballeros de aquel tiempo.
, Este sistema de equitación no constituye
escuela, ni sus teorías, muy variadas por cierto,
se encuentran vertidas ni coordinadas en
la forma apetecida; además que, fuera completamente
de uso, no proporciona su estudio
adelanto alguno en el arte.
A pesar de esto, diremos que aquellos jinetes
practicaban ejercicios dificilísimos y expuestos
sobre los caballos poderosos que escogían
para aquellos trabajos, auxiliados pollas
excelentes monturas sobre que iban cabalgados
y de los potentes bocados que completaban
el arnés, acompañados de los acicates
que usaban como espuelas.
La silla, cuya armadura varía totalmente
de las demás, constituía en conjunto una montura
que prestaba al jinete la mayor comodidad
y firmeza; pues dotada de dos grandes
borrenes, á semejanza de las que en el día sirven
para picar toros, defienden admirablemente
al hombre de los contratiempos del
caballo; el borrén delantero, bastante alto, y
de modo que puesto el jinete sobre los estribos
no pudiera pasar la horcajadura por encima,
porque de este modo no se salía fácilmente
por delante.
Los bocados variaban según el capricho ó
la necesidad, ajuicio del jinete, pero el que
daba carácter consistía en que la barbada la
constituía un aro de hierro engarzado en el
vértice de la embocadura, por el cual introducían
la mandíbula inferior del caballo, de
suerte que los puntos de resistencia existían,
no en el portamozo, sino en el aro de la embocadura
y el barboquejo.
El acicate (véase Espuela) constituía el
medio de empujar y determinar el caballo,
como única y eficaz ayuda; gastaban también
una clase de estribos cuadrados, con puntas ó
ángulos tan vivos que hacían las veces-del
acicate.
Tales son los detalles más notables de este
género de equitación, del que aún quedan algunos
vestigios en nuestras provincias andaluzas.
Entre esta escuela y la de brida tuvo lugar
el modo de montar á la bastarda, con silla
que también se nombraba así; ésta fué una
modificación de aquélla para pasar á la otra,
es decir, un término medio que empezó á
proporcionar la caída natural de la pierna, el
largo regular de los estribos, y que se rebajasen
los borrenes de la montura, para quedar
en las que después se denominaron sillas de
brida.
En el siglo xvín , la escuela de brida, generalizada,
seguía sus progresos en todas las naciones
europeas, sólo con las variaciones consiguientes
á la calidad y condiciones de los
caballos sobre que el arte debía ejercer sus
influencias.
En España, como en todas las naciones referidas,
se escribían obras, se propalaban doctrinas
y se hacían cuantos esfuerzos estaban
al alcance de los profesores por adelantar y
dar impulso al arte ecuestre.
La equitación era entonces atendida y
practicada por todos los hombres de más brillante
posición social, y los de menos recursos
seguían su ejemplo, pues el que otra cosa no
podía hacer, concurría á los picaderos, visitaba
las escuelas y adquiría las obras nuevas
que estaban á su alcance; dichos establecimientos
eran centros de reunión y focos de
verdadera diversión, y la equitación el ramo
de buena educación, predilecto sobre todos ¡os
demás.
La cuestión de bocados era muy atendida,
porque estaba en la mente de muchos que
este instrumento es la base de todo, y toda»
las dificultades se pretendían corregir variando
los frenos.
De todas las obras publicadas hasta fin
del siglo xvm, la que mereció los honores de
la predilección fué la publicada en Francia
por D. Francisco Rovichou de la Guériniere,
tanto por lo exacto y claro de sus teorías,
como por la reunión y cantidad de ellas, pues
ha sido el que con más extensión escribió, el
que fundó sus doctrinas sobre mejores y más
sólidos cimientos, y, por último, el que presentó
el mana itial ó filón que se ha venido
explotando hasta el día.
Estamos en el siglo xix, conocido por el siglo
de las luces para la civilización; en él han
tenido progresos todos los ramos del saber humano;
sólo la equitación va quedando en las
tinieblas. En la primera mitad del siglo, la
equitación seguía ocupando un lugar, si no
tan floreciente, al menos atendido; se escribieron
algunos libros de bastante importancia,