Sementera: 312 litros de grano - citaREA

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Estado, perjudicando á sus convecinos y á sus
conciudadanos. Hemos vivido y vivimos en
los pueblos; hemos vivido en la Administración
, y la práctica nos ha enseñado que sólo
de este modo, y después de mucho trabajo,
podrá llegarse á la aproximación á la verdad,
única aspiración que puede tener la Administración
y el contribuyente.
Todo lo que hemos expuesto, que principalmente
se refiere á la parte de cultivo, es
perfectamente aplicable á la ganadería. En
esta riqueza la variedad es, si cabe, más infinita
, y sin embargo la Administración siempre
buscando la unidad, dando resultados tan sorprendentes
que dentro de una misma zona,
•en dos pueblos limítrofes de los más parecidos,
mientras en el uno se supone un producto
líquido á cada cabeza de ganado lanar de
15 reales á unos, en el otro no pasa de 4, y
en cambio dos pueblos, uno con ganaderías
que apenas si exigen gastos, y otros en que
éstos se equiparan á los productos, la riqueza
líquida imponible base del impuesto es igual,
y por lo tanto para aquéllos la carga es ligera,
para éstos se hace de todo punto imposible el
sostenimiento de esta riqueza, que debe inspirar
mayor cuidado á todos, pues el día que
desaparezca, la agricultura quedará agonizante
, pues que si la tierra no recupera las fuerzas
que con la producción pierde, dejará de
criar, y es preciso no olvidar que el único
abono que la generalidad de los agricultores
puede utilizar es el que la ganadería proporciona
, pues los abonos minerales, á más de ser
muy caros, sería en muchos puntos poco menos
que imposible su aplicación por no ser
bien conocida, debiendo además tener en cuenta
que los ensayos podrán hacerlos los grandes
agricultores pero no los pequeños, que
si pierden una cosecha de lo poco que labran,
causarían su ruina y la de su familia.
Nos hemos extendido tanto que nos vemos
•obligados á acortar nuestra tarea, limitándonos,
para terminar, á ocuparnos de dos reformas
que se han iniciado en 1885 y en el año
actual, y del efecto que han producido recientes
quejas de agricultores y ganaderos, y los
medios que la Administración escogita para
buscar alivio á los gravísimos males que padece
la principal riqueza del país.
En 1885 se promulgó una ley en que se
•ordenaba que al hacerse los nuevos amillaramientos,
la totalidad de la cuota se cargara al
propietario, aunque el disfrute estuviese dividido
entre éste y el colono; reforma es ésta
que si desgraciadamente se llevara á cabo, produciría
lamentables resultados. Cierto es que
ahorraría trabajo á la Administración; pero
dada la situación actual de esa riqueza, en la
que ha disminuido la demanda de tierras en
cultivo y aumentado la oferta, quizás por excesivas
exigencias de los propietarios, establecer
antagonismos entre dueños y cultivadores,
dejar á éstos libres de la tributación, cargarla
toda sobre aquéllos sería de funestísimas consecuencias,
á más de ser contrario al precepto
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CON
constitucional. Exige éste que cada uno pague
por la utilidad que tenga, y se nos ocurre
preguntar: ¿obtiene lucro el colono? Es evidente.
¿Pues cómo si alcanza utilidad ha de evitar
la carga? ¿Con qué razón ni justicia se ha
de hacer responsable al propietario' y las fincas
de la utilidad que se obtiene con el capital
mueble y la industria? ¿Se ha de hacer
solamente porque la Administración trabaje
menos? Mediten nuestros hombres de gobierno
mucho este punto, y de seguro la reforma
intentada se dejará en el olvido.
En el año actual se ha proyectado otra reforma,
que consiste en dividir los tres conceptos
de que se compone el impuesto, es decir,
lo urbano, lo rústico y lo pecuario. Si á esto
se limitase la reforma, la tributaríamos toda
clase de alabanzas, que riquezas de índole tan
diversa, de tan distinta naturaleza, no deben
ser objeto de una sola tributación. Pero la reforma
va más allá; en lo urbano se busca la riqueza
imponible, de modo que los perjudicados
son los habitantes del campo y pequeñas
poblaciones; en lo rústico se basa en la reforma
intentada en 1885, y en lo pecuario se señala
desde luego un tipo igual de riqueza líquida
para todos los pueblos de la Península, por
ese constante afán de la Administración de
buscar la unidad, que tanto monta señalar una
cuota igual por cada cabeza, y bastará hacer
una simple observación para que sus autores
fijen de nuevo su atención en este asunto, de
vitalísimo interés para la riqueza pública, ya
que felizmente no ha llegado á ser ley el proyecto.
Se señala la cuota de 3 reales por cada
cabeza de ganado lanar en toda España. Pues
bien; ¿produce lo mismo el ganado lanar
en Extremadura y en las montañas que la
separan de Castilla, que en las llanuras de
ésta? ¿Creen que pesa tanto el vellón merino
del llano de Castilla, como el del puerto de
Tornavacas, divisorio de Castilla, y la tierra
de Plasencia? ¿Vale tanto la arroba de lo uno
como de lo otro? ¿Cuesta lo mismo la manutención
del ganado estante que la del trashumante?
¿Es la misma la utilidad del abono
para el que dispone de todo lo de su ganado,
con más el del trashumante, que la que obtienen
los pobres ganaderos de Castilla, que
pierden todo lo de los meses de otoño, invierno
y parte de la primavera? ¿Cuesta lo mismo
la guardería de los rebaños de las dehesas
de grandes dimensiones, que un mayoral y un
zagal custodian cómodamente 500 y más cabezas
, sin que apenas tenga que pagar daños
el dueño del ganado, que en la subdividida
Castilla, donde no pueden guardar arriba de
300, y esto con mucho trabajo y gran exposición
de causar daños? Pues si son tan distintas
las utilidades; si son tan diversos los
gastos de producción; si son tan diferentes
los precios de las crías y de las lanas; si unos
tienen producto y medio, y otros medio producto
del abono, ¿cómo exigir la misma cuota
á todas las cabezas de ganado lanar? Esto