Sementera: 312 litros de grano - citaREA

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lor, en el Lot, que han sido utilizados con
truferas.
Tentativas que debieran acometerse en España
para establecer el cultivo de la trufa.—
Hace algunos años que el ilustrado general de
artillería, Excmo. Sr. D. Pedro de la Llave,
al publicar en la (rácete agrícola del Ministerio
de Fomento parte de un artículo dado á luz
por M. J. C. Planchón en la Revue de deux
mondes, con el título La truffe ei les iruffires
artificielles, llamó la atención acerca del abandono
en que se encuentra en España la producción
de las criadillas de tierra, ó sea las
trufas españolas, entregadas enteramente á
los cuidados de la naturaleza y nada más.
Es cierto, dice, que las de Extremadura,
por ejemplo, no tienen el perfume de las afamadas
francesas; pero aun así, son de muy
agradable sabor, y debieran ser más conocidas
en la buena cocina de lo que lo son realmente
, pues abundan las personas que no las han
probado nunca.
En Cataluña ofrecen un aroma más pronunciado,
lo que.no tiene nada de extraño si se
observa que las trufas del Piamonte, aunque
de un excelente aroma y sabor, difieren bastante
de las francesas, por la influencia que
debe ejercer el terreno en las condiciones de
este raro tubérculo al producirlo espontáneamente.
Cree también el señor general la Llave que
aun sin propagar en un breve plazo su consumo
en nuestro país, pudiera ser motivo de
exportación para el extranjero, vista la enorme
diferencia de precios que existe entre este
tubérculo de Perigord y el que se encuentra
en montes de la provincia de Madrid, juzgando
que sin necesidad de emplear las criadillas
españolas en Francia para la sofisticación,
pudieran ser muy bien aceptadas con su propio
nombre en mesas de grandes fondas ó
casas de lujo, sirviéndose desde luego en proporciones
razonables, y no en las microscópicas
de la trufa que sabe todo el que por Francia
ha viajado.
Nosotros opinamos también que debe acometerse
con decisión en España el cultivo de
la trufa, no sólo para dejar de ser tributarios
al extranjero de este tubérculo delicado, que
se generaliza cada vez más en nuestras mesas
de lujo, sino también como medio de aumentar
nuestra producción con un artículo de
elevado precio, hoy que hay necesidad de suplir
con otros nuevos los antiguos que van
dejando de ser remuneradores, ó alcanzan
una depreciación que no consiente seguir cultivándolos
económicamente como hasta aquí.
Dándose tan bien en la generalidad de la
Península las encinas, y disponiendo de terrenos
ligeros, secos y poco elevados, que
alcanzan un precio reducido, si es que se estiman
en algo, debiera acometerse en diversos
puntos á la vez la creación de truferas, á
fin de comparar sus productos y elegir los
que más aceptación pueden conseguir en el
comercio.
Improvisándose hoy, por decirlo así, la
producción de trufas desde que se emplean
los procedimientos de los Sres. Kiefer y Bouquet
de la Grye que hemos descrito, se lograría
conocer pronto la aptitud de diferentes
terrenos en diversos puntos de nuestro país,
y las especiales coudiciones culinarias de las
distintas trufas en cada localidad. Esta empresa,
que debiera acometer el Gobierno, para
imprimirle orden y regularidad, habría de
conducirse por los ingenieros de montes para
que ofreciese garantías de éxito y pudiese servir
de estudio á los particulares.
Ante la regeneración de nuestros cultivos,
que se impone cada día con mayores exigencias,
no es de despreciar ninguna producción
útil, como dice el señor general la Llave.
En la extensa Memoria de M. Planchón,
antes citada, se insertan muchas noticias estadísticas
que demuestran la gran riqueza que
ha producido á diferentes departamentos de
Francia la siembra de bellotas para obtener
trufas al cabo de algunos años, citándose el
caso de un labrador que habiendo comprado
una tierra malísima por 500 francos, saca de
ella ya (quince años después de la compra),
y en una campaña de recolección de tres á
cuatro meses, una renta de 1.500 francos.
En el departamento de Vancluse aprecia
M. Chatin en 3.800.000 francos el producto
de las-trufas, gracias á las siembras; pero
prolongaríamos demasiado este trabajo si nos
detuviéramos en los muchos y plausibles datos
citados por M. Planchón, que hace notar
que este sistema de siembras ha de contribuir
poderosísimamente á la regeneración forestal,
procurando millaradas de encinas, árbol de
tanta importancia en los montes.
I). Navarro Soler.
CRIBA.— Cuero circular agujereado, con
cerco de madera, que sirve para separar el
trigo y otras semillas, de las impurezas y de
los granos de malas hierbas que aparecen
mezclados con aquéllas, después de beldadas.
Los agujeros de las cribas son de diferentes
tamaños, y de ahí que unas sirvan para separar
la neguilla y granos redondos, y otras
para separar los bromos y otras semillas de
forma longitudinal. El manejo de esos sencillos
y primitivos útiles exige del operador
cierta habilidad, á fin de separar al mismo
tiempo y en forma de granzas, diversos residuos,
como la cascarilla, pequeños trozos de
tierra, pajas, etc. El diámetro de las cribas
varía según las localidades. A veces se sustituye
el cuero agujereado con redes metálicas,
ó con planchas agujereadas también.
La clasificación ó separación de los granos
y semillas se consigue asimismo con el auxilio
de ingeniosos aparatos que fabrican hoy los
constructores de máquinas agrícolas con la
denominación de cribas clasificadoras. En el
procedimiento de ordinario seguido en nuestro
país, el escogido de los granos y de las semillas
se hace con cribas ó cedazos, cuyas mallas
tienen distintos diámetros; pero el trabajo