Una rosa en invierno 01/3»/ - Autoras en la sombra
Una rosa en invierno 01/3»/ - Autoras en la sombra
Una rosa en invierno 01/3»/ - Autoras en la sombra
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
<strong>Una</strong> <strong>rosa</strong> <strong>en</strong> <strong>invierno</strong> <strong>01</strong>/3ª/ 3/3/08 16:29 Página 20<br />
hace dos años, pareces decidido a dar tu vida por perdida. Si hubieras<br />
dejado <strong>en</strong> paz al yanqui, <strong>en</strong> lugar de comportarte como un<br />
gallito of<strong>en</strong>dido, ahora no estarías así.<br />
—Ese tipo es un embustero, y así se lo dije, sí señor. —Farrell<br />
miró alrededor <strong>en</strong> busca de apoyo y vio una acogedora sil<strong>la</strong> no muy<br />
lejos—. Int<strong>en</strong>té def<strong>en</strong>der el honor y el bu<strong>en</strong> nombre de padre.<br />
—¡Qué honor ni qué narices! Lo único que conseguiste fue<br />
quedarte inválido. El señor Seton no ha retirado ni una so<strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra<br />
de lo que dijo.<br />
—¡Pero lo hará! —bramó Farrell—. Lo hará o yo… yo…<br />
—Tú… ¿qué? —lo acosó Eri<strong>en</strong>ne, <strong>en</strong>fadada—. ¿Perderás el brazo<br />
que te queda? Si te empeñas <strong>en</strong> <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarte a un hombre con <strong>la</strong><br />
experi<strong>en</strong>cia de Christopher Seton, conseguirás que te mat<strong>en</strong>. —Levantó<br />
<strong>la</strong> mano <strong>en</strong> un gesto de desesperación—. Por Dios, ese hombre<br />
te dob<strong>la</strong> <strong>la</strong> edad… y a veces t<strong>en</strong>go <strong>la</strong> impresión de que también<br />
ti<strong>en</strong>e el doble de cerebro que tú. Sería una estupidez que fueras <strong>en</strong><br />
su busca, Farrell.<br />
—¡Que el diablo te lleve, muchacha! Debes de creer que el sol<br />
sale y se pone por tu querido señor Seton…<br />
—¿Qué estás dici<strong>en</strong>do? —gritó Eri<strong>en</strong>ne, estupefacta—. ¡Ni siquiera<br />
lo conozco! Lo único que sé de él es lo que cu<strong>en</strong>tan los rumores,<br />
y no son demasiado precisos.<br />
—Sí, yo también los he oído —se burló Farrell—. Todas <strong>la</strong>s mujeres<br />
hab<strong>la</strong>n de ese yanqui y de su dinero. Su fortuna <strong>en</strong>ci<strong>en</strong>de un<br />
brillo de codicia <strong>en</strong> los ojos de todas el<strong>la</strong>s, pero sin dinero no sería<br />
mejor que cualquier otro. En cuanto a <strong>la</strong> experi<strong>en</strong>cia… ¡Bah!, es<br />
probable que yo t<strong>en</strong>ga tanta como él.<br />
—No te atrevas a a<strong>la</strong>rdear sobre ese miserable par de duelos<br />
que ganaste —lo repr<strong>en</strong>dió el<strong>la</strong> con irritación—. No cabe duda<br />
de que esos tipos estaban más asustados que heridos y, a fin de<br />
cu<strong>en</strong>tas, eran tan estúpidos como tú.<br />
—¿Yo soy estúpido? —Farrell trató de erguirse para demostrar<br />
lo mucho que lo ultrajaba semejante insulto, pero un estru<strong>en</strong>doso<br />
eructo arruinó su propósito. Se tambaleó hacia <strong>la</strong> sil<strong>la</strong> de nuevo,<br />
mascul<strong>la</strong>ndo <strong>la</strong>m<strong>en</strong>tos de autocompasión—. Déjame <strong>en</strong> paz. Me has<br />
pil<strong>la</strong>do cansado y débil.<br />
—¡Ja! Borracho, querrás decir —lo corrigió el<strong>la</strong> con mordacidad.<br />
20