Sementera: 312 litros de grano - citaREA

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conseguir este objeto y todos han sido inútiles.
Ni el aceite y alquitrán, ni las disoluciones
corrosivas y venenosas, ni las lechadas alcalinas
más enérgicas han bastado para impedir
la salida de la piral en la primavera; de suerte
que el embadurnamiento del tronco, desacreditado
en todas partes, ha caído completamente
en desuso.
En nuestros días se habla mucho de un procedimiento
análogo para destruir el llamado
huevo de invierno de la filoxera. Ese huevo,
depositado también por su madre debajo de la
corteza de la cepa para pasar allí la estación
fría del año, se aviva en la primavera y de
él nace una hembra fundadora de todas las
colonias subterráneas y partenogenésicas que
han de atacar las raicillas del precioso arbusto
y acabar al fin con su vida. Un sabio de
primer orden, M. Balbiani, profesor del Colegio
de Francia (París), concibió esta idea
para destruir en su origen el germen del terrible
azote, y propuso la fórmula y los ingredientes
que debían emplearse, á fin de que
el insecto muriese antes de llegar al subsuelo.
Por ahora los experimentos que se han hecho
en la nación vecina y que por orden de su
Gobierno continúan actualmente en Argel
formando parte de los tratamientos administrativos
contra la plaga filoxérica, no han
dado resultados concluyentes, á pesar de la
grande autoridad científica de que goza el inventor
de este remedio. Ignoramos si tendría
mejor éxito su empleo para matar la crisálida
de la Cochylis roserana, pero séanos permitido
dudarlo, porque conocemos prácticamente
la vida tenaz de este lepidóptero.
El escaldamiento del tronco es el sistema
hoy más generalizado en Francia para destruir
la oruga de la piral en invierno. Débese
la invención de esta idea á M. Eaclet, agricultor
de la Borgoña, y á ella se atribuye la
salvación de los viñedos de la rica comarca
llamada Beaujolais, que á causa de las frecuentes
invasiones del insecto se hallaban
amenazadas de completa ruina. En 1873 ensayamos
este sistema contra la crisálida de la
Cochylis, valiéndonos al efecto de aparatos
idénticos á los que se usan en Francia, pero
debemos confesar que el éxito no correspondió
á nuestras esperanzas. Tal vez dependió el
fracaso de haber imitado con demasiada fidelidad
el ejemplo de los viticultores franceses,
no aplicando más que un litro de agua hirviendo
al tronco de cada cepa, sin tener en
cuenta que en Borgoña las vides se desarrollan
menos que en el Campo de Tarragona,
por la razón sencilla de que en aquella comarca
extranjera cada hectárea suele contener
10.000 pies, mientras nosotros sólo plantamos
de 2.500 á 3.000. Como la crisálida de
la Cochylis es mucho más voluminosa que la
pequeñísima oruga de la piral, que se esconde
en las resquebrajaduras de la corteza añosa
; sospechamos que el mal éxito de la operación
se debió á la insuficiencia del escaldamiento
, que probablemente exigía una canti­
dad de agua hirviendo tres ó cuatro veces
mayor.
Esto hubiera aumentado mucho los gastos,
consideración que el agricultor no debe perder
nunca de vista; pero todavía influyó otro
motivo en la resolución que adoptamos de no
repetir los ensayos. Esta razón es que si el escaldamiento
produce buenos efectos contra la
piral, consiste en que, siendo numerosísimas
las pequeñas larvas del insecto que pasan el
invierno en el tronco, la acción directa del
calórico debe destruir siempre muchas de
ellas, mientras que las crisálidas de la Cochylis
que buscan allí su refugio son relativamente
pocas, toda vez que la mayor parte de las
orugas mueren en los lagares sin haber tenido
tiempo de transformarse. Habrá, por consiguiente,
algunas cepas sin ningún insecto debajo
de la corteza del tronco, y como es imposible
distinguir las que abrigan el enemigo,
el remedio nos parece excesivamente costoso
y no vacilamos en rechazar desde luego este
sistema.
No conocemos prácticamente la eficacia del
azufre para asfixiar la Cochylis por medio de
las campanas metálicas á que hemos aludido
más arriba. Ni hemos ensayado este procedimiento,
ni tenemos noticia de que lo haya
intentado nadie en Francia, donde sin embargo
se practica en grande escala contra la piral,
lo mismo que el escaldamiento, prueba
evidente de que ambos sistemas han producido
favorables resultados en las regiones invadidas.
Bástanos hablar de la persecución de la
Cochylis en estado de larva. Hasta aquí nos
parece haber demostrado que todos los remedios
cuyo análisis acabamos de hacer, cualesquiera
que sean su mérito y su eficacia
contra la piral de la vid, no deben aplicarse
á la Cochylis, unos por materialmente imposibles,
otros por inútiles y otros por autieconómicos.
El procedimiento que nos falta examinar
ofrece caracteres distintos, porque si
la destrucción de la piral es muy difícil en
estado de oruga, tratándose de la Cochylis se
presenta al contrario como fácil, aunque generalmente
costosa.
De dos maneras se ha atacado la oruga de
la piral: arrancando los mismos pámpanos en
que ejerce sus estragos, y matándola directa é
individualmente sobre la cepa. El primer medio
ofrece inconvenientes muy serios. Desde
luego se comprende que siendo tan extraordinario
el número de larvas que se diseminan
por la nueva vegetación, habría necesidad de
despojar la vid de una gran parte de su folla-,
je para acabar con el insecto, y esto pudiera
poner en peligro la misma vida del arbusto,
según apuntamos ya al tratar de la destrucción
de los huevos. El segundo procedimiento,
llamado en Francia échenillage, y que en las.
grandes invasiones de la piral ha llegado á
prescribirse por las autoridades de aquel país
como medida obligatoria, es muy engorroso,
costosísimo y por lo común de exiguos resul-