Sementera: 312 litros de grano - citaREA

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ECO — 596 — ECO 1.000 pesetas por hectárea, mas por término medio se calcula en 500 pesetas. En cuanto á los propietarios, que son los que principalmente costean las mejoras territoriales, hacen gastos fabulosos á este fin, en vez de substraer íntegramente el numerario, é invertirlo, como los nuestros, en espléndidas fiestas cortesanas. El Duque de Bedfbrd ha empleado 20 millones de pesetas en mejorar su hacienda, de una extensión de 300.000 hectáreas. Bien merecida tiene la estatua que se le ha elevado en una plaza de Londres, en que se le representa apoyado en un arado. El economista suizo Guiquis dice: «La tierra es á la vez el acreedor más exigente y el deudor más exacto. ISTo da más que lo que se le presta, pero da todo lo que se le presta. El labrador inglés no teme hacerle adelantos de capital, porque sabe que le serán bien reintegrados. A esto llama embarcar su capital; ningún pueblo sabe tan bien como él desembarcarlo.» En Francia el capital de explotación no es tan grande; sin embargo, hay haciendas en que llega á 1.000 pesetas por hectárea; puede citarse entre ellas la conocida de Grignqn, fundada por el célebre M. Bella. ¡Cuánto dista de esta proporción el capital empleado en la labor agrícola por los propietarios y colonos españoles! El propietario nada suele gastar en mejoras territoriales, y el colono, según datos exactos que poseemos, sólo dedica al cultivo de 165 á475 pesetas. El resultado de tal diferencia no es menos enorme. En tanto que hay aquí tierras labrantías cuyo precio es 10 pesetas por hectárea, siendo su rendimiento nulo ó negativo, en Inglaterra hay tierras cuyo valor por hectárea llega á 50.000 pesetas, y en Bélgica las hay que producen por igual extensión á razón de 9.000 pesetas de arrendamiento. «Tengo la esperanza, dice un autor contemporáneo , de poder contribuir á la prosperidad nacional, influyendo en la opinión pública con escritos y con ejemplos; induciendo á los grandes propietarios, á los capitalistas, á llevar el superfluo de su caudal al cultivo de la tierra. Esta colocación del dinero no es tan brillante, es verdad, como el juego de los efectos públicos; pero tampoco le acompañan los mismos riesgos de espantosos reveses, y los buenos resultados que con ella se alcanzan no arrancan lágrimas de dolor á nadie, sino que, al contrario, van seguidos de las bendiciones del pobre. Cuando el gran propietario mejora su hacienda, haciéndola más productiva, irradia á su alrededor el bienestar y el contento.» El trabajo.—Ricardo dice que el trabajo es el fundamento del valor de las cosas, y aunque nuestra opinión no es tan absoluta, la verdad es que gracias á él parece que se vivifica la naturaleza. Veamos lo que pasa. En la industria humana hay una inmensa, una inconmensurable industria natural, cuyos secretos son ignorados aun por el más sabio, tíases y sales se hallan esparcidos en el suelo y en la atmósfera. La electricidad, la afinidad, el viento, la lluvia, la luz, el calor, la vida, han ocupado sucesivamente y con frecuencia nuestra voluntad para transformar, unir, dividir, combinar estos elementos; y esta industria maravillosa, cuya actividad y cuya utilidad se escapan á nuestra apreciación y aun á nuestra imaginación, no tiene, sin embargo, ningún valor. Este aparece con la primera intervención del hombre, que en este negocio, tauto y más que en el otro, tiene que realizar un trabajo complementario. Véanse algunos ejemplos de la virtud creadora del trabajo. En el valle de Chiana.—Había en este valle 100 kilómetros cuadrados de lagunas pestilenciales, que eran un foco de infección para las comarcas vecinas. La población era escasísima, y esa vivía enferma y moría á edad temprana. Apenas se cultivaba la tierra, y su valor era nominal. Al concluirse los trabajos en 1840, todo cambió de aspecto. El suelo está cubierto de una capa profunda de aluviones artificiales, de fertilidad extraordinaria. Cultívanse los cereales, las plantas oleaginosas, las tintóreas, el cáñamo, las semillas de prados artificiales, etcétera. Las 8 grandes haciendas que poseía allí la corona de Toscana se dividieron en 150 granjas. La población creció hasta el punto de ser en 1860 de 400 almas y llegar diez años después á 7.000. El saneamiento de las marismas de Toscana ha dado iguales resultados. Su extensión era de 120 kilómetros cuadrados. La población hacía dos siglos que había emigrado. Terminada la obra, desapareció la causa de las enfermedades. Se construyeron vías públicas, pozos artesianos y fuentes comunales. Creció la población, y hoy es de 120 habitantes por kilómetro. El valor del terreno era de 150 pesetas por hectárea, y llega la renta por hectárea á 2.500 pesetas. El encauzamiento del río Isére, desde el torrente de l'Aghy hasta la frontera francesa, ha dado resultados no menos asombrosos en aumento de riqueza y población. Al encargarse el Gobierno francés de las obras, después de la anexión del territorio, adquirió 10,50 hectáreas en 500.000 pesetas. El justiprecio en 1863 era 705.670 pesetas. El justiprecio en 1866 era 1.502.000 pesetas. El justiprecio en 1899 será 1.875.000 pesetas. La población que cultiva, contenta con su suerte, no piensa en abandonar sus queridos hogares para buscar una incierta posición más brillante en medio de los peligros de las ciudades. Id á Holanda, y según escribe Thiers, examinad sus verdes y frondosas praderas, pobladas de robustos becerros; hundid en la tierra un palo, y á 3 ó 4 pulgadas hallaréis una arena estéril. Aquella hierba espesa que se

ECO — 597 — ECO convierte en leche, luego en queso, y que en esta forma circula por el mundo entero, debe su producción á un estiércol de creación puramente artificial. Por medio de un dique que forman ramas de sauces, secuestran una porción de arena del mar; con el tiempo, los sedimentos amontonados por el flujo y reflujo consolidan el dique. Después de haber substraído aquella arena al agua de mar, la disponen de modo que sólo pueda recibir agua del cielo ó de río, logrando así desalarla puco á poco. La hierba en un principio no crece en la trabajada arena mny frondosa; tiene más de junco que de gramínea. Establecen luego vaquerías en las recientes praderas ; dejan acumular en ellas el excremento fecundo de las vacas, y acaban, en fin, por crear una tierra artificial de extremada fertilidad. ¿Qué había otorgado el Estado? Una porción del fondo de la mar. Sobre este fondo el trabajo individual creó una capa vegetal, y, en consecuencia, aquella lujosa verdura que encanta la vista. Y si tanto vale el trabajo para la producción , no es de menos interés considerar cada clase de trabajo con relación al progreso agrícola. Curiosos estudios comparativos se han hecho para precisar la relación económica que hay entre el trabajo del hombre, el del bruto y el del vapor, aplicado á la agricultura. De ellos se deduce que la labranza se abarata á medida que se perfecciona, y que la perfección de la maquinaria se convierte en economía.de cultivo, ó sea baratura de producto. El trabajo del bruto es más económico que el del hombre. Es preferible, porque se le puede exigir mayor esfuerzo, y porque es más rápido en las labores. El trabajo al vapor tiene la inmensa ventaja de poder ser continuo y enérgico á voluntad. Siendo la jornada media del hombre de diez horas, su trabajo máximo se efectúa al ejercer un esfuerzo de 5 kilogramos 28 centésimas, con una velocidad de 0,74 metros. El trabajo por día será de 140 kilográmetros. La jornada media del caballo de labor es de nueve horas de trabajo efectivo, el cual, según Courtois, se puede representar por 1.830.000 kilográmetros en números redondos. Un caballo de vapor produce un trabajo efectivo por jornada de once horas de 2.970.000 kilográmetros. De estos datos resulta, después de hacer las sumas y deducciones necesarias, que el millón de kilográmetros sale á 40 reales por término medio con el trabajo humano; que con el trabajo animal cuesta el millón de kilográmetros á 7 reales, y que sólo cuesta 6 ejecutándose el trabajo á vapor. Respecto al empleo de esta fuerza, hay que considerar especialmente la exactitud y perfección del trabajo. No hay necesidad de interrumpirlo cuando es urgente terminar la tarea, y por su medio se verifican desfondos que están fuera de la fuerza de los animales, y que •ejecutados por el hombre serían costosísimos. Dirección científica de la hacienda.— Recomendamos á los labradores mediten mucho sobre esta materia, que es.una de las más complejas de la economía rural. Toca los límites de varias ciencias y tiene algo de personal, refiriéndose tanto al carácter como á la inteligencia. Es la economía rural en acción, y en tal concepto su importancia, comprendiéndose la del agricultor como jefe de la explotación rural y la de los medios empleados para organizar el cultivo, á fin de que resulte de él ganancia, va creciendo según se complican y perfeccionan las operaciones. Procuraremos dar exacta idea de la cuestión, indicando sus puntos de vista generales. Cada mejora realizada en agricultura requiere un grado más de instrucción y de actividad en los que á ella se consagran. El progreso rural proporciona inmensas ventajas , pero en compensación impone grandes deberes. Antiguamente, cuando la labranza era un oficio vil y deshonroso, hasta el punto de que sólo esclavos, siervos ó adscritos á la gleva lo ejercían, el dueño terrateniente no sacaba más provecho de la propiedad que la renta indispensable para mal sustentarse y vestirse; pero tampoco tenía otra obligación, para evitar su ruina, que la vigilancia. En la época presente la hacienda territorial es, además de fuente de comodidad, base de consideración suprema; y el agricultor, en cambio, para ser digno de su favorable y favorecida posición, necesita conocer lo mejor que se hace, y además, porqué es mejor; todo lo mejor que se practica, y, sobre todo, cómo se podría subir un grado más en la escala del adelanto. Esto significa claramente que el agricultor, siu dejar de aquilatar la práctica, se ha de inspirar en la ciencia. Bien sabemos que esta palabra aterra.al ignorante; cierto es que la gran actividad intelectual y corporal que requiere su aplicación, causa espanto al indolente, pero no se alcanza la prosperidad con la ignorancia y la pereza. No hay medio: ó ciencia aplicada con todas sus consecuencias de trabajo más inteligente, de mayor empleo de capital, de más energía é iniciativa para la reforma, ó ruina para el agricultor por la concurrencia, miseria para el jornalero por falta ó escasez de salarios, esterilidad de los campos por el abandono del propietario, debilidad del Estado por la escasez del producto bruto de la tierra. Puede decirse que la sencillez de las operaciones agrarias guarda relación con el grado de atraso, así como que á medida que la agricultura progresa, las operaciones se complican y la tarea del propietario se hace más difícil, pero también más meritoria, si cumple con el deber de la actividad, si juzga que no tiene dignidad ni merece consideración el que no paga los beneficios que recibe de la sociedad con su trabajo, y si sacrifica su reposo por vencer los inconvenientes que se oponen al continuo aumento de la producción. En la agricultura rutinaria la producción

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1.000 pesetas por hectárea, mas por término<br />

medio se calcula en 500 pesetas. En cuanto á<br />

los propietarios, que son los que principalmente<br />

costean las mejoras territoriales, hacen<br />

gastos fabulosos á este fin, en vez <strong>de</strong> substraer<br />

íntegramente el numerario, é invertirlo, como<br />

los nuestros, en espléndidas fiestas cortesanas.<br />

El Duque <strong>de</strong> Bedfbrd ha empleado 20 millones<br />

<strong>de</strong> pesetas en mejorar su hacienda, <strong>de</strong> una<br />

extensión <strong>de</strong> 300.000 hectáreas. Bien merecida<br />

tiene la estatua que se le ha elevado en una<br />

plaza <strong>de</strong> Londres, en que se le representa<br />

apoyado en un arado.<br />

El economista suizo Guiquis dice:<br />

«La tierra es á la vez el acreedor más exigente<br />

y el <strong>de</strong>udor más exacto. ISTo da más que<br />

lo que se le presta, pero da todo lo que se le<br />

presta. El labrador inglés no teme hacerle<br />

a<strong>de</strong>lantos <strong>de</strong> capital, porque sabe que le serán<br />

bien reintegrados. A esto llama embarcar su<br />

capital; ningún pueblo sabe tan bien como él<br />

<strong>de</strong>sembarcarlo.»<br />

En Francia el capital <strong>de</strong> explotación no es<br />

tan gran<strong>de</strong>; sin embargo, hay haciendas en<br />

que llega á 1.000 pesetas por hectárea; pue<strong>de</strong><br />

citarse entre ellas la conocida <strong>de</strong> Grignqn,<br />

fundada por el célebre M. Bella.<br />

¡Cuánto dista <strong>de</strong> esta proporción el capital<br />

empleado en la labor agrícola por los propietarios<br />

y colonos españoles! El propietario<br />

nada suele gastar en mejoras territoriales, y<br />

el colono, según datos exactos que poseemos,<br />

sólo <strong>de</strong>dica al cultivo <strong>de</strong> 165 á475 pesetas. El<br />

resultado <strong>de</strong> tal diferencia no es menos enorme.<br />

En tanto que hay aquí tierras labrantías<br />

cuyo precio es 10 pesetas por hectárea, siendo<br />

su rendimiento nulo ó negativo, en Inglaterra<br />

hay tierras cuyo valor por hectárea llega á<br />

50.000 pesetas, y en Bélgica las hay que producen<br />

por igual extensión á razón <strong>de</strong> 9.000<br />

pesetas <strong>de</strong> arrendamiento.<br />

«Tengo la esperanza, dice un autor contemporáneo<br />

, <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r contribuir á la prosperidad<br />

nacional, influyendo en la opinión pública con<br />

escritos y con ejemplos; induciendo á los gran<strong>de</strong>s<br />

propietarios, á los capitalistas, á llevar el<br />

superfluo <strong>de</strong> su caudal al cultivo <strong>de</strong> la tierra.<br />

Esta colocación <strong>de</strong>l dinero no es tan brillante,<br />

es verdad, como el juego <strong>de</strong> los efectos públicos;<br />

pero tampoco le acompañan los mismos<br />

riesgos <strong>de</strong> espantosos reveses, y los buenos<br />

resultados que con ella se alcanzan no arrancan<br />

lágrimas <strong>de</strong> dolor á nadie, sino que, al<br />

contrario, van seguidos <strong>de</strong> las bendiciones<br />

<strong>de</strong>l pobre. Cuando el gran propietario mejora<br />

su hacienda, haciéndola más productiva, irradia<br />

á su alre<strong>de</strong>dor el bienestar y el contento.»<br />

El trabajo.—Ricardo dice que el trabajo es<br />

el fundamento <strong>de</strong>l valor <strong>de</strong> las cosas, y aunque<br />

nuestra opinión no es tan absoluta, la<br />

verdad es que gracias á él parece que se vivifica<br />

la naturaleza. Veamos lo que pasa.<br />

En la industria humana hay una inmensa,<br />

una inconmensurable industria natural, cuyos<br />

secretos son ignorados aun por el más sabio,<br />

tíases y sales se hallan esparcidos en el suelo<br />

y en la atmósfera. La electricidad, la afinidad,<br />

el viento, la lluvia, la luz, el calor, la<br />

vida, han ocupado sucesivamente y con frecuencia<br />

nuestra voluntad para transformar,<br />

unir, dividir, combinar estos elementos; y esta<br />

industria maravillosa, cuya actividad y cuya<br />

utilidad se escapan á nuestra apreciación y<br />

aun á nuestra imaginación, no tiene, sin embargo,<br />

ningún valor. Este aparece con la primera<br />

intervención <strong>de</strong>l hombre, que en este<br />

negocio, tauto y más que en el otro, tiene<br />

que realizar un trabajo complementario.<br />

Véanse algunos ejemplos <strong>de</strong> la virtud creadora<br />

<strong>de</strong>l trabajo.<br />

En el valle <strong>de</strong> Chiana.—Había en este valle<br />

100 kilómetros cuadrados <strong>de</strong> lagunas pestilenciales,<br />

que eran un foco <strong>de</strong> infección para<br />

las comarcas vecinas. La población era escasísima,<br />

y esa vivía enferma y moría á edad<br />

temprana. Apenas se cultivaba la tierra, y<br />

su valor era nominal.<br />

Al concluirse los trabajos en 1840, todo<br />

cambió <strong>de</strong> aspecto. El suelo está cubierto <strong>de</strong><br />

una capa profunda <strong>de</strong> aluviones artificiales,<br />

<strong>de</strong> fertilidad extraordinaria. Cultívanse los<br />

cereales, las plantas oleaginosas, las tintóreas,<br />

el cáñamo, las semillas <strong>de</strong> prados artificiales,<br />

etcétera. Las 8 gran<strong>de</strong>s haciendas que poseía<br />

allí la corona <strong>de</strong> Toscana se dividieron en 150<br />

granjas. La población creció hasta el punto<br />

<strong>de</strong> ser en 1860 <strong>de</strong> 400 almas y llegar diez años<br />

<strong>de</strong>spués á 7.000.<br />

El saneamiento <strong>de</strong> las marismas <strong>de</strong> Toscana<br />

ha dado iguales resultados. Su extensión era<br />

<strong>de</strong> 120 kilómetros cuadrados. La población<br />

hacía dos siglos que había emigrado. Terminada<br />

la obra, <strong>de</strong>sapareció la causa <strong>de</strong> las enfermeda<strong>de</strong>s.<br />

Se construyeron vías públicas,<br />

pozos artesianos y fuentes comunales. Creció<br />

la población, y hoy es <strong>de</strong> 120 habitantes por<br />

kilómetro.<br />

El valor <strong>de</strong>l terreno era <strong>de</strong> 150 pesetas por<br />

hectárea, y llega la renta por hectárea á 2.500<br />

pesetas.<br />

El encauzamiento <strong>de</strong>l río Isére, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el torrente<br />

<strong>de</strong> l'Aghy hasta la frontera francesa,<br />

ha dado resultados no menos asombrosos en<br />

aumento <strong>de</strong> riqueza y población. Al encargarse<br />

el Gobierno francés <strong>de</strong> las obras, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> la anexión <strong>de</strong>l territorio, adquirió 10,50<br />

hectáreas en 500.000 pesetas.<br />

El justiprecio en 1863 era 705.670 pesetas.<br />

El justiprecio en 1866 era 1.502.000 pesetas.<br />

El justiprecio en 1899 será 1.875.000 pesetas.<br />

La población que cultiva, contenta con su<br />

suerte, no piensa en abandonar sus queridos<br />

hogares para buscar una incierta posición<br />

más brillante en medio <strong>de</strong> los peligros <strong>de</strong> las<br />

ciuda<strong>de</strong>s.<br />

Id á Holanda, y según escribe Thiers, examinad<br />

sus ver<strong>de</strong>s y frondosas pra<strong>de</strong>ras, pobladas<br />

<strong>de</strong> robustos becerros; hundid en la tierra<br />

un palo, y á 3 ó 4 pulgadas hallaréis una<br />

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