Sementera: 312 litros de grano - citaREA

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cipal fundamento de las enormes injusticias
del reparto.
Por sensible que nos sea confesarlo, porque
hemos pertenecido á la Administración, nos
vemos obligados á consignar que la principal
causa de los males que acarrean las cartillas
evaluatorias vigentes se debe á que la Administración
, con rarísimas excepciones, se compone
de funcionarios muy dignos, muy probos,
muy celosos, pero que por punto general
desconocen la propiedad y el cultivo, ignoran
cómo se realiza la producción y el cambio, y
atentos sólo á buscar en la uniformidad de los
trabajos la facilidad de llevar á cabo los que
creen ser su única misión, causan incalculables
perjuicios que urge reparar, si quiere, evitarse
la ruina de la principal riqueza de la
nación.
Si quisiéramos aducir pruebas del desconocimiento
que la Administración tiene del modo
de ser de la riqueza y de la producción, tendríamos
tarea para mucho tiempo y necesitaríamos
un libro para enumerarlas; pero basta
con que citemos algunas para que nuestros
lectores se persuadan de la verdad de estas
aseveraciones.
Una Administración que en el reglamento
general de estadística afirma que no es mayor
la utilidad de una finca cercada que la de
otra abierta; una Administración que en resolución
de 9 de Noviembre de 1878 afirmó
que sembrar de garbanzos una tierra en trashoje,
ó sea en lugar de descansar y ser barbechada,
gana en fuerzas productoras, cuando
nadie ignora que es la producción que más
esquilma la tierra; una Administración que
conceptúa de igual producto, dada la unidad
productora, á una finca de grandísimas dimensiones,
con su casa de labor en el centro de la
misma, que los bocadillos de tierra que se ven
en las cartillas y provincias del Norte; una
Administración que no admite como labores
necesarias, deducibles sus gastos, el asurcar, el
rejacar y el escarde, sobre todo en trigos y
cebadas; una Administración que parte del
error de que no puede haber más que tres
calidades en los terrenos de pan llevar, y
solamente dos en los viñedos y olivares; una
Administración, en fin, que al señalar las
exenciones hace iguales los plantíos del Mediodía
de España que los de las llanuras de
Castilla y las montañas del Norte, no puede,
en verdad, ofenderse porque se diga que no
tiene la competencia necesaria para llenar debidamente
su misión.
Pues bien: buscar la uniformidad cuando
es varia hasta lo infinito la riqueza territorial
y el cultivo, resulta un absurdo al pretender
aquélla, que será muy cómoda, pero altamente
injusta. No hay dos provincias iguales; es
más, dentro de la provincia no hay dos zonas
idénticas; más aún, dentro de las zonas no
hay dos pueblos semejantes, ni en éstos pudiera
decirse dos fincas completamente iguales;
y si es tanta la variedad, ¿á qué buscar
la unidad cuando se trata del tributo? Com­
párese hasta la organización de la propiedad,
y se verá que del Guadarrama para el Sur la
propiedad se concentra á medida que al Sur
se llega, á excepción de las huertas de Murcia,
Alicante y Valencia, y esto por razones
especiales, y se subdivide para el Norte, llegando
casi á lo inconcebible cuando á la costa
cantábrica nos acercamos; mientras en muchas
zonas de Andalucía, 100, 200 ó 300 pares
de labor no tienen que atender sino al sustento
de una familia, en Castilla, León, Asturias
y Galicia atienden á multitud de familias,
y hasta esto debe tener en cuéntala
Administración, porque no es lícito prescindir
de la manera de ser las cosas.
El cultivo de las grandes fincas es mucho
más productivo que el de las pequeñas porciones:
primero, porque eu aquél todo el producto
es para el dueño ó colono; en éstas, fuera
de las producciones mayores, el aprovechamiento
de rastrojera y barbechera es de común
aprovechamiento; segundo, porque en la finca
grande los gastos del cultivo son menores y
ia recolección más barata; en las pequeñas
tierras, en llegar con los pares á la arada y
en las vueltas, se pierde la mitad del tiempo;
y tercero, porque en las primeras la custodia
y defensa de las cosechas es fácil, y en las
segundas es punto menos que imposible; pues
si aparte de otras mil diferencias que pudieran
citarse, las enumeradas patentizan lo vario
de la producción, ¿cómo se explica que la
Administración imponga la unidad al hacerse
las cartillas evaluatorias? No nos cansaremos
de repetirlo: puesto que la variedad más absoluta
constituye la esencia de la riqueza base
del tributo, la Administración no puede buscar
la unidad sino en los principios fundamentales
del impuesto, esto es, que todos
paguen según la utilidad calculada que tengan;
que la utilidad sea la resultante de deducir
de los productos ordinarios que aproveche
el cultivador, los gastos precisos para obtener
esa producción. Hay pueblos en que no son
bastantes tres calidades de terreno para hacer
con justicia la evaluación, pues se ponen cuatro
ó cinco; será el trabajo más minucioso,
pero se acercará más á la verdad. Se precisa
eu unos pueblos cuartear las tierras para
obtener producto y en otros no; se necesita
en unos asurcar y en otros no; se aprovecha
en unos por el que disfrutan las fincas todos
sus productos y en otros no; pues todo debe
tenerse en cuenta para hacer la cartilla evaluatoria;
en una palabra,'cada pueblo necesita
la suya, hecha en consonancia con la manera
de ser de la producción. Que esto ofrece
trabajo á la Administración, que lo ofrezca;
que no tiene datos bastantes para hacerlas,
pues llévese á la Administración personas que
conozcan el génesis de la producción prácticamente,
que conozcan la manera de ser de
los pueblos, y que conozcan también las localidades,
y ellas serán el mejor elemento que
la Administración puede utilizar contra los
que pretendan defraudar ¡os intereses del