Sementera: 312 litros de grano - citaREA

Gill — 377 — CK I
sito, y si no hay árboles realmente truferos,
tampoco hay bellotas truferas.
Un antiguo inspector forestal de Vancluse
manifestaba en 1878, á propósito de las bellotas
llamadas truferas, lo siguiente:
«La repoblación de los encinares de Ventoux
de Bedoin se extiende ya más de 2.000
hectáreas. Para procurarse anualmente las bellotas
necesarias á trabajos de tanta importancia
fué preciso recurrir al comercio por medio
de subasta, ofreciendo una cantidad determinada.
El proveedor fué un mercader del término
de Apt, M. Bourgne Felipe de Bounieux,
y todas las entregas se hicieron al precio
ordinario de 7,50 francos el hectolitro
por término medio. Pues bien; parte de esas
bellotas procedían, no de monte tallar, sino
de ramillas de altos árboles aislados, de encina
verde ó blanca: siendo de advertir que no
se hallaban trufas al pie de estos árboles. En
cuanto.á la mayor parte de las bellotas sembradas
y recolectadas en los bosques comunales
y particulares, sólo un cierto número podían
proceder de pies truferos. Si, pues, la
propiedad trufera dependiese de las bellotas
empleadas, la producción en las siembras del
Ventoux debiera manifestarse sólo por manchas,
siendo así que puede uno convencerse
de lo contrario por el aspecto del trabajo de
los cerdos, viendo que la producción es general.»
M. Bonnet y su padre las han cogido en
una parte de su propiedad que jamás había
producido trufas ni debía producirlas, vista
la naturaleza del terreno. Estos árboles no
truferos han favorecido asimismo la aparición
de las trufas sobre otra parte de esta
misma propiedad en que el terreno se presta
á su vegetación.
Creación de truferas artificiales. — Según
el citado trabajo de M. Bonnet, una trufera
de esta clase consiste en un bosque plantado
ó sembrado en líneas más ó menos espesas, según
lo que cada uno se propone, esperando
la producción criptogámica con cultivos intercalados
en las bandas de tierra que separan
las líneas de árboles.
Si se elige un terreno que permita el empleo
del arado, se trazarán de tres á cinco
surcos, y en el del centro depositará de cinco
á seis bellotas por metro una mujer que seguirá
al gañán.
En las laderas de las montañas de rápida
pendiente se sembrarán en hoyuelos sobre los
terrenos pedregosos, ó en agujeros alineados
en lo posible; pero la dirección de las líneas
no será nunca la de la pendiente, á fin de evitar
que las corrientes de las aguas arroyen
las siembras y arrastren las bellotas. Sin embargo,
siempre que se pueda, se orientarán
las líneas exactamente del Nordeste al Sudoeste,
de manera que el sol de la una de la
tarde haga penetrar sus rayos, durante el invierno,
de un extremo á otro entre las líneas
de árboles. En las exposiciones calientes y
abrigadas de terrenos secos y bajos conviene
dar la preferencia á la encina verde; en una
altitud más considerable, en tierras relativamente
frescas, á la encina roble, al avellano,
etc.
Cuanto mayor sea la facilidad para los ataques
de los ratones de campo, de las urracas
y de otros animales, tanto más cerca y profunda
ha de hacerse la plantación, sin embargo
que no debe exceder el límite de 10 á 20
centímetros como profundidad máxima. Si
además se hallare expuesta á la devastación
de los roedores, de las garzas, cuervos y otros
animales que apetecen las bellotas, convendría
cubrirlas con un poco de salvado ú otra
substancia semejante, después de envueltas en
tierra; operación que practicándose en otoño
después de la lluvia, y estando ya el terreno
suficientemente enjuto, hace que el salvado y
las otras materias entren rápidamente en descomposición
y aparten por su mal olor á los
enemigos de las bellotas, favoreciendo al propio
tiempo la germinación primero, y el desarrollo
de los árboles jóvenes después.
La administración forestal, que no puede
cuidar estas semillas como los particulares,
las espacía mucho más que éstos. Deposita en
la tierra 2 hectolitros de bellotas de encina
verde, y 3 hectolitros de encina roble por hectárea
en la siembra hecha, con el arado ó á
surcos, y la mitad de dichas cantidades en la
siembra en hoyuelos ó agujeros, ó sea de treinta
á cuarenta bellotas por metro lineal de surco;
M. Bonnet ha puesto muchas menos, sin
quedar descontento.
En el caso c|e no poderse hacer la siembra
en Noviembre, época de la cosecha de 1
bellotas
, ó si hubiese temores de que no pudiera
terminarse antes de los grandes fríos, deberá
estratificarse la semilla en un hoyo abierto en
lugar abrigado, ó mejor dentro de toneles,
donde se pondrá primero una capa de arena
bien seca, luego un lecho de bellotas, y así
sucesivamente, concliryendo por una capa de
arena de 20 á 25 centímetros de espesor. Colocados
estos toneles en lugar seco y fresco,
reúnen la ventaja de que conservan muy bien
la semilla, así como su fácil transporte al punto
donde debe utilizarse en Febrero ó Mayo,
después de los grandes fríos. Otros se contentan
con poner las bellotas en toneles, ó en
otros recipientes que llenan de agua, cuidando
de renovarla cuando presenta indicios de
fermentación.
Si el único objeto es la producción trufera,
ofrece más ventaja el comenzar á establecer
las líneas de árboles á 3 ó 4 metros de distancia,
y los plantones de 50 centímetros á un
metro sobre las líneas. Si, por el contrario,
esperando la venida de la trufa, que generalmente
no se verifica hasta los cuatro ó seis
años y algunas hasta los diez, á contar desde
la época de la siembra, se prefiere sacar de la
tierra otro producto con cultivo intercalado,
especialmente de vid, valdrá más espaciar
éstas de 5 á 6 metros. Las labores dadas á las
viñas ó á otras plantas serán útiles á las se-
Dic.—IT. 25