Sementera: 312 litros de grano - citaREA

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Del vértice sutil de su cabeza,
Tomarás de la parte más delgada
Del cuello la semilla; y si te gustan
• Globosas, como hidrópica barriga,
La sacarás del mismo centro de ellas:
Estas te servirán á varios usos:
O bien á conservar peces Narycios,
Y dulce ática miel del monte Hymeto;
O para sacar agua, ó verter vino;
O, en fin, para ayudar á tus lúiuelos
Guando en los ríos á nadar empiecen.»
El libro undécimo es de sumo interés. Explica
en él el autor las.condiciones que ha de
tener el capataz; pone un minucioso calendario
de agricultura, y trata extensamente del
cultivo de las hortalizas.
El libro duodécimo y último es un tratado
completo de economía doméstica, y como lo
que dice de las romanas de su tiempo tiene
perfecta aplicación á las españolas de la época
presente, ponemos á continuación un párrafo
sobre esta materia:
«No sólo entre los griegos, dice, sino después
entre los romanos, hasta el tiempo de
nuestros padres, casi todo el trabajo doméstico
fué peculiar de las mujeres, como si los
padres de familia volviesen á sus casas á descansar
de los negocios forenses, desechando
todos los cuidados. En efecto, había en ellas
im respeto sumo, junto con concordia y exactitud,
y la esposa, animada á la vigilancia
por una admirable emulación, ponía mucho
empeño en aumentar y mejorar por su cuidado
los bienes de su marido. Nada se veía/separado
en la casa; nada que dijese el marido
ó la mujer ser privativamente suyo, sino ambos
conspiraban á beneficiar el caudal común,
de suerte que la exactitud de la mujer en las
cosas de la casa era igual á la industria del
marido en los negocios forenses. Por consiguiente,
el cargo de capataz y el de la ama de
llaves no era de gran trabajo, como que los
mismos amos visitaban diariamente y manejaban
su caudal. Pero ahora que la mayor parte
de las mujeres están entregadas al lujo y á la
ociosidad, de tal manera que ni aun se dignan
de tomar el cuidado de preparar la lana y hacerla
hilar y tejer, y se fastidian de las ropas
de telas hechas-en la casa, al paso que arrastradas
por una perversa pasión, sacan de sus
maridos, á fuerza de halagos, otras más exquisitas,
que se compran por una excesiva
suma de dinero que se lleva casi todas sus
rentas, no es maravilla que las fatigue el cuidado
del campo y de los instrumentos de la
labor, y que tengan por una cosa indecente
estar unos pocos días en la casería. Por lo
cual, habiendo no sólo dejado de usarse, sino
aniquiládose enteramente aquella costumbre
antigua de las madres de familia, sabinas ó
romanas, se ha introducido por necesidad que
el cuidado de la ama de llaves se extienda á
ejercer las funciones de aquéllas; porque también
los capataces han entrado á ocupar el
lugar de sus amos, que en otros tiempos,
por una costumbre antigua, no sólo culti­
vaban los campos, sino también habitabau en
ellos.»
VIL Los autores coetáneos apenas hablan
de los últimos años de Columela. O vivió
completamente ajeno á las intrigas cortesanas,
feliz y contento en el seno de su familia, ó
tal vez fuera de Roma, escandalizado de la
corrupción reinante de costumbres. Esta es
la opinión de Tiraboschi 4 Lo que parece más
cierto es que murió antes del año 12 del imperio
de Nerón, siu que quede un solo documento
referente á sus postreros días.
No debe causar maravilla tal silencio, teniendo
en cuenta lo azaroso de las circunstancias;
antes bien era natural que los vicios
y crímenes del imperio de Nerón no dejasen
libre la atención para dolerse públicamente
de la muerte de los ciudadanos que por gusto
ó por miedo vivían como ocultos en la obscuridad
de sus hogares.
Pero fué justa la posteridad. Los autores
que en los siglos sucesivos se ocuparon en
materias agrícolas lo tomaron por modelo ó
lo plagiaron, sieudo para todos el Tratado de
Re Rustica el documento romano más precioso
que puede consultarse para conocer el estado
agrícola de aquella edad. Casiodoro, aconsejando
á los monjes el ejercicio de la agri
cultura, alabó la obra de Columela; le aplaude
sobremanera San Isidoro, tomando de la obra
de Columela mucho sobre los trigos antiguos,
ya de la sementera, forraje y cebada, bien
respecto á la esterilidad del trigo tremesino y
de la siembra de la alfalfa; los años que dura
en el terreno, y las cuatro ó seis veces que se
puede segar anualmente; y por último, habla
del árbol pérsico y de cuanto había consignado
acerca de las vides y halló aceptable en
Columela, creyendo además en la importancia
general de la misma obra.
En tiempos posteriores ha sido, si cabe,
aún más fervoroso el culto dedicado á este
insigne geopónico. «El primero, dice el erudito
Sr. Tinagero, que entre los modernos se
cree ilustró la obra de Columela, fué Facundo
Veroneuse, quieu, como he dicho colocó el
libro de los árboles al final de toda la obra;
después Jorge Alejandrino, Felipe Beroaldo,
José Scaligero, Ful vio Ursino, y otros muchos
filólogos ilustraron también con notas
y prefacios la expresada obra, según afirman
Nicolás Antonio, Fabricio y Gesnero. Emprendieron
nuevos estudios respecto de la
obra de Columela, Pedro Chacón, en compañía
de Ful vio Ursino; pero la temprana muerte
de aquél dejó en la obscuridad muchas
noticias bien particulares de este autor. Siguió
luego en esta serie de trabajos Cristiano
Schosttgeuio, añadiendo nuevas notas y correcciones,
imitándole en tan laudable empresa
otros extranjeros, pero nunca con la
perfección á que llevaron sus estudios los
célebres italianos Juan Matías Gesnero, desenvolviendo
éste más que ninguno otro cuantas
ideas y conocimientos pudo observar en
estas materias, y recogiendo además todas las