Sementera: 312 litros de grano - citaREA

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reparadas y ser hoy el impuesto mejor organizado,
y el más equitativo y justo en su exacción.
Pero se hizo todo lo contrario; se tuvo
solamente en cuenta la necesidad del Tesoro
y la gloria del reformador, en vez de buscar
las utilidades para saber lo que obtenerse podía
en favor del presupuesto; se vio lo que
éste precisaba, y se derramó entre las provincias,
sin conocer las utilidades; se encargó á
aquéllas repartieran entre sus pueblos la parte
que á cada uno correspondiera; se compelió
á los pueblos á repartir el cupo que la
provincia le señalara entre los propietarios,
cultivadores y ganaderos; lo esencial era hacer
la reforma y obtener 300 millones de reales.
Así fueron los resultados alcanzados.
Como la Administración no tenía datos
estadísticos bastantes para repartir el cupo
total, resultaron desigualdades é injusticias
de importancia al designar los cupos provinciales.
Al repartir las provincias su respectivo
cupo entre los pueblos, las desigualdades se
agrandaron, ya por la causa arriba indicada,
ya porque influyendo la pasión en la derrama,
resultaron unos pueblos favorecidos, mientras
que otros resultaban muy perjudicados. Y
por último, viéndose los pueblos compelidos
á derramar y obtener el cupo que la provincia
les señalara, entre los contribuyentes de la
localidad, las pasiones tomaron alto vuelo, y
se vio en la inmensa mayoría de los casos que
los más gravados fueron los hacendados forasteros,
que, lejos de la Junta repartidora, no
conociendo las operaciones de ésta, ignorando
los recursos que utilizar pudieran y desconociendo
cuándo podían hacerlo, fueron los más
perjudicados con la precipitación de la reforma,
que dio lugar á que un tributo que la
justicia y la equidad aconsejan sea de cuota,
se estableciera siendo de cupo repartible; vicio
del que aún no ha podido librarse, á pesar de
recientes esfuerzos, tan plausibles como inútiles.
No fueron éstos solamente los inconvenientes
del planteamiento de la contribución, sino
que se estableció una lucha entre los pueblos,
las provincias y la Administración, que Ha
hecho antagónicos, por no decir enemigos, los
intereses del Estado y el contribuyente, cuando
debieran ser armónicos; lucha que si siempre
y en todas partes es peligrosa, en nuestro
país produce terribles consecuencias , por lo
mismo que aquí hasta el más místico no cree
pecaminoso defraudar al Estado, porque considera
que obra eu ley de defensa; error á
que ha dado lugar en gran parte la Administración
por esa desconfianza en que por regla
general se inspiran todos sus funcionarios.
La Administración, persuadida sin duda
de las-injusticias del reparto para 1845, rebajó
50 millones del cupo general para 1846, y
dio comienzo á la formación de un amillaramiento
que hacía base del reparto, que fué
por donde debió empezar; pero los resultados
que se obtuvieron fueron muy deficientes, y
sin embargo, en. 1849 se elevó de nuevo el
cupo total á 300 millones, disponiéndose que
ni el cupo provincial ni el municipal, ni la
cuota individual excediera del 12 por 100 de
la riqueza; proposito plausible, pero ineficaz,
porque no conociéndose la riqueza del contribuyente,
del pueblo, ni de la provincia, el problema
se planteaba mal. Si se hubiera procurado
primero conocer la riqueza, obtener de
ésta el 12 por 100 y la resultante tomarse
como ingreso para el presupuesto, la modificación
hubiera sido provechosa; pero invertidos
los términos, es decir, siendo forzoso obtener
300 millones y no pudiendo pasar del 12
• por 100 el cupo provincial, el municipal y la
cuota individual, y siendo lo desconocido la
riqueza imponible, esto es, la base del impuesto,
preciso fué elevar ésta tanto cuanto era
necesario para, sin exceder el tipo tributario,
obtener los 300.millones, y resultó lo propio
que en 1845, la desigualdad en las provincias,
algunas de las cuales ni aun aquéllos imperfectos
datos estadísticos quisieron facilitar,
y ésta es la hora que, después de cuarenta
años, la Administración no ha logrado
que hagan amillaramientos buenos ni malos,
ni. tienen apéndices, y sólo hacen repartimientos
sobre la base de la riqueza que al principio
se les señalase, con los aumentos que exigencias
de la Administración han conseguido.
En 1856 se elevó el cupo total á 350 millones,
pero siempre al tipo de 12 por 100; de
modo que fué preciso obtener aumento de la
riqueza líquida imponible. La Administración
lo consiguió, ¿pero cómo? no fué por declaraciones
espontáneas de los contribuyentes;
tampoco por comprobaciones sobre el terreno
sino en contadísimos casos; lo consiguió
por la presión que la administración provincial
ejercía sobre los pueblos, que ante los peligros
de la comprobación admitían aumentos
eu la riqueza, y sucedió lo que era natural;
cada jefe de provincia oprimía á los primeros
pueblos que, obedientes al mandato, se presentaban
á conferenciar, y luego que había
logrado aumento bastante para obtener el
cupo provincial nuevo sin salir del 12 por
100, cesaban de oprimir á los pueblos reza-
.gados; injusticia notoria y que dejaba una
triste enseñanza, cual es que el que mejor se
presta á cumplir sus deberes sale perjudicado.
Los pueblos siguieron defendiéndose con
recargar á los hacendados forasteros, sobre
todo á los propietarios que á gran distancia
residían; pero bien luego, sobre todo en las
Castillas, se vieron privados de esta injusta
defensa, porque circunstancias que después
enumeraremos, aumentaron de extraordinario
modo la demanda de colonias, y los propietarios,
aprovecháudose de tan favorables circunstancias,
pactaron con los cultivadores
que corrían de cuenta y cargo de éstos los tributos
ordinarios y extraordinarios que sobre
la riqueza territorial se hallaban establecidos
ó en adelante se establecieran.
Eu 1858 se elevó el cupo á 400 millones y
á 14 el tipo tributario; más tarde, á 430 y