Sementera: 312 litros de grano - citaREA

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semillas contienen bajo sus tegumentos un
embrión, rodeado de abundante albumen. Las
tuyas y los enebros presentan una organización
muy análoga, y solamente se diferencian
de los cipreses por modificaciones insignificantes;
los pinos, los abetos y otras coniferas
llamadas abietíneas presentan ya diferencias
más marcadas; el filete de los estambres es
corto, y lleva dos celdillas de anteras paralelas,
que se abren por hendeduras longitudinales
extrorsas, y cuyo conectivo se prolonga
generalmente por cima de ellas en una
lengüeta de forma y dimensiones variables.
La inflorescencia femenina es más complicada;
el número de brácteas en el eje es indefinido,
y en las axilas aparece un pequeño
ramo que se aplana muy luego de adelante
hacia atrás, y adquiere el aspecto de una
escama más ó menos espesa. Ese pedúnculo
deformado constituye las flores, iguales
á las de los cipreses por su organización,
con la diferencia de que su ovario, lejos de
mantenerse derecho, dirige la cima hacia la
base de la escama, y el cuello, si bien se conserva
abierto, termina en dos ramitas desiguales.
El embrión lleva varios cotiledones
verticilados. Con la madurez del cono se vuelven
leñosos los pedúnculos aplanados, y llegan
á cubrir los frutos y las brácteas. Los
frutos en aquenio se rodean de una ala total
ó parcial que se separa espontáneamente durante
la madurez, ó permanece adherida al
pericarpio. Así, pues, en las abietíneas las
escamas del cono son de naturaleza axil, y en
los cipreses son únicamente las brácteas modificadas.
En ciertas coniferas exóticas, como
la Araucaria, las Cunninghamia, etc., las
flores son parecidas, por la disposición de sus
partes, á las del pino, y la flor femenina puede
presentarse solitaria á la extremidad de una
rama, como se observa en el tejo común, cuyo
fruto, durante el período de desarrollo, aparece
rodeado por una especie de cúpula saciforme
y carnosa, procedente de una hipertrofia
del pedúnculo, que se agranda y acaba
por exceder al ovario. No siempre es seco el
fruto de las coniferas; á veces forma una drupa,
provista de un mesocarpo y de un hueso
más ó menos espeso, como se ve en los podocarpos
y en los ginckos.
Todas las coniferas son plantas leñosas, y
á ese grupo pertenecen los árboles más gigantescos
que se conocen, como las Sequoias,
que vegetan en las montañas del Noroeste de
los Estados Unidos. Sus hojas son alternas
unas veces, opuestas otras, rara vez verticiladas,
y de muy variadas formas y dimensiones.
Reducidas al estado de escamas estrechamente
imbricadas en los cipreses y tuyas, son
largas y afiladas en los enebros, pinos, etc.,
justificando la denominación vulgar de agujetas,
y otras veces llevan un limbo más ó
menos amplio, como se ve en los podocarpos
y ginckos. Esas hojas se presentan en ocasiones
separadas, en ocasiones agrupadas en ramúsculos
muy cortos: casi siempre son per­
sistentes, y de ahí que se haya llamado árboles
verdes á esas plantas. Sin embargo, en el
alerce son caducas. Los conos son también
muy variables en su volumen, dirección y
consistencia, y por medio de ellos y algunos
otros caracteres se han distinguido las varias
especies de coniferas, algunos de cuyos tipos
son dioicos, como los tejos (Taxus). En algunas
especies median más de dos años entre
la floración y la madurez del fruto; en otras
ésta se verifica á los pocos meses. Las coniferas
abundan en las regiones templadas y
montañosas de ambos hemisferios, formando
extensos bosques. Se han descrito unas trescientas
especies, repartidas en treinta géneros,
agrupados á su vez en varias tribus, las principales
de las cuales son las Cupresíneas, las
Taxíneas, las Abietíneas, las Araucarias, etc.
Todas esas plantas producen abundantes resinas,
que fluyen de elementos especiales distribuidos
en las hojas, en la corteza ó en la
madera. Esas substancias, llamadas también
trementinas, comunican á los diferentes órganos
gran resistencia á los agentes exteriores
de destrucción, y de ahí que la madera sea
relativamente incorruptible. Muchos pinares
y bosques de coniferas están sometidos á una
explotación regular para la extracción de resinas,
obteniéndose éstas por medio de incisiones
practicadas oportunamente en los
troncos. Esos hidrocarburos se emplean actualmente
en grande escala. Sometidas á la
destilación seca muchas coniferas, suministran
breas muy estimadas, como la de Noruega,
obtenida de varios pinos y abetos, y la de
enebro, llamada vulgarmente aceite de enebro
ó miera, que se obtiene del oxicedro (Juniperus
oxycedrus, L.), 3' que por su acritud 3'
causticidad emplea la terapéutica para la curación
de úlceras ó enfermedades parasitarias
cutáneas del hombre y de los animales. Las
resinas se emplean para la confección de muchos
barnices.
Algunas especies de la gran familia de las
coniferas producen frutos comestibles, como
el pino albar ó piñonero (Pinus pinea, L.),
y el Pi?ius pumilio, Hanke. También se consume
en China el pericarpio carnoso del
Gincko biloba, á pesar de su poco grato olor.
Otras veces la parte carnosa 3' comestible es
el pedúnculo floral, que presenta la forma de
una pera. El podocarpo y otros son utilizados
como árboles frutales en el Oriente. Las propiedades
acres de las hojas y tallos jóvenes
de algunas especies, como el Juniperus sabina,
L., se emplean desde muy antiguo como
sudoríficos y emenagogos, y contienen un veneno
que es necesario manejar con gran precaución.
El alerce de Europa da por la incisión
de sus ramas una substancia azucarada
y algo amarga que se emplea como purgante
ligero, y la corteza del pino silvestre se utiliza
para obtener una materia textil. Como
árboles maderables las coniferas desempeñan
importantísimo papel; alguuas no forman
nunca un tronco principal, y otras, como la