Sementera: 312 litros de grano - citaREA

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demostrado en España la desigualdad de esa
contribución, porque el pobre, que regularmente
tiene más hijos que el rico, paga más
en proporción, porque consume más, y lo
paga en los objetos de primera necesidad, que
son los que entran en mayor cantidad en sus
consumos. La historia acredita que este método
de contribuir hizo subir el precio de los
jornales y de las manufacturas, y arruinó las
artes, la industria y la agricultura. La contribución
de consumos ocasiona graves vejaciones
en su cobranza, porque son precisas
fórmulas minuciosas, registros y pesquisas
que llenando de amargura la vida, encarecen
los precios por el sacrificio del tiempo que
ocasiona al labrador y al comerciante, que
emplean sus capitales en la compra y venta
de los géneros sujetos á la contribución. Derramar
contribuciones sobre los consumos es
quitar los medios de consumir, detener el
aumento y la producción, por la que se entorpece
y destruye la población.»
Nuestro inmortal Jovellanos, en su célebre
informe sobre la ley agraria, en su párrafo
307, nos dice: «No es-tampoco cierto que los
derechos cargados sobre los consumos recaigan
precisamente sobre los consumidores. Es verdad
que así sucederá siempre que el vendedor
dé la ley al comprador, porque eutonces embeberá
en el precio de venta el gravamen de
la contribución. Mas cuando el vendedor, en
vez de dar la ley, la reciba del comprador,
¿no es claro que aspirando éste á la mayor
equidad posible en el precio, tendrá el vendedor
que contentarse con la mayor ganancia
posible? Este último caso es tal vez el más
ordinario y frecuente entre nosotros. Mas
teniendo en cuenta que es un principio cierto
y una máxima prudente de economía, apoyada
en la razón y en la equidad, que, todo
impuesto debe salir del superfino y no del necesario
, de las fortunas de los contribuyentes,
porque cualquier cosa que se amengüe de la
subsistencia de una familia podrá causar su
ruina, y con ella la pérdida de un contribuyente
y la esperanza de muchos. Como en
este caso se halle una gran porción del pueblo
rústico, y señaladamente los jornaleros
que en los países agrícolas son el brazo derecho,
es visto cuan injusta será la contribución
sobre consumos y cuáu funesta al cultivo
, ora disminuya el número de jornaleros,
ora encarezca su salario.»
Si á lo expuesto por Jovellanos se añade
que esos frutos, como el vino, aceite, cereales,
etc., etc., recargados con los impuestos
de consumos, han pagado anticipadamente la
contribución territorial, industrial, etc., sobrecargados
en los gastos de producción con
el aumento de los jornales que al mayor valor
de las subsistencias originan los consumos,
bien puede decirse con muchos que se han
declarado contra esos impuestos, que son la
mayor calamidad que aflige hoy á nuestros
pueblos. Y se nos dirá: ¿Tan pobres de conocimientos
son nuestros hombres de gobierno
que no encuentran otra manera de crear recursos
para subvenir á las cargas del Estado,
que se sobrepongan á esas dificultades y perjuicios
que originan á la comunidad? Nosotros
contestaríamos franca y categóricamente: no
lo han encontrado aún. Para comprobar este
dicho, nos ayudan hechos recientes.
Por la ley de 16 de Abril de 1856 se estableció
la derrama ó mi impuesto directo para
sustituir el de consumos. Al compás del himno
de Riego los pueblos los hicieron desaparecer,
lo cual había ya tenido lugar antes en
otras épocas, como lo tuvo después. Para
reemplazar los ingresos y cubrir el déficit se
creó en 1856 una contribución directa denominada
derrama, así como en 1868 tuvo lugar,
á impulsos de la revolución, el famoso impuesto
personal, que ambos vinieron á reemplazar
el sistema tributario de D. Alejandro
Mon, que estableció en 1845 la contribución
de consumos, suprimió los nombres de varios
impuestos que tenían este carácter y se cobraban
con diversas denominaciones.
La derrama, como la contribución personal,
duraron poco tiempo, y nosotros tuvimos
ocasión de oir en algaradas populares: que
pongan los consumos y que pague el que tenga.
Esto implica que preferían el impuesto indirecto
al directo, ó mejor dicho, que ambos
dejaban que desear.
La derrama, como la contribución personal,
así como la prestación personal, no son otra
cosa que la capitación (1), que es una reminiscencia
de la servidumbre de la Edad media,
en que la organización de la sociedad antigua,
las jerarquías exceptuaban las clases superiores
de pagar impuestos, á los que sujetos
quedaban sólo la plebe. La única diferencia
en la clasificación es que hoy nadie se exceptúa;
que lo mismo el noble que el plebeyo
pagan la contribución, para cuyo fin la base
del impuesto es la clasificación. Pero al clasificar
los contribuyentes en diez clases, por
ejemplo, poniendo á un bracero tres días de
trabajo, que pueden representar 6 pesetas de
valor, y ser la clase inferior; y á la superior
30, que importan 180, habrá de resultar,
como así sucedió, lo que hoy acontece con las
cédulas personales, invirtiendo la escala, que
la primera clase paga 100 pesetas, cuando los
pobres jornaleros tienen que hacerlo de 50
céntimos. En el primer caso resulta que un poderoso
cuyas rentas, suman millones cumple
con 100 pesetas, y un pobre que con dificultad
reúne los 2 reales que á su clase corresponde,
los ha de dar por un papel que nada
le sirve; pero unidos á los 24 reales de los
días de trabajo, suman una cantidad difícil
de reunir por él. Todo demuestra que si es
fácil decir y establecer el principio de que
todos deben contribuir para las cargas del
(1) Dozy dice que la clasificación hecha por los
árabes para exigir de los cristianos de España la con-'
tribución fuá personal ó de capitación. (V. Capitación.)