Sementera: 312 litros de grano - citaREA

EMI — 6. ¡•50 — EMI
»Este movimiento es además un gran peligro
social. Aumenta sin tasa ni medida en las
grandes poblaciones esa masa de proletarios
imprevisores que viven al día, pierden las
creencias religiosas y buenas costumbres, y
son el origen de una generación débil, prematuramente
corrompida, destinada á recurrir
tarde ó temprano á la candad pública, cuando
no "Va á parar á los presidios.
• »Y cuando por consecuencia de una de esas
perturbaciones industriales, que es imposible
preveer ni evitar, el trabajo falta á esos desgraciados,
que no se han podido habituar al
ahorro, lo reclaman como un derecho y se
arman contra una sociedad que no puede modificar
las leyes de la producción y del consumo.»
Según la estadística de 1881, la población
francesa está clasificada del modo siguiente:
Agricultura 18.204.788
Industria 9.324.107
Comercio 3.843.447
Transporte y marina 800.741
Ejército y fuerza pública 552.851
Profesiones liberales • 1.829.768
Rentistas y empleados 2.148.773
Individuos sin profesión 727.588
Profesiones desconocidos 173.816
Total 37.405.290
De este dato resulta una observación importante
en favor de la población agrícola,
por su virtud de resignación y sus instintos
pacíficos. Diez y ocho millones de franceses
dedicados á la agricultura no son un peligro
para el sosiego. Si se acumulan más de 3
millones para trabajos industriales en los centros
populosos, la paz estará constantemente
amenazada.
En Irlanda, que es un caso excepcional, la
emigración es sumamente beneficiosa.
A causa de la gran miseria que hubo en los
años de 1846 y siguientes, la población agrícola
de aquella isla comprendió que no tenía
más remedio que abandonar los patrios lares.
En siete años se embarcaron para América
1.500.000 personas. Y sucedió que hallaron
en la nueva patria libertad y riqueza. Los
primeros emigrantes enviaron á sus parientes
y amigos, para pago de pasaje, inmensas cantidades.
Se calcula que ascendieron en cinco
años á 100 millones de reales.
Los propietarios se dieron el parabién de
este persistente enrarecimiento de la población
proletaria. Por una parte pudieron reducir
el impuesto de los pobres, que los arruinaba,
y por otra, disminuyendo á menos de
la mitad el número de 700.000 granjas que
había en Irlanda, ha sido posible dedicar á
magníficas dehesas de pasto las tierras que no
producían avena ni patatas, ó introducir el
gran cultivo, sirviendo de base la cría de ganado
y la maquinaria perfeccionada.
En España la ausencia de los trabajadores
de las poblaciones rurales aumenta excesiva­
mente los gastos de cultivo, y somete á los
cosecheros á las exigencias de aquéllos. En
ciertas épocas del año, tales como en las de
recolección de frutos, sobre todo en la de la
siega, suelen ocurrir grandes conflictos entre
los muchos que solicitan trabajo y los pocos
que lo ofrecen. Con la población rural actual
no se puede atender oportuna y económicamente
al cultivo; ¿qué sucederá si continúa:
la deserción , cualquiera que sea el motivo
que la cause?
Puede afirmarse que España es, entre las
naciones principales de Europa, la que puede
contar con meuos brazos para el cultivo de
la tierra. Pero es de notar una circunstancia
que constituye un verdadero desastre para la
agricultura, y es la concentración extremada
de esa población.
Hay otros, por último, que dejan el suelo
natal para buscar sustento ó fortuna lejos de
la patria, y son los que propiamente se llaman
emigrantes.
La emigración es mucho más de lamentar
que la ausencia del trabajador de las poblaciones
rurales para establecerse en las fábricas
ó en la corte, porque no sólo priva de brazos
á la agricultura, sino de ciudadanos á la patria.
Generalmente se ha exagerado el contingente
de los emigrados. Una corriente parte
de las provincias de Levante, y se dirige á
las playas africanas; otra parte de las provincias
del litoral cantábrico, y se dirige á América.
La emigración á América de las provincias
del litoral cantábrico, según datos de crédito,
es mucho mayor, siendo de advertir que las jóvenes
que se embarcan, casi todas de Navarra
y Guipúzcoa, no van como hermanas ni como
hijas; van alucinadas por las sugestiones de
viíes especuladores. La emigración de Levante
alcanza á familias enteras, las cuales, como
observa D. Melitón Martín ocupándose en
este asunto, llevando consigo los afectos más
tiernos y poderosos, puede ser que digan adiós
para siempre á sus hogares.
Otra diferencia es que, así como los emigrantes
del Noroeste suelen permanecer en situación
precaria, muchos de las provincias del
litoral cantábrico adquieren considerables riquezas
, que traen á la madre patria si regresan
, y de las cuales en todo caso participan
sus pueblos natales y sus familias. Importa
tener presente esta circunstancia, para no
apreciar solamente la emigración por el perjuicio
indudablemente sensible que causa ala
agricultura. Citaremos un dato fehaciente.
De la provincia de Pontevedra emigraron
en el quinquenio de 1876 á 1880, 5.113 jóvenes
y adultos á las repúblicas sur-americanas.
Una sola casa pagó en un año por letras
procedentes de Montevideo y Buenos Aires
cerca de 5 millones de reales. Se asegura que
hoy no bajarán las remesas de fondos de 2 á 3
millones de reales anuales. ¿Hay quien dude
que esta cantidad compensa en gran manera
la falta de brazos, pues su inversión y circu-