Sementera: 312 litros de grano - citaREA

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Otro procedimiento consiste en colocar las
bellotas en silos ú hoyos, que pueden ser hasta
de manipostería cuando han de servir de un
modo permanente. Eu el fondo se pone una
capa de paja, encima otra de bellota de 30
centímetros de espesor, luego otra de paja y
así sucesivamente hasta la parte superior, que
se cubre con paja y hojas secas, poniendo
encima unas tablas, sobre las cuales se echa y
apisona bien la tierra, para preservar á las
bellotas del frío y de la humedad.
En algunas localidades se ponen aquéllas
en cajas ó toneles con agujeros, y se conservan
dentro del agua. En otros puntos se meten
en cajas por capas que alternan con otras de
arena de río bien seca y que no contenga substancias
terrosas, debiendo ser la capa superior
de cerca de 25 centímetros por lo menos. Los
cajones llenos de este modo se depositan en
un sitio fresco y sobre postes de madera, para
que no estén en contacto del suelo.
Las bellotas para sembrar deben estar en
sazón, bien curadas, y han de ser gordas y
dulces. En Madrid se prefieren las de la sierra
de Guadalupe, porque siendo tempranas, se
pueden sembrar á últimos de Octubre, cuando
todavía no están maduras las de la tierra. La
bellota, para ser buena, debe llenar, completamente
su cubierta exterior, y partiéndola longitudinalmente
por la mitad, debe presentarse
blanca, fresca y lustrosa, y conservar intacta
la radícula que se observa en la parte superior.
Si presenta manchas azuladas ó negruzcas;
si tiene olor á moho ó alguna picadura,
es prueba de que ha perdido su facultad
germinativa. También puede apreciarse ésta
echando las bellotas eu agua, pues las que
sobrenaden serán malas, ó por el peso, que
puede determinarse por comparación con otras
de cuya buena calidad haya completa certeza.
La siembra puede hacerse á golpes ó por
surcos. En uno y otro caso convendría, aunque
no suele hacerse, dar al terreno una labor
bastante profunda con la azada ó el arado,
quitando las piedras grandes, pero no los guijarros
pequeños, que conservan la frescura y
permeabilidad del suelo; condiciones esenciales,
porque no hay que perder de vista que
ia encina tiene un sistema radical que tiende
á desarrollarse con igual vigor en profundidad
y lateralmente, y que por consiguiente hay
que facilitarle los medios para que las raíces
puedan penetrar en la tierra y nutrirse bien.
Si se hace la siembra á golpes, éstos deben
estar muy próximos, y las bellotas á una profundidad
variable de 5 á 10 centímetros, según
los terrenos. La cantidad de semilla que
hay que emplear varía de 3 á 4 hectolitros por
hectárea, distando los golpes un metro. La
época más conveniente para la siembra es la
de fines de otoño y principios de primavera.
Debe binarse el terreno al cuarto año, y rozar
las plautas á la edad de siete á ocho.
La siembra á surcos exige análogas precauciones.
Los surcos pueden abrirse con el arado
á 2 metros de distancia entre sí, y las
bellotas se siembran á chorrillo. La operación
puede ejecutarse en la misma época anteriormente
indicada, procurando igualmente que
las bellotas queden enterradas á la profundidad
que hemos dicho. Los cuidados posteriores
son los mismos que reclaman las siembras
á golpes. La cantidad de semilla debe variar
de 10 á 12 hectolitros por hectárea.
El mal éxito de las siembras de bellota de
las cercanías de Madrid depende del poco espesor
á que se suelen hacer, lo cual da lugar á
que la humedad del suelo se evapore y sea
invadido por las malas hierbas, que sofocan
las plantas nacientes.
La caza y los jabalíes causan mucho daño
á las siembras de bellota, debiéndose por lo
tanto preservarlas por medio de setos muertos.
PLANTACIÓN.— En el Tratado de Agricidiura
de Ebn-el-A\vam se lee lo siguiente:
«Mauricio dice que si alguno tuviese por necesario
hacer el plantío de las bellotas, lo haga
de los plantones criados en los montes, poniendo
después otros tantos de los que salieren
aventajados, si quisiere y le fuera más
fácil. La encina es árbol silvestre que nace de
suyo en montes, entre piedras, y en terrenos
duros y no duros, cuyo pie arraiga más y se
hace más corpulento en tierra donde hay
agua. Otros dicen que conviene á la encina en
los llanos la especie de tierra semejante á la
montesina, en que nace por sí, que se pone de
su plantón, criado en el semillero; que en los
vasos de sus bellotas frescas, sanas y perfectamente
maduras, con la punta hacia arriba,
hendida sutilmente la cascara, y que su plantón
se traslada también de la selva, ejecutando
en todo este régimen lo expresado arriba,
el cual crece en altura y no le daña el riego.»
De dos maneras puede, segúu esto, hacerse
h\ plantación de la encina: ó por medio de
plantones procedentes de algún árbol de la
misma especie, ó por plantones obtenidos en
las siembras hechas en almácigas y macetas.
Para lo primero hay que atenerse al precepto
de Herrera, el cual dice: «Puédense poner de
dos maneras: ó de barbados, ó de su fruto, que
de ramo muy pocas veces acierta. Los barbados
se han de poner cuando hobieren dos ó
tres años, y el hoyo no sea muy hondo, y sea
ancho, y hanse de poner por Ebrero y Enero
, y para esto sean de los barbados que nascieren
algo lejos de las encinas, que son mejores,
y sáqueulos con las mas raices que ser
pudiere.» .
Según los comentadores de dicho autor, los
transplantes prueban muy mal á la encina, y
deben desecharse enteramente cuando se trate
de repoblar un monte ó de formarlo de nuevo.
Boutcher añade á su vez «que aquél es
muy dificultoso, porque cuando no se rompe
la raíz, echa por la parte inferior, y dentro de
la tierra, una especie de raíz tuberculosa con
muchas fibras delicadas, lo cual es un inconveniente
grande para el buen éxito».
Cuando á pesar de todo se quiere hacer la
operación por medio de plantones procedentes