Baja el Cuento - Cuentos de Federico
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C U E N T O S PA R A E N T R E T E N E R E L A L M A<br />
CONSUELO<br />
O LA VENGANZA<br />
DE LOS ZORZALES<br />
Fernando Olavarría Gabler 98
Inscripción Registro <strong>de</strong> Propiedad Int<strong>el</strong>ectual Nº 37100. Chile.<br />
© Fernando Olavarría Gabler.
C U E N T O S PA R A E N T R E T E N E R E L A L M A<br />
CONSUELO<br />
O LA VENGANZA<br />
DE LOS ZORZALES<br />
Fernando Olavarría Gabler
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O L A V E N G A N Z A D E L O S Z O R Z A L E S<br />
INTRODUCCION<br />
Esta historia no se hubiera escrito o narrado ni menos leída si<br />
Consu<strong>el</strong>o Alejandra hubiera nacido <strong>de</strong> un huevo. Habría roto la<br />
cáscara y asomado su cabecita sin plumas como un zorzal recién<br />
nacido. Pero no fue así. Consu<strong>el</strong>o nació y se sintió ro<strong>de</strong>ada d<strong>el</strong><br />
cariño <strong>de</strong> sus padres y <strong>de</strong> sus tías, tíos y abu<strong>el</strong>os. El abu<strong>el</strong>o materno<br />
le escribió un cuento cuando era pequeñita. Se titulaba “El pato<br />
gordo y <strong>el</strong> pescador”, o algo así. Lo que recuerdo con claridad es que<br />
<strong>el</strong> título era larguísimo: Una vida, cien vidas, infinitas vidas, etc.<br />
esto trajo la ira <strong>de</strong> los zorzales que estaban en <strong>el</strong> árbol frente a la<br />
ventana d<strong>el</strong> dormitorio <strong>de</strong> la niña, cuando vivía en casa <strong>de</strong> sus<br />
abu<strong>el</strong>os.<br />
-¡Nos vengaremos!, piaron al unísono.<br />
El abu<strong>el</strong>o no nos <strong>de</strong>ja dormir con su voz lenta contándote esa<br />
historia; en cambio tú te quedas dormida y nosotros no sabemos <strong>el</strong><br />
final d<strong>el</strong> cuento.<br />
Hemos tenido noticias que ahora que eres una niña <strong>de</strong> doce<br />
años, <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o piensa escribirte otro cuento. ¡Nos vengaremos!<br />
Cada vez que cante uno <strong>de</strong> nosotros, <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o tendrá que cambiar <strong>de</strong><br />
3<br />
“El mundo es como una nube.<br />
Al <strong>de</strong>spertar la pue<strong>de</strong>s ver<br />
y un momento <strong>de</strong>spués se ha ido”.<br />
(Pensamiento budista)
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tema, pasará <strong>de</strong> una escena a otra y <strong>el</strong> cuento no tendrá coordinación<br />
alguna.<br />
Recurriremos a la bruja tartamuda, aqu<strong>el</strong>la que duerme en <strong>el</strong><br />
jacarandá junto a nosotros y viste <strong>de</strong> violeta y usa un bonete negro.<br />
Cuando <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o haya escrito bastante, la bruja le dará un pequeño<br />
golpe en su lapicera con su varita color índigo. ¡Ya verás lo que<br />
pasará!<br />
CAPITULO I<br />
EL TREN DEL TIEMPO<br />
Consu<strong>el</strong>o Alejandra estaba pasando sus vacaciones en Viña<br />
d<strong>el</strong> Mar, en casa <strong>de</strong> sus abu<strong>el</strong>os.<br />
Esa tar<strong>de</strong> había <strong>de</strong>cidido ir a visitar a sus primos que vivían en<br />
Quilpué.<br />
Estaba sentada en un banco en la estación <strong>de</strong> Chorrillos<br />
esperando que pasara <strong>el</strong> tren.<br />
Su abu<strong>el</strong>a le había dicho: Recuerda que los trenes van y vienen<br />
por <strong>el</strong> lado izquierdo, al revés que los automóviles, así que fíjate<br />
bien al atravesar la línea. A<strong>de</strong>más, cuando llega uno por un lado a<br />
menudo pasa otro por la vía opuesta.<br />
Lo tenía bien presente.<br />
También había un viejo sentado en <strong>el</strong> banco, cercano a <strong>el</strong>la.<br />
Hacía frío. A los árboles recién estaban brotándole las hojas.<br />
La niña no sabía si <strong>el</strong> tren llegaría <strong>de</strong> un momento a otro o no<br />
llegaría, nunca, jamás…<br />
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Miró al anciano y le hizo una pregunta que <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>naría un<br />
extraño diálogo, repetitivo y cacofónico.<br />
-¿Usted sabe a qué hora pasa <strong>el</strong> tren?<br />
-Está por pasar- respondió <strong>el</strong> anciano, mirando su r<strong>el</strong>oj-<br />
habitualmente pasa a las quince treinta o veinte para las cuatro, y si<br />
no pasa a esa hora es porque algo le ha pasado.<br />
-¿Qué cosa?- preguntó Consu<strong>el</strong>o.<br />
-El tren.<br />
-¿Le ha pasado algo?<br />
-No, no ha pasado.<br />
-¿Sabe qué?<br />
-Qué le pasa.<br />
-Creo que no va a pasar, mejor me voy a ir en omnibus.<br />
-No, no se vaya -replicó <strong>el</strong> viejo-. Ahí viene.<br />
De pronto sucedió lo que la abu<strong>el</strong>a le había previsto; venía un<br />
tren por una vía y <strong>el</strong> otro por la vía opuesta y los dos se <strong>de</strong>tuvieron en<br />
la estación. Consu<strong>el</strong>o se subió al que iba a Quilpué y se sentó al lado<br />
<strong>de</strong> la ventanilla. Entonces <strong>el</strong> tren partió lentamente y fue alcanzando<br />
cada vez más v<strong>el</strong>ocidad.<br />
El otro tren que estaba al lado <strong>de</strong>sapareció y la niña se dio<br />
cuenta <strong>de</strong> que aún no se había movido <strong>de</strong> la estación. Había sido una<br />
ilusión óptica. El que se había movido era <strong>el</strong> otro tren y no <strong>el</strong> <strong>de</strong> <strong>el</strong>la.<br />
Esto la <strong>de</strong>jó pensativa. Cuántas cosas que nos ocurren en la vida, no<br />
son reales sino un producto <strong>de</strong> nuestra imaginación -se dijo-. Pero lo<br />
que no se daba cuenta era que, en esos instantes, a partir <strong>de</strong> esa<br />
ilusión óptica, la niña iba a tener extrañas y asombrosas aventuras<br />
creadas con <strong>el</strong> mismo mecanismo que lo sucedido con los trenes.<br />
Se oyó un silbato, se cerraron las puertas y ahora sí, <strong>el</strong> tren se <strong>de</strong>slizó<br />
suavemente sobre los ri<strong>el</strong>es rumbo a ¿dón<strong>de</strong>?<br />
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El viejo había <strong>de</strong>saparecido ¿Se había subido al tren? O se<br />
había ido caminando a su casa, o quizás se había esfumado en <strong>el</strong> aire.<br />
Consu<strong>el</strong>o consi<strong>de</strong>ró que esto último era lo más probable.<br />
El tren se dirigía hacia Quilpué a bastante v<strong>el</strong>ocidad. Los<br />
pasajeros permanecían silenciosos, cada uno ensimismado en su<br />
propio pensamiento. Solamente uno <strong>de</strong> <strong>el</strong>los hablaba en voz alta.<br />
Era una vieja canosa, gorda y chata, con un llamativo chaleco<br />
amarillo.<br />
Le hablaba a una señora que tenía un bebé en sus brazos. La<br />
pequeña dormía. No era la b<strong>el</strong>la durmiente d<strong>el</strong> bosque sino la b<strong>el</strong>la<br />
guagua d<strong>el</strong> tren.<br />
-Sí señora- comentaba la vieja, con una voz lenta y ronca.<br />
-Las pulgas <strong>de</strong> este tren son muy gordas. Son carnívoras. La<br />
muer<strong>de</strong>n a una y le sacan <strong>el</strong> pedazo.<br />
En cambio las pulgas <strong>de</strong> Santiago son más <strong>el</strong>egantes, porque<br />
chupan la sangre. Éstas en cambio son muy gordas. Si se las aprieta<br />
se aplanan pero se vu<strong>el</strong>ven a hinchar.<br />
La mamá <strong>de</strong> la b<strong>el</strong>la nena d<strong>el</strong> tren solamente sonreía sin<br />
atreverse a establecer una conversación con la vieja <strong>de</strong>mente que<br />
más bien parecía un chirigüe o un canario gigantesco.<br />
Se abrió una puerta y entró <strong>el</strong> inspector. Era un hombre alto,<br />
moreno, con bigotes negros y una gorra d<strong>el</strong> mismo color, adornada<br />
con una huincha roja y una placa metálica.<br />
Hacía sonar una tenaza o alicate cromado llamando la<br />
atención a los pasajeros para que los pasajes fueran perforados.<br />
-¡Pasajes sin revisar!<br />
Tiqui, tiqui, tiqui -<strong>de</strong>cía la palanquita cromada.<br />
-¡Pasajes sin revisar!<br />
Tiqui, tiqui, tiqui.<br />
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La vieja gorda se había callado, como un pájaro ante la<br />
presencia d<strong>el</strong> gato. Estiró <strong>el</strong> brazo tímidamente para que le pusieran<br />
una pulsera <strong>de</strong> aluminio en una <strong>de</strong> sus patitas, pero <strong>el</strong> inspector<br />
solamente le perforó <strong>el</strong> pasaje. ¡Tic! Luego <strong>de</strong>sapareció <strong>de</strong> la escena<br />
al abrir la puerta en <strong>el</strong> extremo d<strong>el</strong> vagón y pasar al otro carro.<br />
De pronto la vieja se rió en una forma muy especial. Era un<br />
verda<strong>de</strong>ro trino o canto <strong>de</strong> zorzal y <strong>el</strong> vagón d<strong>el</strong> ferrocarril sufrió una<br />
gradual transformación.<br />
Desaparecieron las puertas corredizas laterales y apareció una<br />
cuerda que atravesaba <strong>el</strong> pasillo; ésta era sostenida cerca d<strong>el</strong> techo<br />
por bandas con una argolla en <strong>el</strong> extremo inferior por don<strong>de</strong> iba la<br />
cuerda. Los asientos eran más amplios y cómodos y las ventanas<br />
eran dobles. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> ser dos, tenían cremalleras que al subirlas<br />
sonaban como un molino <strong>de</strong> juguete.<br />
Nuevamente se abrió la puerta d<strong>el</strong> extremo d<strong>el</strong> carro y<br />
apareció un garzón con un d<strong>el</strong>antal blanco ofreciendo la venta <strong>de</strong><br />
unos past<strong>el</strong>illos blancos y rosados.<br />
-¡Sustancias! ¡Las ricas sustancias! Ofrecía su mercancía con<br />
un gran vozarrón.<br />
Consu<strong>el</strong>o compró una, más por curiosidad que por apetito, y la<br />
encontró d<strong>el</strong>iciosa. Era suave, se <strong>de</strong>shacía en la boca y su sabor era<br />
una mezcla <strong>de</strong> anís y azucarado.<br />
Después <strong>de</strong> un rato, <strong>el</strong> mismo garzón, portando ahora un<br />
canasto, pasó ofreciendo bebidas que venían <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> largas<br />
bot<strong>el</strong>las. ¡Malta, pilsener, bilz, papaya, agua mineral panimávida,<br />
aloja! ¡Están h<strong>el</strong>aditas!<br />
El tren llegó a la estación <strong>de</strong> Llay-Llay y unas mujeres<br />
morenas y gordas, vestidas con largos d<strong>el</strong>antales blancos y gorras<br />
d<strong>el</strong> mismo color, ofrecían tortas, sustancias y past<strong>el</strong>es a los pasajeros<br />
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d<strong>el</strong> tren <strong>de</strong>tenido en <strong>el</strong> andén.<br />
El tren nuevamente se puso en marcha y empezó a subir una<br />
cuesta por <strong>el</strong> costado <strong>de</strong> una alta montaña. Atravesó un tún<strong>el</strong> y llegó<br />
a un altiplano. Pasó v<strong>el</strong>ozmente por las estaciones <strong>de</strong> Til-Til,<br />
Batuco, Quilicura, Renca y se introdujo a una zona urbana.<br />
Finalmente se <strong>de</strong>tuvo en una gran estación <strong>de</strong> hierro al estilo francés.<br />
Consu<strong>el</strong>o había llegado a Santiago.<br />
No solamente <strong>el</strong> vagón o coche <strong>de</strong> pasajeros don<strong>de</strong> viajaba<br />
Consu<strong>el</strong>o había cambiado <strong>de</strong> apariencia, sino todo <strong>el</strong> tren. La niña<br />
abrió una <strong>de</strong> las puertas que estaban ahora en los extremos d<strong>el</strong> carro<br />
y bajó tres p<strong>el</strong>daños <strong>de</strong> acero apoyándose en unas manillas<br />
verticales <strong>de</strong> bronce que había a cada lado <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> salida.<br />
La estación era inmensa y techada. Estaba construida con<br />
columnas <strong>de</strong> hierro que se inclinaban formando gigantescas ojivas.<br />
Sobre <strong>el</strong>las estaba <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o negro, también <strong>de</strong> conformación ojival.<br />
Había varios trenes en diferentes líneas. El <strong>de</strong> Consu<strong>el</strong>o era<br />
larguísimo. En un extremo resoplaba una locomotora. Echaba humo<br />
por la chimenea y bocanadas <strong>de</strong> vapor cerca <strong>de</strong> las ruedas d<strong>el</strong>anteras.<br />
La gente se bajaba presurosa con maletas y otras cargas menores.<br />
Todos llevaban sombrero, tanto los hombres como las mujeres.<br />
También había hombres con gorros rojos que ofrecían sus servicios<br />
para llevar <strong>el</strong> equipaje en carros con gran<strong>de</strong>s ruedas. Tenían una<br />
plataforma sin barandas y un hierro d<strong>el</strong>antero movible en forma <strong>de</strong> T<br />
para tirar <strong>el</strong> carro. En esos carros eran colocadas las maletas y <strong>el</strong><br />
hombre <strong>de</strong> gorra roja las llevaba fuera <strong>de</strong> la estación.<br />
La gente d<strong>el</strong> tren era saludada por familiares y amigos que<br />
habían venido a recibirlos y toda esa escena provocaba confusión a<br />
la niña porque no se explicaba <strong>el</strong> comportamiento <strong>de</strong> la gente que se<br />
abrazaba y besaba como si los pasajeros d<strong>el</strong> tren hubieran llegado<br />
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<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un largo viaje.<br />
La locomotora echaba una columna <strong>de</strong> humo negro por la<br />
chimenea, ascendía hasta <strong>el</strong> techo <strong>de</strong> la estación y luego salía por los<br />
lados.<br />
La gente se retiraba y Consu<strong>el</strong>o, para no ser menos, también<br />
siguió a los pasajeros que seguían a las maletas en los carritos <strong>de</strong><br />
equipaje.<br />
Salió <strong>de</strong> la estación y se encontró en una gran plazoleta don<strong>de</strong><br />
había toda clase <strong>de</strong> carruajes tirados por caballos.<br />
CAPITULO II<br />
EL CARROMATO DEL CIRCO<br />
Le llamó la atención un inmenso carro en <strong>el</strong> otro extremo <strong>de</strong> la<br />
explanada. Era tan gran<strong>de</strong> que más bien parecía un edificio o casa<br />
<strong>de</strong> varios pisos. Fue tanta la impresión que le causó que no pudo<br />
<strong>de</strong>jar <strong>de</strong> aproximarse a él para observarlo mejor. Sus ocho ruedas<br />
eran enormes, <strong>de</strong> una altura <strong>de</strong> siete o más metros y estaba<br />
conducido por diez yuntas <strong>de</strong> bueyes. En los costados tenía varias<br />
ventanas <strong>de</strong> diferente tamaño y en <strong>el</strong> centro había una gran puerta<br />
por la cual <strong>de</strong>scendía una escalera <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. El inmenso carruaje<br />
estaba pintado <strong>de</strong> diversos colores, predominando <strong>el</strong> azul. El techo<br />
era rojo intenso y los marcos <strong>de</strong> las ventanas, blancos, amarillos y<br />
ver<strong>de</strong>s.<br />
En la escalera estaba <strong>de</strong> pie un personaje vestido a la antigua,<br />
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con levita. Calzaba botas y llevaba puesto un alto sombrero alón. Su<br />
mirada era lejana, como si buscara a alguien por encima d<strong>el</strong> gentío<br />
bullicioso que se movía allí en la plaza.<br />
A pesar <strong>de</strong> tener bigotes que se unían a una larga barba gris, a<br />
Consu<strong>el</strong>o le pareció conocer ese rostro y al acercarse aún más, la<br />
niña reconoció a su abu<strong>el</strong>o. ¿Estaría disfrazado?<br />
Los ojos d<strong>el</strong> viejo encontraron a la niña y sonrió. Entonces<br />
bajó <strong>de</strong> la escalera y fue don<strong>de</strong> <strong>el</strong>la.<br />
-¡Consu<strong>el</strong>o! Te estaba esperando- y abrazó y besó a la niña.<br />
-Tengo una rica once con tortas y hoju<strong>el</strong>as con almíbar -le dijo- y la<br />
invitó a entrar en <strong>el</strong> gran carromato.<br />
La niña estaba emocionada. Todo lo que le había sucedido<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> muy poco tiempo atrás era insólito ¡inexplicable!, y ahora se<br />
encontraba con un personaje parecido a su abu<strong>el</strong>o, en una casa<br />
rodante gigantesca tirada por diez yuntas <strong>de</strong> bueyes.<br />
Lo más singular <strong>de</strong> todo esto era que ¡la estaban esperando!<br />
¿Para qué?<br />
-Partimos esta misma noche- le dijo <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o, sacándose <strong>el</strong><br />
sombrero y colgándolo en una percha.<br />
-¿Hacia dón<strong>de</strong>, abu<strong>el</strong>o?<br />
-Hacia <strong>el</strong> Sur. Empieza la temporada <strong>de</strong> los circos.<br />
-Ven, pasemos al comedor. Debes <strong>de</strong> estar con buen apetito.<br />
Diciendo esto, <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o abrió una puerta y entraron a un<br />
pasillo iluminado con lámparas a petróleo, luego pasaron a una gran<br />
sala con una larga mesa situada en <strong>el</strong> centro. Alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> <strong>el</strong>la<br />
estaban sentados unos llamativos personajes, todos vestidos a la<br />
manera circense. Consu<strong>el</strong>o i<strong>de</strong>ntificó a un payaso, a dos trapecistas,<br />
a un domador, a una hermosa mujer vestida como bailarina y a otros<br />
más cuya i<strong>de</strong>ntidad no pudo precisar.<br />
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Todos sonrieron y la saludaron amablemente y esto provocó<br />
en la niña un sentimiento <strong>de</strong> cariño que la hizo sentirse agradada,<br />
con una seguridad espiritual que vino <strong>de</strong> inmediato.<br />
CAPITULO III<br />
RUMBO AL SUR<br />
Lentamente la inmensa casa rodante principió a moverse; las<br />
ma<strong>de</strong>ras crujían con los balanceos como si <strong>el</strong> carromato gigante<br />
fuera un antiguo v<strong>el</strong>ero que se hacía a la mar.<br />
Consu<strong>el</strong>o estaba asomada en la ventana <strong>de</strong> su dormitorio que<br />
estaba en <strong>el</strong> tercer piso y veía cómo los hombres encargados <strong>de</strong> los<br />
bueyes picaneaban a los animales y los estimulaban con fuertes<br />
gritos.<br />
Al parecer, las diez yuntas <strong>de</strong> bueyes no hacían un mayor<br />
esfuerzo para mover la gran casa rodante, la cual se alejaba<br />
lentamente <strong>de</strong> la plaza y <strong>de</strong> la estación. Se dirigían por un amplio<br />
camino <strong>de</strong> tierra hacia <strong>el</strong> Sur.<br />
-¡Adiós!- saludaba la niña con la mano, y la gente que miraba<br />
asombrada este extraño <strong>de</strong>splazamiento, respondía sonriendo con <strong>el</strong><br />
mismo saludo.<br />
El paisaje era cada vez más campestre y las casas <strong>de</strong> la ciudad<br />
quedaron atrás.<br />
A lo lejos se veía un gran cerro que estaba al Norte, y hacia <strong>el</strong><br />
Este se divisaba la imponente cordillera nevada.<br />
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Así pasaron las horas y <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o se tiñó <strong>de</strong> naranja anunciando<br />
la noche.<br />
Sonó una campanilla en uno <strong>de</strong> los pasillos, <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o abrió la<br />
puerta y le comunicó a la niña que bajara a la sala d<strong>el</strong> comedor<br />
porque estaba lista la cena.<br />
Contigua al comedor estaba la cocina y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí venía un<br />
exquisito olor a comida.<br />
Se sentaron todos los habitantes d<strong>el</strong> carromato. Era <strong>el</strong> primer<br />
turno. Luego vendrían los <strong>de</strong>más, porque en esos momentos estaban<br />
trabajando. Sí, porque tenían que dirigir otros carros más pequeños<br />
que portaban fieras y gran parte <strong>de</strong> los utensilios que necesita un<br />
circo, como cuerdas, trapecios, barras, taburetes y muchas otras<br />
cosas. Todo lo que uste<strong>de</strong>s puedan imaginar.<br />
Consu<strong>el</strong>o no se había dado cuenta <strong>de</strong> que <strong>el</strong> carromato era<br />
seguido por una larga hilera <strong>de</strong> estos carruajes, algunos tirados por<br />
caballos. En la caravana había dos cam<strong>el</strong>los y hasta un <strong>el</strong>efante. La<br />
niña los había divisado cuando estaba asomada por la ventana <strong>de</strong> su<br />
dormitorio.<br />
-Esta noche llegaremos a la orilla d<strong>el</strong> río Maipú- dijo <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o.<br />
Pernoctaremos allí y en la mañana, no muy temprano, lo<br />
cruzaremos. Conozco un buen vado que no nos dará problemas con<br />
las ruedas <strong>de</strong> los carros porque <strong>el</strong> lecho d<strong>el</strong> río es pedregoso.<br />
Sirvieron sopa y carne cocida con papas y cebollas, y <strong>de</strong><br />
postre, naranjas. Los platos eran escasos pero la comida abundante.<br />
Terminado <strong>el</strong> primer turno, todos se levantaron y se<br />
<strong>de</strong>spidieron con un ¡Buenas noches!<br />
Consu<strong>el</strong>o se <strong>de</strong>spidió también y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> subir tres pisos por<br />
una empinada escalera, llegó a su pequeño dormitorio y cerró la<br />
puerta.<br />
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La ventana estaba abierta. Por <strong>el</strong>la entraba una cálida brisa y se<br />
divisaba <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o estr<strong>el</strong>lado.<br />
La niña se tendió en su camarote y se quedó contemplando <strong>el</strong><br />
ci<strong>el</strong>o a través <strong>de</strong> la ventana.<br />
¡En qué extraña aventura se había metido!<br />
Muy poco tiempo atrás estaba en la estación Chorrillos esperando <strong>el</strong><br />
tren y ahora estaba contemplando las estr<strong>el</strong>las <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una casa<br />
rodante que pertenecía a un circo, y <strong>el</strong> empresario era un señor que<br />
físicamente era igual a su abu<strong>el</strong>o.<br />
¡Todo esto era absurdo!<br />
Pero encantador. D<strong>el</strong>iciosamente mágico.<br />
Cerró los ojos y se quedó dormida, y <strong>de</strong>spertó con un<br />
trompeteo d<strong>el</strong> <strong>el</strong>efante.<br />
Ya era <strong>de</strong> día y un gran río <strong>de</strong> aguas plomizas se <strong>de</strong>slizaba bajo<br />
<strong>el</strong> carromato.<br />
CAPITULO IV<br />
EL VADO<br />
Estaban atravesando <strong>el</strong> río Maipo.<br />
El <strong>el</strong>efante iba primero y era <strong>el</strong> que había <strong>de</strong>spertado a la niña<br />
con su bramido. Se sentía nervioso porque <strong>el</strong> agua le había llegado al<br />
vientre y en esos momentos estaba a mitad <strong>de</strong> recorrido entre las dos<br />
orillas.<br />
Su domador, sentado a horcajadas en <strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la<br />
orejas, le daba ánimo y lo espoleaba para que avanzara.<br />
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Finalmente llegó a la rivera opuesta. Después le tocó <strong>el</strong> turno a<br />
los cam<strong>el</strong>los y luego <strong>el</strong> carromato con sus diez yuntas <strong>de</strong> bueyes.<br />
Habían amarrado una gruesa cuerda en la primera yunta. La<br />
cuerda atravesaba <strong>el</strong> río y su otro extremo se unía a la argolla <strong>de</strong> un<br />
gran arnés <strong>de</strong> cuero que cubría <strong>el</strong> pecho y <strong>el</strong> lomo d<strong>el</strong> <strong>el</strong>efante.<br />
Éste hacía fuerzas y la gruesa cuerda salía d<strong>el</strong> agua poniéndose<br />
tensa.<br />
Los bueyes tiraban <strong>el</strong> carruaje pero llegó un momento en que<br />
no tocaron fondo y empezaron a nadar con las cabezas en alto. La<br />
cuerda tensa los guiaba y al cabo <strong>de</strong> poco tiempo tocaron fondo y<br />
avanzaron hacia la orilla.<br />
Consu<strong>el</strong>o observaba todo esto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su ventana y le causaba<br />
miedo <strong>el</strong> torrente <strong>de</strong> agua que pasaba bajo d<strong>el</strong> carromato y chocaba<br />
contra las gran<strong>de</strong>s ruedas.<br />
En esa forma fue va<strong>de</strong>ado <strong>el</strong> río por la mayor parte <strong>de</strong> los<br />
vehículos que componían <strong>el</strong> circo, pero los más pequeños y los<br />
caballos, pasaron mediante una balsa que trabajaba unos cuantos<br />
cientos <strong>de</strong> metros más arriba.<br />
El va<strong>de</strong>o había sido un éxito y todos estaban muy alegres.<br />
Cada uno se hizo cargo <strong>de</strong> lo que tenía que hacer, especialmente d<strong>el</strong><br />
cuidado y la alimentación <strong>de</strong> los animales.<br />
Consu<strong>el</strong>o había salido d<strong>el</strong> carromato y estaba calentándose al<br />
sol, <strong>de</strong> pie, en una playa <strong>de</strong> la orilla opuesta. Se respiraba un aire<br />
puro y la mañana lucía hermosa. Entonces se acercó su abu<strong>el</strong>o y le<br />
dijo que lo acompañara a tomar <strong>de</strong>sayuno.<br />
Se sirvieron huevos a la copa, té con leche y pan con<br />
mantequilla.<br />
La niña tenía bastante apetito y estaba f<strong>el</strong>iz.<br />
El abu<strong>el</strong>o, limpiándose la boca con una gran servilleta, le<br />
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manifestó algo que tomó a Consu<strong>el</strong>o <strong>de</strong> sorpresa.<br />
Le dijo que tenía que trabajar en <strong>el</strong> circo.<br />
-¡Pero abu<strong>el</strong>o!- exclamó la niña. ¡No sé ninguna cosa que<br />
tenga que ver con este trabajo!<br />
-No importa- respondió <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o. Ya apren<strong>de</strong>rás. He pensado<br />
que podrías cuidar a algún animal o trabajar con los trapecistas. En<br />
un principio servirás <strong>de</strong> adorno allá arriba, en la plataforma; hasta<br />
que se te quite <strong>el</strong> miedo y luego, si lo <strong>de</strong>seas, te pue<strong>de</strong>s lanzar a volar<br />
en <strong>el</strong> trapecio.<br />
-¡Qué horror! ¡Me voy a matar! Sollozó Consu<strong>el</strong>o. Pero <strong>el</strong><br />
abu<strong>el</strong>o le habló cariñosamente y le dijo que todo iba ir muy bien.<br />
Entonces, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los árboles cercanos a la rivera, cantó un<br />
zorzal. El abu<strong>el</strong>o se levantó <strong>de</strong> la mesa y se dirigió al exterior d<strong>el</strong><br />
carromato para supervisar la actividad circense.<br />
CAPITULO V<br />
LA DECISIÓN<br />
Siguió la caravana hacia <strong>el</strong> Sur.<br />
Pasaron por Rancagua y llegaron a San Fernando.<br />
Allí se levantó la gran carpa que venía plegada y era<br />
transportada por partes en carros menores.<br />
El primer izamiento <strong>de</strong> la carpa fue una novedad para<br />
Consu<strong>el</strong>o, porque nunca había visto instalarse un circo. Siempre los<br />
había <strong>de</strong>scubierto ya listos, sorpresivamente <strong>de</strong> la noche a la<br />
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mañana, como crecen las callampas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la lluvia.<br />
La labor era intensa y programada. Primero se levantaron los<br />
mástiles mayores que eran fraccionados. Éstos se ensamblaron con<br />
fuertes pernos. Luego, se colocaron los cables que sujetaban los<br />
mástiles; todo se levantaba mediante gran<strong>de</strong>s poleas y roldanas que<br />
chirreaban cuando un buen número <strong>de</strong> hombres tiraba <strong>de</strong> las<br />
cuerdas.<br />
Se trabajaba fuerte, con gran seriedad y pronto la carpa fue<br />
subiendo y se extendió <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la base hacia la cúspi<strong>de</strong>, hasta llegar a<br />
los extremos <strong>de</strong> los mástiles.<br />
Posteriormente se inició la estructura <strong>de</strong> la pista. Se echaron<br />
carretilladas <strong>de</strong> aserrín. Se instalaron los palcos y las gra<strong>de</strong>rías<br />
escalonadas, hechas con tablones que hacían <strong>de</strong> asiento y a la vez <strong>de</strong><br />
piso para apoyar los pies.<br />
Consu<strong>el</strong>o recorrió pensativa las jaulas <strong>de</strong> los animales. Tenía<br />
que <strong>el</strong>egir un trabajo.<br />
La jaula <strong>de</strong> los leones <strong>de</strong>spedía un olor que era mezcla <strong>de</strong> orín,<br />
carne podrida y paja húmeda. Estos animales, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> su olor, le<br />
causaban miedo.<br />
El <strong>el</strong>efante se balanceaba <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> una pequeña carpa<br />
<strong>de</strong>stinada a él. Estaba amarrado <strong>de</strong> una pata con una gruesa ca<strong>de</strong>na<br />
que llegaba a un poste enterrado profundamente en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o. El<br />
animal se veía int<strong>el</strong>igente. Era una joven hembra proveniente <strong>de</strong> la<br />
India. La niña simpatizó con la bestia y ésta estiró su trompa para<br />
olfatearla y pedirle una golosina. Consu<strong>el</strong>o no se atrevió a<br />
acariciarla pero le habló tiernamente.<br />
Después <strong>de</strong> visitar a los monos y a los perros amaestrados, se<br />
dio cuenta <strong>de</strong> que los animales le causaban inquietud, quizás<br />
inseguridad en su comportamiento; entonces <strong>de</strong>cidió actuar con los<br />
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C U E N T O S PA R A E N T R E T E N E R E L A L M A<br />
trapecistas. No le importaba que estuviera <strong>de</strong> adorno allá arriba, en<br />
las alturas. Después <strong>de</strong> todo, era cuestión <strong>de</strong> dominar los nervios y<br />
acostumbrarse.<br />
Se dirigió a don<strong>de</strong> estaban practicando los trapecistas. En esos<br />
momentos uno <strong>de</strong> <strong>el</strong>los volaba por los aires haciendo una voltereta<br />
mortal, para ser recibido segundos <strong>de</strong>spués, por su compañero, que<br />
colgaba cabeza abajo sujeto d<strong>el</strong> trapecio con las piernas flexionadas.<br />
El balanceo era sincrónico y con <strong>el</strong> movimiento <strong>de</strong> un péndulo, <strong>el</strong><br />
trapecio d<strong>el</strong> que colgaba boca abajo se acercaba al otro, éste ya<br />
estaba volando por los aires y ambos se agarraban fuertemente <strong>de</strong> las<br />
muñecas.<br />
Todo aqu<strong>el</strong>lo era emocionante y la niña contemplaba<br />
extasiada a estos acróbatas.<br />
Así estaba, mirando hacia arriba, cuando uno <strong>de</strong> <strong>el</strong>los le gritó:<br />
¡Sube por la escala <strong>de</strong> cuerdas y párate en la plataforma!<br />
Consu<strong>el</strong>o obe<strong>de</strong>ció y empezó a subir, a subir cada vez más. Le<br />
temblaban las piernas y tenía una sensación <strong>de</strong> vacío en <strong>el</strong> estómago.<br />
-¡No mires hacia abajo!- le aconsejó <strong>el</strong> que la había invitado.<br />
Dirige la mirada hacia las barandas <strong>de</strong> la plataforma y<br />
proponte llegar a <strong>el</strong>la.<br />
Así lo hizo la niña y finalmente <strong>de</strong>scansó en la pequeña repisa.<br />
Ésta estaba ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> una débil baranda hecha por cuatro hierros y<br />
una cuerda.<br />
Consu<strong>el</strong>o se sentó ja<strong>de</strong>ando y se aferró a uno <strong>de</strong> los pilares.<br />
Estaba muy asustada. El trapecista que había saltado voló <strong>de</strong> regreso<br />
en su trapecio y se <strong>de</strong>tuvo quedando <strong>de</strong> pie junto a <strong>el</strong>la.<br />
-Eres muy valiente- le dijo. Cualquiera no hace lo que tú has<br />
hecho por primera vez.<br />
¿Quieres volar? Ven. Abraza mi cu<strong>el</strong>lo y sujétate con los pies.<br />
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O L A V E N G A N Z A D E L O S Z O R Z A L E S<br />
Diciendo esto, <strong>el</strong> trapecista se inclinó dando la espalda a la<br />
niña y Consu<strong>el</strong>o, alentada, lo abrazó con pies y manos como si fuera<br />
una pequeña mona a espaldas <strong>de</strong> su progenitor.<br />
El trapecista recibió <strong>el</strong> trapecio arrojado por su compañero<br />
que ahora se balanceaba sentado en su trapecio. El otro, con la niña<br />
en su espalda, se lanzó hacia <strong>el</strong> espacio.<br />
Consu<strong>el</strong>o no tuvo tiempo <strong>de</strong> gritar ni hacer otra cosa que<br />
apretar con las piernas y brazos al atleta que en esos instantes volaba<br />
a gran altura por los aires.<br />
Era terrorífico, pero al mismo tiempo fascinante. De repente,<br />
<strong>el</strong> trapecista se soltó <strong>de</strong> una mano y se dio media vu<strong>el</strong>ta. Luego, con<br />
un mayor impulso aterrizó otra vez en la plataforma.<br />
Consu<strong>el</strong>o no se atrevía a liberarse y <strong>el</strong> hombre le separó<br />
suavemente las manos que estaban agarrotadas.<br />
-¿Qué te pareció?- le dijo. Es emocionante. ¿Verdad?<br />
La niña asintió con la cabeza sin <strong>de</strong>cir una sola palabra.<br />
Entonces le dijeron que bajara por la escala <strong>de</strong> cord<strong>el</strong>. Mientras tanto<br />
<strong>el</strong> otro trapecista también había llegado a la plataforma y ambos<br />
atletas bajaron por una gruesa cuerda que caía <strong>de</strong> la plataforma.<br />
La bajada por la escala fue menos terrorífica para la niña que la<br />
subida y cuando llegó al su<strong>el</strong>o ambos hombres la recibieron<br />
alegremente con aplausos.<br />
Consu<strong>el</strong>o les dio las gracias y echó a correr hacia <strong>el</strong> carromato.<br />
Subió a toda prisa la escalera y cerrando fuertemente la puerta <strong>de</strong> su<br />
dormitorio se tendió boca abajo sobre la cama y se puso a llorar. La<br />
emoción había sido muy gran<strong>de</strong>.<br />
La <strong>de</strong>cisión estaba hecha.<br />
Iba a ser trapecista en <strong>el</strong> circo <strong>de</strong> su abu<strong>el</strong>o.<br />
Entonces cantó un zorzal y la bruja violeta <strong>de</strong> bonete negro y<br />
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varita mágica <strong>de</strong> color índigo dio una alegre carcajada y comentó en<br />
voz alta:<br />
“En lo que se ha metido esta niñita”.<br />
Lo que la bruja no sabía, que Consu<strong>el</strong>o tenía gran<strong>de</strong>s<br />
cualida<strong>de</strong>s gimnásticas.<br />
Había sido una eximia bailarina <strong>de</strong> gimnasia rítmica en <strong>el</strong><br />
colegio y a esto se agregaba una sensibilidad artística exquisita.<br />
Poco a poco, <strong>el</strong> miedo a las alturas fue disminuyendo pero sin<br />
<strong>de</strong>saparecer por completo y vino un momento en que pudo trepar y<br />
bajar por la cuerda al igual que sus compañeros <strong>de</strong> trabajo.<br />
Llegaba vestida con una malla rosada y su cuerpo grácil <strong>de</strong><br />
niña <strong>de</strong> circo hacía <strong>de</strong> adorno y llenaba <strong>el</strong> vacío <strong>de</strong> la plataforma<br />
solitaria cuando sus compañeros trabajaban en los trapecios.<br />
Algunas veces pensaba, qué estaba haciendo allí, media<br />
muerta <strong>de</strong> susto y con mucho frío, vestida solamente con su frágil<br />
malla.<br />
Parecía una niña <strong>de</strong> un cuadro <strong>de</strong> Picasso en su época rosada,<br />
antes que se <strong>de</strong>scuadrara.<br />
Se había dado cuenta <strong>de</strong> que la distancia entre <strong>el</strong>la y <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o<br />
era mucho mayor viéndola <strong>de</strong>s<strong>de</strong> arriba, que alzando la cabeza<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la pista d<strong>el</strong> circo hacia los trapecistas.<br />
Día tras día Consu<strong>el</strong>o fue progresando junto a sus dos amigos<br />
<strong>el</strong> "Voltereta" y <strong>el</strong> "Cabeza-abajo”, así le <strong>de</strong>cían cariñosamente sus<br />
compañeros <strong>de</strong> circo.<br />
Una noche sucedió algo inusitado. El Voltereta daba en esos<br />
instantes un salto mortal y era sostenido por <strong>el</strong> Cabeza-abajo que se<br />
balanceaba con las manos abiertas para recibir a su compañero.<br />
Me gustaría volar como <strong>el</strong>los -pensó Consu<strong>el</strong>o- y en esos<br />
instantes se acercó <strong>el</strong> Cabeza-abajo con los brazos abiertos,<br />
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colgando <strong>de</strong> las piernas. Voltereta la empujó y la niña dando un grito<br />
cayó al vacío. Entonces Cabeza-abajo la tomó <strong>de</strong> las manos y la niña<br />
tuvo la sensación más maravillosa <strong>de</strong> su corta vida. ¡Volaba! Sí.<br />
Volaba por los aires vertiginosamente. La red, <strong>el</strong> público y la pista<br />
allá abajo se balanceaban rítmicamente y también <strong>el</strong> toldo <strong>de</strong> la<br />
carpa.<br />
De pronto, sin darse cuenta cómo, ya estaba nuevamente <strong>de</strong><br />
pie en la plataforma.<br />
El corazón le latía fuertemente y tenía miedo. Mucho miedo.<br />
Allá abajo, <strong>el</strong> público aplaudía y reía, porque creyó que <strong>el</strong> grito<br />
que había lanzado y las manifestaciones <strong>de</strong> pánico habían sido una<br />
comedia.<br />
CAPITULO VI<br />
UN INESPERADO CONTRATIEMPO<br />
El circo se trasladaba más y más hacia <strong>el</strong> Sur.<br />
Su <strong>de</strong>stino final era Puerto Montt.<br />
A medida que se avanzaba, Consu<strong>el</strong>o sentía más frío allá<br />
arriba, en la plataforma, vestida con su malla <strong>de</strong> seda rosada.<br />
Una noche estaba lloviendo torrencialmente. A pesar <strong>de</strong> ser<br />
domingo, había poco público en las gra<strong>de</strong>rías.<br />
Consu<strong>el</strong>o temblaba, no <strong>de</strong> miedo sino <strong>de</strong> frío. Empezó a toser.<br />
Tenía calofríos y le dolía la cabeza. No quiso salir a volar por los<br />
aires y esto se lo comunicó a Voltereta. Éste, comprensivo, no<br />
insistió.<br />
Terminó <strong>el</strong> número <strong>de</strong> los trapecistas y Consu<strong>el</strong>o a duras penas<br />
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pudo bajar por la cuerda y al salir <strong>de</strong> la pista se <strong>de</strong>smayó.<br />
Despertó en su camarote y <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o, sentado al lado <strong>de</strong> <strong>el</strong>la, la<br />
observaba preocupado.<br />
Cuando la niña abrió los ojos, él le sonrió.<br />
-Hemos llamado al doctor- le dijo. Pronto te sentirás bien.<br />
El doctor, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> examinarla, dictaminó un cuadro<br />
infeccioso respiratorio y recetó un jarabe. Cataplasmas <strong>de</strong> mostaza,<br />
bebidas calientes <strong>de</strong> tilo con limón y cuatro aspirinas al día.<br />
No podrá seguir viaje -dijo <strong>el</strong> médico-. Y <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o trató <strong>de</strong><br />
darle una solución a este inesperado contratiempo.<br />
El pueblo don<strong>de</strong> estaban, era pobre y parecía abandonado <strong>de</strong><br />
Dios. Su aspecto sombrío y remojado por constantes lluvias, quería<br />
expresar que <strong>el</strong> barro era <strong>el</strong> rey ahí, y la reina, la humedad.<br />
Se percibía una pobreza honda, profunda, que se transmitía <strong>de</strong><br />
generación en generación, y todo <strong>el</strong>lo, empapado en una tristeza que<br />
limitaba toda iniciativa hacia algo hermoso, sano u optimista. Daba<br />
la impresión que <strong>el</strong> alcohol impregnaba <strong>el</strong> cerebro <strong>de</strong> los habitantes<br />
y les daba una constante sensación <strong>de</strong> falsa b<strong>el</strong>leza y alegría<br />
artificial. Sobrevenía un conformismo que no se <strong>de</strong>seaba más allá<br />
que las pocas cosas que se tenían alre<strong>de</strong>dor.<br />
-Cómo sería este pueblo -pensó Consu<strong>el</strong>o- si no existieran<br />
vicios aquí, porque la naturaleza que lo ro<strong>de</strong>a es linda.<br />
A pesar <strong>de</strong> tanta pobreza física y espiritual, <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o tenía una<br />
amiga en <strong>el</strong> pueblo y <strong>de</strong>cidió que <strong>el</strong>la se hiciera cargo <strong>de</strong> la enferma.<br />
Mientras tanto, <strong>el</strong> circo cambiaría <strong>de</strong> itinerario y visitaría los<br />
pueblos <strong>de</strong> los alre<strong>de</strong>dores. Así, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> algunos días o semanas<br />
volverían a tomar <strong>el</strong> rumbo original con la niña ya mejorada.<br />
La señora Matil<strong>de</strong> (la amiga d<strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o) recibió con cariño a la<br />
enferma y la acomodó en su dormitorio que aún tenía dos catres.<br />
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C U E N T O S PA R A E N T R E T E N E R E L A L M A<br />
Uno era <strong>de</strong> la dueña <strong>de</strong> casa y <strong>el</strong> otro había pertenecido a su finado<br />
esposo.<br />
Las pare<strong>de</strong>s estaban cubiertas con un viejo pap<strong>el</strong> amarillento<br />
adornado con flores <strong>de</strong>steñidas. De una alta ventana que daba a la<br />
calle colgaban unos hermosos visillos blancos tejidos a palillos por<br />
la dueña <strong>de</strong> casa.<br />
Al frente había una cómoda con un espejo, un lavatorio, un<br />
jarro con agua, una jabonera, y un bal<strong>de</strong> con una tapa situado en <strong>el</strong><br />
su<strong>el</strong>o. Estaba <strong>de</strong>stinado para echar <strong>el</strong> agua que se había usado en <strong>el</strong><br />
lavatorio para lavarse la cara y las manos.<br />
Los catres eran <strong>de</strong> bronce. Consu<strong>el</strong>o se sintió confortable al<br />
sentir las sábanas calentadas por una bot<strong>el</strong>la con agua caliente y con<br />
un clavo a<strong>de</strong>ntro. Ésta servía <strong>de</strong> guatero.<br />
Las sábanas tenían olor a limpio, a pesar <strong>de</strong> la humedad. Una<br />
almohada con un blando almohadón hacían que la niña se sintiera<br />
cómoda a pesar <strong>de</strong> sus malestares.<br />
Doña Matil<strong>de</strong> la regaloneaba. Era una gorda maternal. Su<br />
optimismo era contagioso y Consu<strong>el</strong>o se sentía protegida por esta<br />
señora tan cariñosa.<br />
Una noche <strong>de</strong> luna llena, Consu<strong>el</strong>o <strong>de</strong>spertó sobresaltada.<br />
Los perros aullaban en forma lastimera y la niña no podía<br />
quedarse dormida.<br />
Doña Matil<strong>de</strong> roncaba en la cama <strong>de</strong> al lado.<br />
De pronto <strong>de</strong>spertó y le preguntó a la niña por qué estaba<br />
<strong>de</strong>spierta.<br />
-No puedo dormir con <strong>el</strong> aullido <strong>de</strong> los perros- se quejó<br />
Consu<strong>el</strong>o.<br />
-No te preocupes- le dijo doña Matil<strong>de</strong>. Eso tiene una<br />
solución, y levantándose <strong>de</strong> la cama fue hacia la ventana y la abrió<br />
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<strong>de</strong> par en par. Entonces lanzó un antiguo sortilegio:<br />
“Santa Ana parió a María.<br />
Santa Isab<strong>el</strong> parió a San Juan.<br />
Con estas santas palabras<br />
Los perros se han <strong>de</strong> callar.”<br />
Después cerró la ventana, se metió en su cama y minutos<br />
<strong>de</strong>spués estaba nuevamente roncando.<br />
La luz <strong>de</strong> la Luna entraba a través <strong>de</strong> los visillos e iluminaba<br />
tenuemente la habitación.<br />
La noche estaba fría.<br />
No se oía ni un ladrido.<br />
Había un silencio total.<br />
-------------------<br />
En pocos días Consu<strong>el</strong>o ya estaba mejor y con bastante<br />
apetito. La fiebre había <strong>de</strong>saparecido y las transpiraciones también.<br />
Doña Matil<strong>de</strong> le hacía vigorosas fricciones con un gran algodón<br />
empapado en alcohol, cambiaba la camisa <strong>de</strong> dormir y la peinaba<br />
con agua <strong>de</strong> colonia.<br />
A la hora <strong>de</strong> almuerzo, <strong>el</strong> plato principal era una sabrosa<br />
cazu<strong>el</strong>a <strong>de</strong> ave con unas presas <strong>de</strong> gallina <strong>de</strong> campo. La niña se<br />
repetía <strong>el</strong> plato una y hasta dos veces con gran satisfacción <strong>de</strong> su<br />
enfermera.<br />
Y así pasaron los días en compañía <strong>de</strong> la señora Matil<strong>de</strong> y su<br />
gato regalón. Era un gato romano que acostumbraba dormir a los<br />
pies <strong>de</strong> la cama <strong>de</strong> su dueña pero ahora había <strong>de</strong>cidido cambiar <strong>de</strong><br />
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alcoba y pasaba horas dormitando a los pies <strong>de</strong> la cama <strong>de</strong> Consu<strong>el</strong>o.<br />
La niña lo contemplaba cómo ronroneaba con los ojos<br />
semicerrados y <strong>de</strong> vez en cuando rasguñaba la colcha como un<br />
saludable ejercicio para las garras.<br />
Consu<strong>el</strong>o se entretenía mirándose en <strong>el</strong> espejo <strong>de</strong> la cómoda<br />
que estaba frente a las camas y también miraba a través d<strong>el</strong> visillo <strong>de</strong><br />
la ventana a la gente que pasaba por la vereda.<br />
Atar<strong>de</strong>cía. El pueblo estaba silencioso.<br />
Por la calle solitaria se oyó la voz <strong>de</strong> un ven<strong>de</strong>dor ambulante<br />
que ofrecía su mercancía. La voz se fue acercando y se escuchó<br />
frente a la casa don<strong>de</strong> estaba Consu<strong>el</strong>o. Después se alejó lentamente<br />
hasta casi no oírse.<br />
A la niña le embargó una gran tristeza. Siempre los ven<strong>de</strong>dores<br />
ambulantes le habían causado pena porque tenía la sensación <strong>de</strong> que<br />
nadie les compraba lo que ofrecían.<br />
Solamente se escuchaba llorar a un niño. Era <strong>el</strong> hijo <strong>de</strong> la<br />
vecina. Por su voz balbuceante, Consu<strong>el</strong>o <strong>de</strong>dujo que tendría muy<br />
poca edad, tal vez dos años.<br />
-¿Cuándo vas a apren<strong>de</strong>r a hacer pipí?- lo reprendía su madre.<br />
-En la noche -contestaba <strong>el</strong> pequeño- cuando esté<br />
durmiendo…<br />
Consu<strong>el</strong>o se puso a reír por la divertida respuesta d<strong>el</strong> pequeño.<br />
Después <strong>de</strong> todo, no lo había pasado tan mal durante su<br />
enfermedad. Doña Matil<strong>de</strong> era una mujer maravillosa.<br />
¿Qué sería <strong>de</strong> sus compañeros <strong>de</strong> circo? ¿Se acordarían <strong>de</strong><br />
<strong>el</strong>la? El Voltereta y <strong>el</strong> Cabeza-abajo ¿echarían <strong>de</strong> menos a la<br />
aprendiz a trapecista? Ambos eran muy buenos con <strong>el</strong>la. Días antes<br />
<strong>de</strong> caer enferma, Consu<strong>el</strong>o había sabido que eran hermanos. El<br />
Cabeza-abajo era mayor y ambos eran hijos d<strong>el</strong> payaso, éste había<br />
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sido en su juventud un gran trapecista; hasta que vino un acci<strong>de</strong>nte y<br />
quedó lesionado. Consu<strong>el</strong>o había observado que <strong>el</strong> payaso actuaba<br />
rengueando <strong>de</strong> una pierna. Creyó que ese andar era parte <strong>de</strong> la<br />
comedia pero <strong>de</strong>spués supo lo <strong>de</strong> su caída y su invali<strong>de</strong>z.<br />
El payaso era estri<strong>de</strong>nte en la pista pero muy quitado <strong>de</strong> bulla<br />
en su vida <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso. Casi no hablaba y siempre se le veía<br />
solitario, como recordando algo. Quizás tiempos pasados o un viejo<br />
amor, la madre <strong>de</strong> sus dos hijos trapecistas.<br />
Un día, en forma excepcional, estaba <strong>de</strong> muy buen humor.<br />
Consu<strong>el</strong>o recordaba con toda claridad lo que había sucedido.<br />
Estaban los dos solos en <strong>el</strong> comedor y <strong>de</strong> pronto <strong>el</strong> payaso se<br />
puso a cantar y a bailar en forma muy divertida, con las manos en la<br />
cintura.<br />
Tenía una voz clara y varonil y sus movimientos eran<br />
graciosos y acompasados. Hacía reír porque todos sus gestos<br />
expresaban una gran f<strong>el</strong>icidad.<br />
Consu<strong>el</strong>o llevaba <strong>el</strong> compás palmoteando con las manos.<br />
De pronto… dio un salto y caminó por <strong>el</strong> aire. ¡Sí! ¡Bailaba y<br />
no caía y estaba a más <strong>de</strong> dos metros d<strong>el</strong> su<strong>el</strong>o! Continuaba<br />
danzando como si estuviera en un proscenio invisible.<br />
Consu<strong>el</strong>o se quedó muda, con la boca abierta y las manos<br />
inmóviles en alto.<br />
¡Era increíble!<br />
El payaso <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> cantar y bailar y dando un salto cayó frente a<br />
Consu<strong>el</strong>o y la saludó con una ceremoniosa venia.<br />
-¿Cómo pudiste hacer eso?- exclamó Consu<strong>el</strong>o admirada.<br />
-Es cuestión <strong>de</strong> voluntad e imaginación -respondió- y riendo<br />
alegremente se alejó <strong>de</strong> <strong>el</strong>la.<br />
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CAPITULO VII<br />
EL ALMACEN Y LA CALLE MÁGICA<br />
Consu<strong>el</strong>o había sanado. Ahora caminaba por los aposentos <strong>de</strong><br />
la casa acompañada d<strong>el</strong> gato romano.<br />
De vez en cuando <strong>el</strong> micifuz, maullando, se restregaba en una<br />
<strong>de</strong> las pantorrillas <strong>de</strong> la niña y eso le <strong>de</strong>sagradaba. ¡No te refriegues<br />
en las piernas! -le <strong>de</strong>cía al minino, pero <strong>el</strong> gato la miraba con la cola<br />
en alto y emitía un suave maullido, que en lenguaje gatuno<br />
significaba: Te quiero.<br />
La señora Matil<strong>de</strong> tenía un almacén al lado <strong>de</strong> su casa. Era <strong>el</strong><br />
almacén <strong>de</strong> la esquina.<br />
Días <strong>de</strong>spués, Consu<strong>el</strong>o pudo salir a la calle y visitar a su<br />
buena amiga que había terminado su labor <strong>de</strong> enfermera y ahora<br />
había vu<strong>el</strong>to a sus activida<strong>de</strong>s comerciales <strong>de</strong>trás d<strong>el</strong> mesón.<br />
A Consu<strong>el</strong>o le agradaba <strong>el</strong> ambiente <strong>de</strong> ese viejo almacén<br />
pueblerino. Con su olor peculiar, mezcla <strong>de</strong> sacos <strong>de</strong> papas, vino,<br />
verduras, aceite, parafina y otros productos que, mezclados todos en<br />
<strong>el</strong> aire, le daban una personalidad característica.<br />
Doña Matil<strong>de</strong> vendía aceite mediante una pequeña bomba<br />
pintada <strong>de</strong> rojo y empotrada en un barril <strong>de</strong> metal. Al mover la<br />
palanca hacia arriba y abajo, salía un fino chorro <strong>de</strong> aceite que<br />
llenaba un jarro <strong>de</strong> hierro enlozado.<br />
A la niña le gustaba bombear <strong>el</strong> aceite porque <strong>el</strong> líquido<br />
amarillento fluía a presión y caía en <strong>el</strong> jarro. Era una sensación<br />
agradable.<br />
Una mañana <strong>de</strong>seó conocer los aposentos internos d<strong>el</strong><br />
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almacén don<strong>de</strong> se guardaba la mercancía. Pensó que algunas <strong>de</strong><br />
estas piezas estarían comunicadas con uno <strong>de</strong> los patios <strong>de</strong> la casa<br />
contigua al almacén. En efecto, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> recorrer varias<br />
habitaciones llegó a un patio, pero éste no llegaba a la casa sino que<br />
salía a una calle.<br />
La mañana estaba d<strong>el</strong>iciosa. Se respiraba un aire puro y los<br />
rayos <strong>de</strong> un sol invernal bañaban tímidamente <strong>el</strong> pavimento a través<br />
<strong>de</strong> las ramas <strong>de</strong>snudas <strong>de</strong> los árboles.<br />
Consu<strong>el</strong>o corrió por esa calle, no recta sino ondulante, entre<br />
prados <strong>de</strong> flores bien cuidados y limitados por sutiles barandas con<br />
barrotes verticales. Solamente se oía <strong>el</strong> ruido <strong>de</strong> sus pisadas.<br />
En uno <strong>de</strong> los prados divisó unos hombrecitos vestidos con<br />
llamativos colores. Eran estatuas no mayores que un metro y medio.<br />
Parecían jinetes <strong>de</strong> caballos <strong>de</strong> carrera.<br />
Más allá había una hilera <strong>de</strong> casas <strong>de</strong> un piso con alargadas<br />
ventanillas y gran<strong>de</strong>s aleros que se inclinaban a la calle silenciosa<br />
por don<strong>de</strong> corría la niña.<br />
En medio <strong>de</strong> la calle, crecían cinco gran<strong>de</strong>s árboles <strong>de</strong><br />
diferentes especies.<br />
Todo esto parece un barrio chino -pensó. Por la calle<br />
solamente pue<strong>de</strong> transitar gente a pie o en bicicleta porque un<br />
vehículo no podría avanzar <strong>de</strong>bido a los árboles que se interponen al<br />
medio.<br />
Y continuó corriendo más presurosa porque tuvo miedo <strong>de</strong><br />
este solitario y misterioso ambiente.<br />
Lo que la ro<strong>de</strong>aba era completamente distinto al pueblo.<br />
-Debe <strong>de</strong> ser un pueblo mágico - se dijo.<br />
Mientras corría se dio cuenta <strong>de</strong> que había recuperado<br />
totalmente sus fuerzas.<br />
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O L A V E N G A N Z A D E L O S Z O R Z A L E S<br />
Al final <strong>de</strong> la calle había un viejo murallón hecho <strong>de</strong> adobes y<br />
un portón semiabierto. La niña se escurrió por él y llegó al último<br />
patio <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> la señora Matil<strong>de</strong>.<br />
-¡Es asombroso! -se dijo. Entonces apareció <strong>el</strong> gato romano y<br />
se acercó con la cola en alto para darle la bienvenida.<br />
-¿Dón<strong>de</strong> has estado? -le preguntó doña Matil<strong>de</strong>, cuando llegó<br />
d<strong>el</strong> almacén.<br />
-No te aventures sola sin saber yo por don<strong>de</strong> andas. Mira que<br />
en este pueblo ocurren cosas misteriosas y a veces <strong>de</strong> mucho p<strong>el</strong>igro.<br />
En un árbol <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los patios <strong>de</strong> la casa cantó un zorzal. La escena<br />
iba a cambiar y la niña tendría una espantosa experiencia que no la<br />
olvidaría hasta mucho tiempo <strong>de</strong>spués.<br />
CAPITULO VIII<br />
EL BANDIDO<br />
Esa tar<strong>de</strong>, en las afueras d<strong>el</strong> pueblo se oyeron unos gritos<br />
<strong>de</strong>sgarradores y varios disparos <strong>de</strong> escopeta.<br />
Consu<strong>el</strong>o vio que la poca gente que había en la calle corría<br />
presurosa a sus casas y cerraban con trancas las puertas y los<br />
postigos <strong>de</strong> las ventanas.<br />
Había algo <strong>el</strong>éctrico y terrorífico en <strong>el</strong> pueblo, con sus calles<br />
solitarias y las casas herméticas. No se veía a nadie.<br />
Ni un alma.<br />
Doña Matil<strong>de</strong> estaba en <strong>el</strong> almacén y Consu<strong>el</strong>o tuvo mucho<br />
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susto <strong>de</strong> sentirse sola en la casa porque no atinaba a cerrar los<br />
postigos <strong>de</strong> las ventanas ni trancar las puertas como lo habían hecho<br />
sus vecinos. Entonces se le ocurrió salir y llegar al almacén para<br />
encontrarse con la señora Matil<strong>de</strong>, y dando un portazo se fue<br />
corriendo a toda prisa al almacén. Pero la puerta d<strong>el</strong> almacén estaba<br />
cerrada. Seguramente la señora Matil<strong>de</strong> la había trancado e iba a<br />
llegar a la casa por <strong>de</strong>trás, a través <strong>de</strong> los patios<br />
Empezó a llamar a gritos a la mujer y a golpear con los puños<br />
los ma<strong>de</strong>ros pero nadie contestó. Decidió volver a la casa pero <strong>el</strong><br />
portazo había cerrado la puerta por <strong>de</strong>ntro y no la podía abrir.<br />
¡Qué <strong>de</strong>sesperación!<br />
-¡Señora Matil<strong>de</strong>! ¡Ábrame por favoor!- gritaba la niña.<br />
En eso estaba, cuando al final <strong>de</strong> la calle se oyó un galope <strong>de</strong><br />
caballos y aparecieron cuatro jinetes a toda prisa que fustigaban a<br />
sus cabalgaduras con pencazos en las ancas.<br />
Se venían encima y la niña horrorizada se afirmó <strong>de</strong> espaldas a<br />
la pared con las rodillas semiflectadas por <strong>el</strong> terror.<br />
Se sintió levantada brutalmente en vilo y cayó a horcajadas<br />
entre la montura y <strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo d<strong>el</strong> animal que huía a más no po<strong>de</strong>r. El<br />
caballo iba con la cabeza hacia ad<strong>el</strong>ante, las orejas plegadas y las<br />
riendas su<strong>el</strong>tas. Consu<strong>el</strong>o veía cómo corrían las patas d<strong>el</strong>anteras<br />
frente a su cara pero los cuerpos no se cimbraban porque <strong>el</strong> galope<br />
era rapidísimo.<br />
Se oían disparos y los jinetes gritaban emitiendo alaridos<br />
guturales como los arrieros o los indios.<br />
Los techos <strong>de</strong> las casas quedaron atrás y ahora se galopaba en<br />
pleno campo.<br />
El jinete, en un gesto <strong>de</strong> gran fuerza y dominio, se <strong>de</strong>splazó al<br />
anca d<strong>el</strong> caballo y levantó a Consu<strong>el</strong>o sentándola en la silla <strong>de</strong><br />
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O L A V E N G A N Z A D E L O S Z O R Z A L E S<br />
montar. Sujetando a la niña por los costados manejaba las riendas<br />
con gran <strong>de</strong>streza.<br />
Consu<strong>el</strong>o estaba a punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>smayarse <strong>de</strong>bido a las<br />
emociones sufridas en tan escaso tiempo y haciendo esfuerzos por<br />
no caerse d<strong>el</strong> caballo se aferró con ambas manos a la montura.<br />
Ahora se galopaba en silencio. Gruesos nubarrones<br />
ennegrecían <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o y a lo lejos <strong>el</strong> horizonte rojo se asomaba como<br />
una lengua <strong>de</strong> sangre entre los cerros y las negras nubes.<br />
El pueblo se esfumó allá abajo, en <strong>el</strong> valle, y Consu<strong>el</strong>o se dio<br />
cuenta <strong>de</strong> que no había ninguna esperanza <strong>de</strong> que la salvaran <strong>de</strong> este<br />
inesperado rapto.<br />
Entonces tuvo pánico. Le vino a su mente <strong>el</strong> recuerdo cuando<br />
era pequeñita y su mamá y los abu<strong>el</strong>os la llevaban a pasear al parque<br />
<strong>de</strong> diversiones. La montaban en un caballo en <strong>el</strong> carrus<strong>el</strong> y éste subía<br />
y bajaba dando vu<strong>el</strong>tas lentamente al compás <strong>de</strong> una música. Su<br />
mamá la acompañaba <strong>de</strong> pie a su lado pero la niña tenía mucho<br />
susto. No soportaba todo aqu<strong>el</strong>lo, hecho especialmente para niños<br />
mayores que <strong>el</strong>la.<br />
Sí. El caballo era muy gran<strong>de</strong> y sus movimientos <strong>de</strong> sube y<br />
baja eran bruscos. A<strong>de</strong>más, <strong>el</strong> mundo giraba alre<strong>de</strong>dor y los caballos<br />
d<strong>el</strong>ante y <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> <strong>el</strong>la subían y bajaban. Todo eso mareaba y<br />
entonces <strong>de</strong>cidían sacarla d<strong>el</strong> carrus<strong>el</strong>. Pero ahora nadie la sacaba <strong>de</strong><br />
allí, montada sobre un caballo y ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> forajidos. Fue tanto <strong>el</strong><br />
miedo y la <strong>de</strong>sesperación, que perdió los sentidos y no supo más…<br />
Los caballos iban ahora al paso. Estaban cansados y sudorosos<br />
y respiraban fuerte <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la frenética arremetida.<br />
Los ijares sangraban <strong>de</strong>bido a las espu<strong>el</strong>as que se habían<br />
hundido rebanando la carne viva.<br />
La niña había recobrado <strong>el</strong> conocimiento y <strong>el</strong> hombre le<br />
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C U E N T O S PA R A E N T R E T E N E R E L A L M A<br />
or<strong>de</strong>nó que se fuera al anca mientras él ocupaba su puesto en la<br />
montura.<br />
-Hazlo “al tiro” o te rajo <strong>el</strong> cogote- le dijo.<br />
Era tal la fuerza <strong>de</strong> convicción <strong>de</strong> la voz, que la niña sintió que<br />
si no efectuaba lo que se le or<strong>de</strong>naba, <strong>el</strong> bandido iba a cumplir la<br />
amenaza.<br />
La tomó <strong>de</strong> la cintura y la trasladó por un costado hacia <strong>el</strong> anca<br />
d<strong>el</strong> caballo y Consu<strong>el</strong>o quedó sentada a horcajadas mirando hacia<br />
atrás, dándole la espalda al jinete.<br />
Entonces se puso a llorar <strong>de</strong>sconsoladamente, mientras los<br />
otros tres hombres que habían permanecido silenciosos, reían ahora<br />
al ver la posición ridícula <strong>de</strong> la prisionera.<br />
-Agárrate <strong>de</strong> la cola para que no te caigas -le dijo uno- y todos<br />
se mofaron. Al parecer <strong>de</strong>sahogaban sus tensiones d<strong>el</strong> reciente<br />
tiroteo.<br />
El jinete que cabalgaba con la niña, extrañamente<br />
compa<strong>de</strong>cido <strong>de</strong> las burlas, echó una mano atrás y le dijo que se<br />
agarrara <strong>de</strong> <strong>el</strong>la. Consu<strong>el</strong>o, haciendo un gran esfuerzo se levantó<br />
sujetándose d<strong>el</strong> brazo d<strong>el</strong> bandido; dando media vu<strong>el</strong>ta y apoyando<br />
las rodillas en <strong>el</strong> anca d<strong>el</strong> caballo, quedó mirando hacia ad<strong>el</strong>ante y<br />
más cómoda pudo <strong>de</strong>scansar en esa posición.<br />
Cabalgaron largas horas por la montaña entre riscos y<br />
sen<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> arrieros, hasta que llegaron a un pequeño valle<br />
escondido entre las cumbres don<strong>de</strong> había una tenebrosa grieta. Ésta<br />
permitía la entrada <strong>de</strong> los jinetes sin necesidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>smontar.<br />
Allí acamparon. Encendieron una fogata y prepararon té<br />
caliente en unos tarros.<br />
-¿Cómo te llamas?-le preguntó <strong>el</strong> hombre que la había<br />
raptado. Al parecer era <strong>el</strong> jefe <strong>de</strong> la cuadrilla.<br />
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-Consu<strong>el</strong>o.<br />
-Ese era <strong>el</strong> nombre <strong>de</strong> mi hermanita- balbuceó <strong>el</strong> bandido.<br />
La mataron los pacos cuando ro<strong>de</strong>aron mi rancho.<br />
Me traes recuerdos, niña.<br />
No me tengas miedo que no te haré daño.<br />
Consu<strong>el</strong>o contemplaba la cara d<strong>el</strong> bandido que estaba<br />
iluminada por las llamas <strong>de</strong> la fogata. Tenía un p<strong>el</strong>o tieso y corto y<br />
algo canoso en las sienes, a pesar <strong>de</strong> su juventud. Las cejas parecían<br />
unirse como si fuera un f<strong>el</strong>ino y sus ojos castaños traducían cierta<br />
tristeza y una gran soledad. Estaban inyectados en sangre y su<br />
aspecto vidrioso transmitían maldad y arraigados vicios.<br />
Por sus mejillas cubiertas por una barba <strong>de</strong> varios días, corría<br />
una cicatriz que llegaba hasta <strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo; un recuerdo quizás <strong>de</strong> qué<br />
du<strong>el</strong>o a cuchillo años atrás.<br />
Vestía un grueso y largo poncho indio y sus zapatos tenían<br />
espu<strong>el</strong>as <strong>de</strong> pequeñas rodajas.<br />
Iba fuertemente armado. Una escopeta con la culata y <strong>el</strong> doble<br />
cañón recortados se encajaba fácilmente en su cintura. A<strong>de</strong>más<br />
llevaba un cuchillo medio escondido en la faja.<br />
Los bandoleros permanecían silenciosos cerca d<strong>el</strong> fuego.<br />
Uno <strong>de</strong> <strong>el</strong>los, más distante, apoyado en <strong>el</strong> muro <strong>de</strong> la caverna,<br />
escupió <strong>de</strong>spectivamente hacia la oscuridad cuando <strong>el</strong> bandido le<br />
habló a la niña.<br />
Consu<strong>el</strong>o sintió curiosidad por este personaje y se atrevió<br />
preguntarle su nombre.<br />
-¿Cuál es tu nombre?- le dijo con timi<strong>de</strong>z.<br />
El bandido se sorprendió ante tan singular pregunta.<br />
- Ciriaco- contestó.<br />
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C U E N T O S PA R A E N T R E T E N E R E L A L M A<br />
-Ciriaco Contreras…<br />
En esos momentos los <strong>de</strong>más hombres se pusieron <strong>de</strong> pie en<br />
estado <strong>de</strong> alerta y cogiendo sus armas, escucharon en silencio.<br />
Uno <strong>de</strong> <strong>el</strong>los se abalanzó y apagó <strong>el</strong> fuego vertiendo <strong>el</strong> agua d<strong>el</strong><br />
tarro y luego con <strong>el</strong> pie lo apagó <strong>de</strong>finitivamente.<br />
Un caballo en <strong>el</strong> fondo <strong>de</strong> la caverna r<strong>el</strong>inchó y otro le contestó<br />
allá lejos, en la oscuridad.<br />
-¡Nos han seguido! Vociferó uno <strong>de</strong> los bandidos y lanzó unas<br />
tremendas herejías contra sus perseguidores.<br />
Consu<strong>el</strong>o, en la oscuridad <strong>de</strong> la caverna, pudo captar <strong>el</strong> ruido<br />
que hacían los bandidos para ir a buscar los caballos y cómo<br />
preparaban sus armas <strong>de</strong> fuego.<br />
Se oyó una voz en la noche que gritaba:<br />
-¡Ciriaco Contreras! ¡Estás ro<strong>de</strong>ado! ¡No tienes escapatoria!<br />
¡Rín<strong>de</strong>te! ¡Sale con las manos en alto y <strong>de</strong>sarmado!<br />
Hubo un silencio y luego la niña oyó cómo discutían los<br />
bandidos en voz baja.<br />
-¡Estos h… nos van a matar <strong>de</strong> todas maneras! Echemos los<br />
caballos por d<strong>el</strong>ante y nosotros nos escabullimos por entre las peñas.<br />
Nuevamente se oyó la voz:<br />
-¡Ciriaco Contreras! ¡Entrégate o eres hombre muerto!<br />
Sonó un disparo y una bala rebotó en una <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la<br />
caverna. Los caballos r<strong>el</strong>incharon asustados.<br />
Consu<strong>el</strong>o estaba aterrorizada. Lentamente se arrastró por <strong>el</strong><br />
su<strong>el</strong>o, pegada a la pared, hacia <strong>el</strong> interior <strong>de</strong> la cueva. En esos<br />
instantes los caballos salieron <strong>de</strong> la caverna y los bandoleros <strong>de</strong>trás<br />
<strong>de</strong> <strong>el</strong>los.<br />
Se oyó un tiroteo, gritos y blasfemias y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un rato todo<br />
quedó en silencio.<br />
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El lugar afuera <strong>de</strong> la cueva estaba iluminado. Gente<br />
uniformada y <strong>de</strong> a caballo ro<strong>de</strong>aba la salida <strong>de</strong> la caverna y<br />
alumbraba la entrada con linternas.<br />
Un hombre entró en la cueva y llamó en voz baja:<br />
-Consu<strong>el</strong>o… Consu<strong>el</strong>ito ¿estás ahí?<br />
La voz le era conocida a la niña. Era su abu<strong>el</strong>o.<br />
-¡Abu<strong>el</strong>o!- balbuceó.<br />
El abu<strong>el</strong>o llegó don<strong>de</strong> la niña y la abrazó emocionado.<br />
-¡Abu<strong>el</strong>o!- sollozó. ¡Tengo tanto miedo!<br />
-Ya, ya. Mi pequeña lagartija- la consoló. Mira don<strong>de</strong> te he<br />
encontrado. Y la besó tiernamente en la cabeza.<br />
-El p<strong>el</strong>igro ha pasado- le dijo. Te hemos venido a buscar para<br />
llevarte a casa.<br />
Consu<strong>el</strong>o salió con <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o quien la hizo montar en su<br />
cabalgadura.<br />
Tiempo <strong>de</strong>spués partió la patrulla <strong>de</strong> carabineros con <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o<br />
y la niña, llevando a los caballos <strong>de</strong> los bandidos tirados por las<br />
riendas. Sobre <strong>el</strong>los iban cuatro muertos que estaban amarrados por<br />
los pies y las manos <strong>de</strong>bajo d<strong>el</strong> vientre <strong>de</strong> los caballos.<br />
Amanecía, cuando llegaron al pueblo. La patrulla se <strong>de</strong>tuvo<br />
frente a la casa <strong>de</strong> doña Matil<strong>de</strong> quién recibió llorosa y alborozada a<br />
su niña perdida.<br />
-¡Dios los bendiga! Se <strong>de</strong>spidió la mujer <strong>de</strong> los carabineros y<br />
éstos siguieron su rumbo hasta per<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> vista al final <strong>de</strong> la calle.<br />
El abu<strong>el</strong>o se quedó a tomar <strong>de</strong>sayuno.<br />
El circo había regresado al pueblo.<br />
Consu<strong>el</strong>o se integraría a la comparsa y viajaría en <strong>el</strong> enorme<br />
carromato azul con gran<strong>de</strong>s ruedas y sus diez yuntas <strong>de</strong> bueyes.<br />
Rumbo al Sur… Siempre al Sur…<br />
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CAPITULO IX<br />
MARI MARI<br />
Son muchas las aventuras que tuvo la caravana circense en su<br />
lenta trayectoria cuyo <strong>de</strong>stino final era Puerto Montt.<br />
Tuvieron que va<strong>de</strong>ar caudalosos ríos, ensanchar la senda para<br />
que pasara <strong>el</strong> carromato y talar árboles sacados d<strong>el</strong> espeso bosque<br />
para construir rústicos puentes.<br />
Los hombres eran tenaces y en varias ocasiones, ayudados por<br />
la fuerza <strong>de</strong> los animales d<strong>el</strong> circo, realizaban verda<strong>de</strong>ros milagros<br />
para seguir ad<strong>el</strong>ante, en medio <strong>de</strong> lluvias torrenciales, terrenos<br />
pantanosos don<strong>de</strong> se atascaban las ruedas y muchas otras<br />
dificulta<strong>de</strong>s. Pero la gente lugareña siempre estaba dispuesta a<br />
ayudarlos.<br />
En una ocasión, en que las ruedas d<strong>el</strong> carromato se habían<br />
hundido hasta los ejes, veintidós yuntas <strong>de</strong> bueyes lo sacaron d<strong>el</strong><br />
atoche como si hubiera sido una liviana tabla resbalándose sobre <strong>el</strong><br />
barro.<br />
Después <strong>de</strong> estas proezas, <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o les ofrecía función<br />
gratuita, pero <strong>el</strong>los sonreían satisfechos y se iban con sus bueyes,<br />
tan sencillos como habían llegado.<br />
Consu<strong>el</strong>o ya no tenía miedo y sus músculos y nervios<br />
dominaban plenamente la situación allá arriba.<br />
El vértigo había <strong>de</strong>saparecido.<br />
Se sentía segura como un pájaro planeando con sus alas<br />
inmóviles en las alturas.<br />
La niña observaba la pista y al público, con una sonrisa en los<br />
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labios expresando tranquilidad.<br />
El balanceo <strong>de</strong> los trapecios era sincrónico. Debía ser preciso<br />
como péndulos <strong>de</strong> dos r<strong>el</strong>ojes que se acercan en su recorrido sin<br />
tocarse.<br />
El Cabeza-abajo tomaba vu<strong>el</strong>o con su cuerpo hasta llegar a<br />
cierta distancia y <strong>el</strong> Voltereta lanzándose <strong>de</strong>spués en su trapecio, le<br />
daba casi la misma v<strong>el</strong>ocidad. Ambos trapecios, al estar a la<br />
distancia más cercana quedaban en un instante inmóviles antes <strong>de</strong><br />
alejarse.<br />
La niña había aprendido a darse <strong>el</strong> exacto impulso y se<br />
balanceaba en <strong>el</strong> trapecio afirmada con ambas manos, dándose cada<br />
vez más impulso con las piernas y los pies juntos hasta que en un<br />
instante, <strong>el</strong> Cabeza-abajo le daba la or<strong>de</strong>n, entonces se <strong>de</strong>sprendía<br />
soltando las manos y volaba hacia <strong>el</strong> Cabeza-abajo que la agarraba<br />
<strong>de</strong> los antebrazos.<br />
Consu<strong>el</strong>o se apretaba firme <strong>de</strong> las muñecas d<strong>el</strong> trapecista y su<br />
balanceo era ahora mayor y más lento.<br />
Se sentía segura al sentir la tremenda fuerza que <strong>el</strong> Cabezaabajo<br />
tenía en sus brazos. Luego se soltaba <strong>de</strong> una mano y daba<br />
media vu<strong>el</strong>ta quedando <strong>de</strong> frente a su trapecio que venía y se alejaba<br />
<strong>de</strong> <strong>el</strong>la.<br />
El Cabeza-abajo se daba más impulso con la niña colgando <strong>de</strong><br />
sus brazos y <strong>el</strong> otro trapecio era regulado por <strong>el</strong> Voltereta que lo<br />
agarraba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la plataforma y lo empujaba hasta adquirir la<br />
v<strong>el</strong>ocidad <strong>de</strong>seada.<br />
Consu<strong>el</strong>o saltaba otra vez quedando algunas fracciones <strong>de</strong><br />
segundo suspendida en <strong>el</strong> aire y agarrando <strong>el</strong> trapecio, llegaba<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una oscilación a la plataforma, en posición <strong>de</strong> pie.<br />
Su corazón palpitaba <strong>de</strong> gozo por la gran emoción <strong>de</strong> los dos<br />
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saltos, y <strong>el</strong> público allá abajo aplaudía con entusiasmo.<br />
Una mañana llena <strong>de</strong> sol salpicada <strong>de</strong> blancas nubes, llegaron<br />
a Temuco. En la afueras <strong>de</strong> la ciudad hubo una gran función que se<br />
repitió durante varios días.<br />
Consu<strong>el</strong>o, diestra en <strong>el</strong> trapecio, volaba con su malla rosada <strong>de</strong><br />
un lado a otro como un pajarillo en <strong>el</strong> interior <strong>de</strong> una inmensa jaula,<br />
saltando <strong>de</strong> palo en palo.<br />
La gente aplaudía a los tres trapecistas y la niña se sentía<br />
orgullosa <strong>de</strong> pertenecer a ese número porque era <strong>el</strong> más importante<br />
<strong>de</strong> todos.<br />
Una tar<strong>de</strong>, <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o <strong>de</strong>cidió visitar una comunidad mapuche y<br />
haciendo uso <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los carruajes d<strong>el</strong> circo, partió hacia <strong>el</strong><br />
interior, acompañado <strong>de</strong> Consu<strong>el</strong>o y otras personas <strong>de</strong> la comparsa.<br />
Llegaron a unos hermosos lomajes sembrados <strong>de</strong> trigo. Al<br />
fondo, los cerros cubiertos <strong>de</strong> bosque virgen y la cordillera nevada<br />
les daban la bienvenida.<br />
Una cuadrilla <strong>de</strong> quince hombres a caballo los vino a recibir.<br />
-¡Mari Mari!- gritaban sonrientes. Usaban largos ponchos y<br />
sus monturas con pi<strong>el</strong> <strong>de</strong> oveja no tenían estribos.<br />
Ro<strong>de</strong>aron <strong>el</strong> carruaje y luego escoltaron a los visitantes hacia<br />
<strong>el</strong> poblado. Éste estaba constituido por veinte chozas o rucas <strong>de</strong><br />
totora.<br />
Las mujeres, con sus trajes típicos, en los que predominaba <strong>el</strong><br />
negro, <strong>el</strong> ver<strong>de</strong>, <strong>el</strong> rosado y <strong>el</strong> azul, <strong>de</strong>tuvieron sus labores para<br />
observar a los recién llegados.<br />
Al parecer, ese día, era un día <strong>de</strong> fiesta porque tenían puestos<br />
sus adornos <strong>de</strong> plata. El trarilonco o cintillo sujeto en la frente y sus<br />
mantillas o chamales estaban sujetos con un gran alfiler d<strong>el</strong> mismo<br />
metal y d<strong>el</strong> pecho colgaba un hermoso medallón.<br />
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Se iba a iniciar la fiesta r<strong>el</strong>igiosa llamada <strong>el</strong> Nguillatún.<br />
El poblado se reunió en <strong>el</strong> centro <strong>de</strong> la al<strong>de</strong>a frente a una<br />
estatua <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra escalonada, <strong>el</strong> Rehue. Éste era un tronco con<br />
escalones y su extremo estaba adornado con ramas d<strong>el</strong> árbol sagrado<br />
<strong>de</strong> los araucanos, <strong>el</strong> can<strong>el</strong>o. También había ramas <strong>de</strong> arrayán y otras<br />
plantas odoríferas. Sobre <strong>el</strong>las estaba encaramada la hechicera o<br />
curan<strong>de</strong>ra, la machi.<br />
Se oía <strong>el</strong> cultrún, <strong>el</strong> tambor que tocaba la machi; también se<br />
escuchaban los sones <strong>de</strong> la flauta o pifilca y la trutruca con su ronco<br />
lamento.<br />
De pronto hubo silencio.<br />
Hombres, mujeres y niños iniciaron su oración comunitaria:<br />
“Saludos Nguechén. Te saludamos abu<strong>el</strong>os y antepasados.<br />
¡Sednos propicios Dominador <strong>de</strong> los hombres!<br />
Después vinieron las cabalgatas alre<strong>de</strong>dor d<strong>el</strong> rehue.<br />
La machi empezó a bailar y a cantar largas oraciones al son <strong>de</strong><br />
las trutrucas y d<strong>el</strong> pequeño tambor o cultrún.<br />
Hombres y mujeres portaban ramas d<strong>el</strong> sagrado can<strong>el</strong>o.<br />
Consu<strong>el</strong>o y sus acompañantes guardaban respetuoso silencio<br />
ante este baile y sus cantos porque se daban cuenta <strong>de</strong> que estaban<br />
ante una fiesta r<strong>el</strong>igiosa muy importante para la comunidad.<br />
Se invocaba a los espíritus para que hubiera buenas cosechas y<br />
para que no vinieran <strong>de</strong>sgracias y enfermeda<strong>de</strong>s a los presentes. La<br />
machi invocaba a los buenos espíritus protectores y alejaba con sus<br />
artes mágicos a los espíritus malignos.<br />
Después d<strong>el</strong> prolongado ceremonial, vino la fiesta, don<strong>de</strong> se<br />
comió carne asada <strong>de</strong> cor<strong>de</strong>ro y se bebió chicha <strong>de</strong> manzana.<br />
Consu<strong>el</strong>o no entendía lo que los indios conversaban porque<br />
hablaban mapuche pero si preguntaba algo le respondían en<br />
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cast<strong>el</strong>lano.<br />
El abu<strong>el</strong>o conversaba con <strong>el</strong> cacique <strong>de</strong> la comunidad, quien<br />
estaba ro<strong>de</strong>ado y era servido por sus tres esposas.<br />
Pronto la fiesta agarró bríos y los visitantes <strong>de</strong>cidieron<br />
regresar a la ciudad porque se hacía tar<strong>de</strong>.<br />
Fueron <strong>de</strong>spedidos por todos los allí presentes y unos pocos<br />
los escoltaron <strong>de</strong> vu<strong>el</strong>ta a caballo; luego cambiaron rumbo y se<br />
<strong>de</strong>volvieron a todo galope.<br />
El abu<strong>el</strong>o estaba muy alegre y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un rato se puso a<br />
cantar:<br />
“Cuando los indios bajaron<br />
Cuando los indios bajaron<br />
<strong>Baja</strong>ron por <strong>el</strong> estanque<br />
<strong>Baja</strong>ron por <strong>el</strong> estanque<br />
Y <strong>el</strong> indito Chinanperez<br />
Requiriendo sus amores<br />
¡Yaja! ¡Yaja ¡Yajajá!<br />
¡Hay comadre compadre los indios!<br />
¡Hay comadre, compadre! ¡los indios!<br />
¡Yaja! ¡yaja ¡yajajá!<br />
Si no hay re. Sin no hay re<br />
Aunque quiera su mercé…”<br />
Cuando iban llegando a la ciudad <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o se tendió en <strong>el</strong><br />
fondo d<strong>el</strong> carruaje y se quedó dormido.<br />
El Voltereta condujo <strong>el</strong> coche con los caballos.<br />
43
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Consu<strong>el</strong>o estaba f<strong>el</strong>iz. Lo había pasado muy bien y la fiesta<br />
había sido muy interesante.<br />
Esa noche recordó los vestidos <strong>de</strong> las mujeres mapuches y sus<br />
adornos. A la machi y su cultrún mágico invocando a los espíritus y<br />
<strong>el</strong> ronco sonar <strong>de</strong> las trutrucas. Todo aqu<strong>el</strong>lo era misterioso; un<br />
mundo mágico, invisible, que ro<strong>de</strong>aba a los que bailaban. Había<br />
otros seres que no se percibían con los cinco sentidos, pero estaban<br />
allí.<br />
Antes <strong>de</strong> quedarse dormida, recordó que, cuando venían <strong>de</strong><br />
vu<strong>el</strong>ta y <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o estaba tendido en <strong>el</strong> fondo d<strong>el</strong> coche, una culebra<br />
se había atravesado en <strong>el</strong> camino y los caballos se habían <strong>de</strong>tenido.<br />
¿Había sido algo sin mayor trascen<strong>de</strong>ncia? ¿Un hecho casual?<br />
Atar<strong>de</strong>cía. El Sol semiescondido <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> una muralla <strong>de</strong><br />
nubes, estaba <strong>de</strong>formado por un efecto óptico. Se veía como un<br />
trompo rojo gigantesco.<br />
El abu<strong>el</strong>o y Consu<strong>el</strong>o estaban sentados en sillas <strong>de</strong> playa<br />
contemplando este espectáculo maravilloso.<br />
-Abu<strong>el</strong>o- dijo la niña. ¿Viste la culebra que se atravesó en <strong>el</strong><br />
camino cuando veníamos <strong>de</strong> vu<strong>el</strong>ta d<strong>el</strong> Nguillatún?<br />
-No la vi, porque iba durmiendo por los efectos <strong>de</strong> la chicha -<br />
respondió <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o.<br />
Cuando yo era niño, un famoso cacique llamado Calvún, era<br />
amigo <strong>de</strong> mi padre. Él me contaba historias mapuches muy<br />
entretenidas.<br />
Recuerdo una r<strong>el</strong>acionada con culebras y tiene cierta similitud<br />
con la Historia Sagrada.<br />
-Y esa canción que cantaste antes <strong>de</strong> quedarte dormido, ¿<strong>de</strong><br />
adón<strong>de</strong> la sacaste?-interrumpió Consu<strong>el</strong>o. ¡Era muy divertida!<br />
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-¡Ah!- respondió <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o. Es una canción muy antigua. Me la<br />
cantaba mi padre cuando yo era niño y a él su papá, y así se ha<br />
transmitido <strong>de</strong> generación en generación. Piensa que se refiere<br />
cuando los indios atacaban a los españoles en tiempos <strong>de</strong> la Colonia<br />
o <strong>de</strong> la Conquista. Es muy antigua… pero <strong>de</strong>ja contarte <strong>el</strong> r<strong>el</strong>ato d<strong>el</strong><br />
cacique Calvún. ¿Te interesa?<br />
-Sí, mucho.<br />
-“Hace algunos miles <strong>de</strong> años, dicen, que en Chile apareció un<br />
hombre blanco llamado Trome. Este hombre era similar a los<br />
españoles que llegaron muchos años más tar<strong>de</strong>.<br />
Dicen que Trome subido en lo alto <strong>de</strong> un cerro llamado Treng-<br />
Treng, dijo lo siguiente: Les traigo muy buenas noticias d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o<br />
que conviene que sepan. Hay un Gran Señor Todopo<strong>de</strong>roso dueño<br />
d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o y <strong>de</strong> la tierra y que las pobló.<br />
El hizo <strong>el</strong> Sol, la Luna y las estr<strong>el</strong>las y también creó a nosotros<br />
en la Tierra.<br />
Todas estas noticias las dio y también dijo otras gran<strong>de</strong>s cosas<br />
pero los hombres no le hicieron caso.<br />
Entonces él gritó a todos los animales:<br />
Ya no me quieren oír los hombres; que vengan a oír los zorros,<br />
los leones, los guanacos y todos los animales.<br />
Entonces ¡qué gran maravilla vio esa gente!<br />
Dicen que acudieron los zorros, los leones, los guanacos, las<br />
culebras y los lagartos y todos los animales <strong>de</strong> los bosques y<br />
montañas, y los peces d<strong>el</strong> agua <strong>de</strong> mar y <strong>de</strong> los ríos y las aves <strong>de</strong><br />
todos los colores, hasta <strong>el</strong> manque (cóndor ) <strong>de</strong> la cordillera.<br />
Todos acudieron al cerro Treng-Treng a escuchar la palabra <strong>de</strong><br />
Trome.<br />
Estaban parados sobre las rocas y en <strong>el</strong>las <strong>de</strong>jaron sus hu<strong>el</strong>las.<br />
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C U E N T O S PA R A E N T R E T E N E R E L A L M A<br />
El hombre blanco se fue y no volvió.<br />
Los animales se dispersaron y los hombres se quedaron solos.<br />
Comenzó entonces a llover mucho. A llover sin parar día y<br />
noche.<br />
La culebra buena d<strong>el</strong> Treng-Treng silbó entonces muy fuerte<br />
llamando a los hombres buenos. Pero la serpiente mala Kaikai<br />
silbaba más fuerte, r<strong>el</strong>inchaba como un caballo y llovía más fuerte.<br />
Los ríos se salían <strong>de</strong> sus lechos.<br />
Algunos pocos hombres y mujeres buenos se fueron al cerro<br />
Treng-Treng. Cuando estuvieron allí implorando <strong>el</strong> Ser Supremo <strong>de</strong><br />
lo que les había hablado Trome, <strong>el</strong> cerro se levantó en cuatro patas<br />
largas, muy largas.<br />
La serpiente Kaikai rugía más estrepitosamente y las aguas<br />
subían y subían. Parecía que los hombres, refugiados en la cima <strong>de</strong><br />
la montaña iban a morir. Pero silbaba la culebra buena Treng Treng y<br />
las cuatro patas d<strong>el</strong> cerro se alargaban más.<br />
Mientras más r<strong>el</strong>inchaba la culebra Kaikai, más subía <strong>el</strong> agua<br />
pero <strong>el</strong> cerro Treng-Treng se <strong>el</strong>evó tanto que alcanzó <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o.<br />
Entonces -dicen- terminó <strong>de</strong> llover <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cuatro días y cuatro<br />
noches.<br />
Bajó <strong>el</strong> cerro Treng-Treng a su sitio y los mapuches que habían<br />
sobrevivido hicieron nuevamente sus rucas en <strong>el</strong> valle.<br />
Muchos <strong>de</strong> los hombres malos que no habían querido salvarse<br />
en <strong>el</strong> cerro Treng-Treng, se convirtieron en piedras…”<br />
-Muy bonito tu cuento, abu<strong>el</strong>o- dijo la niña. Debe ser muy<br />
antiguo.<br />
-Así es- respondió <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o. Si tú te fijas, hay alguna r<strong>el</strong>ación<br />
entre <strong>el</strong> personaje Trome con Nuestro Señor Jesucristo. Cómo<br />
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O L A V E N G A N Z A D E L O S Z O R Z A L E S<br />
predica a los hombres y éstos no lo escuchan.<br />
Posteriormente viene un cataclismo similar al Diluvio o <strong>el</strong> fin<br />
d<strong>el</strong> mundo y se salvan los buenos y perecen los malos.<br />
El Sol o <strong>el</strong> dios Antu se había escondido en <strong>el</strong> horizonte. Sus<br />
dorados rayos aún se reflejaban en la nieve d<strong>el</strong> volcán Villarrica.<br />
Éste echaba humo por su cráter.<br />
-Abu<strong>el</strong>o ¿por qué echa humo <strong>el</strong> volcán? ¿Acaso está en<br />
actividad?<br />
-Así dicen los científicos, al estudiar esa fumarola, pero yo<br />
creo otra cosa.<br />
-¿Qué otra cosa crees?<br />
-Es <strong>el</strong> cherufe. El genio que vive <strong>de</strong>ntro d<strong>el</strong> volcán. El volcán<br />
es su ruca y están avivando <strong>el</strong> fuego para preparar la comida.<br />
Esta lista la cena. Guar<strong>de</strong>mos las sillas <strong>de</strong> playa.<br />
CAPITULO X<br />
LA RESIDENCIAL DE LAS SEÑORITAS MINTE<br />
El carromato y su caravana <strong>de</strong> coches y animales llegaron a<br />
Puerto Varas. Un hermoso pueblito <strong>de</strong> colonos alemanes, situado en<br />
la orilla d<strong>el</strong> lago Llanquihue, y al fondo, <strong>el</strong> volcán Osorno,<br />
imponente, dándole un s<strong>el</strong>lo <strong>de</strong> misterio y majestuosidad a todo <strong>el</strong><br />
paisaje a su alre<strong>de</strong>dor.<br />
Hubo un <strong>de</strong>sfile <strong>de</strong> animales con banda <strong>de</strong> músicos por <strong>el</strong><br />
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C U E N T O S PA R A E N T R E T E N E R E L A L M A<br />
pueblo. Lo encabezaba la joven <strong>el</strong>efanta.<br />
Se apiñó la gente para ver este espectáculo poco<br />
acostumbrado.<br />
Marcharon hacia la plaza y allí se confundieron en medio <strong>de</strong><br />
un gran gentío.<br />
Posteriormente se fueron a la carpa que estaba levantada en las<br />
afueras d<strong>el</strong> pueblo, al otro lado <strong>de</strong> la línea férrea.<br />
Consu<strong>el</strong>o paseó por la costanera, y luego bajó a la playa. Ésta<br />
no tenía arena sino guijarros o cantos rodados.<br />
El agua era límpida y en la orilla, pequeñas olas transparentes,<br />
no más altas que una cuarta, reventaban tímidamente haciendo un<br />
ruido armonioso, exquisito, en la gran quietud d<strong>el</strong> lago inmenso y <strong>el</strong><br />
ci<strong>el</strong>o nublado. Era una calma que se esparcía en <strong>el</strong> aire puro, que se<br />
aspiraba profundamente y vivificaba <strong>el</strong> cuerpo y <strong>el</strong> alma.<br />
Un agradable olor a pino alerce se sentía <strong>de</strong> vez en cuando,<br />
provenía <strong>de</strong> unos ma<strong>de</strong>ros y embarcaciones que había por ahí cerca.<br />
-¡Qué hermoso es este lugar!- se dijo Consu<strong>el</strong>o. Es tan<br />
apacible y silencioso.<br />
Al final <strong>de</strong> la playa había un viejo molino, y orillando <strong>el</strong><br />
camino d<strong>el</strong> lago divisó casas <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra construidas casi<br />
íntegramente <strong>de</strong> alerce, con sus techos y pare<strong>de</strong>s cubiertas con<br />
teju<strong>el</strong>as <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> ese árbol.<br />
D<strong>el</strong> interior <strong>de</strong> las ventanas se veían maceteros con h<strong>el</strong>echos y<br />
otras plantas <strong>de</strong> hojas rojas, muy hermosas.<br />
Consu<strong>el</strong>o estaba admirando las plantas cuando pasó un viejo<br />
automóvil y se <strong>de</strong>tuvo al lado <strong>de</strong> <strong>el</strong>la. Era <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o. Abrió la puerta y<br />
la invitó a subir.<br />
-Vamos a almorzar en la Resi<strong>de</strong>ncial <strong>de</strong> las señoritas Minte- le<br />
dijo.<br />
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-¿Dón<strong>de</strong> queda eso abu<strong>el</strong>o?<br />
-En Puerto Chico. Así se llama <strong>el</strong> barrio que está al final <strong>de</strong> la<br />
playa.<br />
Avanzó <strong>el</strong> automóvil y un poco más allá se <strong>de</strong>tuvo nuevamente<br />
frente a una hermosa casa <strong>de</strong> dos pisos, <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> alerce. Como<br />
antejardín había un prado muy bien cuidado, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> h<strong>el</strong>echos,<br />
manzanos y otras plantas b<strong>el</strong>lísimas.<br />
Se bajaron d<strong>el</strong> taxi y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> canc<strong>el</strong>ar <strong>el</strong> recorrido entraron<br />
al antejardín. El abu<strong>el</strong>o hizo sonar una campanilla y se abrió la<br />
puerta <strong>de</strong> entrada. Apareció una hermosa mujer alemana <strong>de</strong> cab<strong>el</strong>lo<br />
rojo que se alegró <strong>de</strong> ver al abu<strong>el</strong>o y a la niña.<br />
Los hizo pasar a un salón a la izquierda, don<strong>de</strong> había un piano.<br />
Después <strong>de</strong> conversar y preguntar por gente conocida <strong>de</strong><br />
ambos, <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o le preguntó si podían almorzar.<br />
-Por supuesto- contestó la mujer p<strong>el</strong>irroja y levantándose <strong>de</strong> su<br />
silla dijo que iba a avisarle a sus hermanas para que vinieran a<br />
saludarlos.<br />
Mientras tanto, Consu<strong>el</strong>o observaba <strong>el</strong> salón. Todo estaba<br />
or<strong>de</strong>nado en forma muy pulcra. Había una pequeña mesa adornada<br />
con un mant<strong>el</strong> finamente bordado y un florero con flores recién<br />
cortadas.<br />
Más allá, sobre otro mueble, estaba un grueso libro <strong>de</strong> visitas y<br />
un estante con viejos libros muy bien encua<strong>de</strong>rnados. El piano, con<br />
sus cand<strong>el</strong>abros <strong>de</strong> bronce para alumbrar con la luz <strong>de</strong> las v<strong>el</strong>as las<br />
partituras, la alfombra, las sillas, todo tenía un aire antiguo muy<br />
conservado.<br />
Las frescas flores esparcían su suave perfume por todo <strong>el</strong> salón<br />
y a esto se agregaba en esos momentos un exquisito olorcillo a<br />
comida que venía <strong>de</strong> la cocina y que daba un gran apetito.<br />
49
C U E N T O S PA R A E N T R E T E N E R E L A L M A<br />
Llegaron las dos hermanas a saludar al abu<strong>el</strong>o. Ellas eran<br />
mayores y no tan bien parecidas como la p<strong>el</strong>irroja. Se pusieron muy<br />
alegres al ver al abu<strong>el</strong>o y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una breve conversación<br />
invitaron a los recién llegados a pasar al comedor. Éste estaba a la<br />
<strong>de</strong>recha d<strong>el</strong> pasillo <strong>de</strong> entrada.<br />
El comedor era tan pulcro y hermoso como <strong>el</strong> salón. Había seis<br />
mesas con sus respectivas sillas. Estaban todas con <strong>el</strong> servicio<br />
puesto, con mant<strong>el</strong>es blancos; todo muy limpio y or<strong>de</strong>nado.<br />
La ventana que daba al jardín y con vista al lago, era alta y la<br />
luz llegaba a través <strong>de</strong> unos d<strong>el</strong>icados visillos tejidos a mano. Todo<br />
esto le daba una agradable acogida al que estaba allí y una sensación<br />
<strong>de</strong> plena quietud y f<strong>el</strong>icidad.<br />
Había dos mesas ocupadas por familias <strong>de</strong> parroquianos que<br />
estaban alojados en la resi<strong>de</strong>ncial. Hubo saludos y sonrisas. El<br />
abu<strong>el</strong>o ocupó una <strong>de</strong> las mesas y Consu<strong>el</strong>o se sentó al frente y<br />
esperaron a que les sirvieran.<br />
Entró una joven mapuche con un vestido negro y un d<strong>el</strong>antal<br />
blanco almidonado. Ofreció bebidas o licores y <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o pidió una<br />
cerveza.<br />
Pronto llegó con una ban<strong>de</strong>ja y dos platos con una rica entrada<br />
<strong>de</strong> verduras, jamón, medio huevo duro, todo esto adornado con<br />
mayonesa y una aceituna.<br />
Sirvió la cerveza al abu<strong>el</strong>o y le sonrió a Consu<strong>el</strong>o.<br />
Después vino una sabrosa sopa y posteriormente un asado con<br />
papas cocidas y ensalada <strong>de</strong> lechugas.<br />
La gente en <strong>el</strong> comedor hablaba en voz baja y en algunos<br />
momentos Consu<strong>el</strong>o escuchaba con cierta curiosidad lo que<br />
conversaban los vecinos.<br />
Todo era un ambiente inolvidable <strong>de</strong> tranquilidad, mutuo<br />
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respeto y f<strong>el</strong>icidad.<br />
Llegó una <strong>de</strong> las dueñas <strong>de</strong> la resi<strong>de</strong>ncial a preguntarle al<br />
abu<strong>el</strong>o cómo estaba la comida y si era bien atendido.<br />
El abu<strong>el</strong>o estaba rozagante <strong>de</strong> f<strong>el</strong>icidad. Bebía satisfecho su<br />
cerveza y se había metido la punta <strong>de</strong> una gran servilleta en <strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo,<br />
por encima <strong>de</strong> la corbata.<br />
Finalmente vino <strong>el</strong> postre. Era un postre alemán exquisito;<br />
consistía en un flan hecho <strong>de</strong> murta y adornado con una cereza sobre<br />
crema amarilla.<br />
Consu<strong>el</strong>o lamentó que la ración fuera tan pequeña. Se habría<br />
comido la fuente entera.<br />
Después <strong>de</strong> beber una tacita <strong>de</strong> café, <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o pagó la cuenta y<br />
se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> las señoritas Minte.<br />
La niña se <strong>de</strong>spidió con un beso <strong>de</strong> las simpáticas dueñas <strong>de</strong> la<br />
resi<strong>de</strong>ncial, y posteriormente se fue caminando con <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o en<br />
dirección al pueblo por la orilla d<strong>el</strong> lago. Antes <strong>de</strong> llegar al mu<strong>el</strong>le, la<br />
costanera se cortaba y tuvieron que subir un cerro por una calle para<br />
llegar a la plaza.<br />
---------------<br />
Llegaron a un viejo hot<strong>el</strong> cubierto con planchas <strong>de</strong> cinc. Una<br />
pintura amarillenta cubría las latas. Era <strong>el</strong> Hot<strong>el</strong> B<strong>el</strong>lavista.<br />
Un poco más allá había una playa y un mu<strong>el</strong>le <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra,<br />
atracado a él había un pequeño barco. Por su chimenea salía un<br />
humo azul. Sus maquinarias trabajaban con leña como combustible<br />
en lugar <strong>de</strong> carbón.<br />
-Sí tú <strong>de</strong>seas- dijo <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o- podríamos navegar en este<br />
barquito hasta <strong>el</strong> otro extremo d<strong>el</strong> lago.<br />
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-¡Me encantaría, abu<strong>el</strong>o!<br />
-Entonces -dijo <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o- mañana vendremos al mu<strong>el</strong>le y ¡nos<br />
embarcaremos!<br />
Llegó la mañana d<strong>el</strong> día siguiente y Consu<strong>el</strong>o subió con <strong>el</strong><br />
abu<strong>el</strong>o a bordo d<strong>el</strong> pequeño buque llamado “Santa Rosa”.<br />
Sonó un pitazo y empezaron a funcionar las máquinas d<strong>el</strong><br />
barquito. Lentamente se separó d<strong>el</strong> mu<strong>el</strong>le y principió a navegar a<br />
toda máquina hacia la orilla opuesta d<strong>el</strong> lago, hacia <strong>el</strong> volcán.<br />
Navegó toda la mañana. El agua se veía profunda y <strong>de</strong> color<br />
azul oscuro.<br />
Consu<strong>el</strong>o observó gruesos oleajes. Parecía que estuvieran<br />
navegando en <strong>el</strong> mar. El aire era frío y muy puro. Era un aire limpio<br />
como los mant<strong>el</strong>es y los corazones <strong>de</strong> las señoritas Minte.<br />
Llegaron a la orilla opuesta <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> navegar varias horas<br />
por <strong>el</strong> extenso lago.<br />
Un pitazo d<strong>el</strong> Santa Rosa anunció su llegada. Habían<br />
alcanzado La Ensenada.<br />
Desembarcaron junto con otros pasajeros y caminaron hacia<br />
un hermoso hot<strong>el</strong>. El Hot<strong>el</strong> Ensenada. Allí Consu<strong>el</strong>o disfrutó <strong>de</strong> otro<br />
rico almuerzo junto a su abu<strong>el</strong>o y <strong>de</strong>spués se embarcaron en <strong>el</strong> Santa<br />
Rosa para navegar <strong>de</strong> regreso a Puerto Varas.<br />
Atar<strong>de</strong>cía cuando atracaron al mu<strong>el</strong>le <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra.<br />
Se acabó <strong>el</strong> paseo- dijo <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o. Ahora tenemos que trabajar.<br />
Y se dirigieron al circo.<br />
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CAPITULO XI<br />
PUERTO MONTT<br />
Varios días estuvo <strong>el</strong> circo d<strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o funcionando en Puerto<br />
Varas. Finalmente se levantó la carpa y la caravana siguió rumbo a<br />
Puerto Montt.<br />
Después <strong>de</strong> un largo día <strong>de</strong> viaje, por un camino ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong><br />
bosques, bajaron una cuesta y llegaron <strong>de</strong> noche a una calle que<br />
terminaba en una playa. Llovía torrencialmente y a pesar <strong>de</strong> ser<br />
primavera, hacía bastante frío.<br />
El abu<strong>el</strong>o estaba preocupado por los animales. Temía que se<br />
enfermaran.<br />
Consu<strong>el</strong>o observaba la ciudad con ojos muy abiertos. Las<br />
casitas <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra con sus ventanas luminosas se reflejaban en las<br />
calles mojadas por la lluvia.<br />
El ci<strong>el</strong>o oscuro no <strong>de</strong>jaba ver ni una sola estr<strong>el</strong>la.<br />
A lo lejos se oía <strong>el</strong> ruido <strong>de</strong> las olas y al fondo, en los cerros, la<br />
s<strong>el</strong>va lo cubría todo y se confundía con las nubes.<br />
Se respiraba un aire frío que venía d<strong>el</strong> mar.<br />
-¡Qué linda es esta ciudad, abu<strong>el</strong>o! -exclamó la niña-<br />
aspirando <strong>el</strong> aire fresco con cierto olor a algas marinas.<br />
-Siempre las mujeres y las ciuda<strong>de</strong>s se ven hermosas cuando<br />
es <strong>de</strong> noche- contestó lacónicamente <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o.<br />
Consu<strong>el</strong>o se quedó pensativa. No comprendía bien la<br />
observación d<strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o. Quizás -se dijo- la oscuridad sólo <strong>de</strong>ja ver<br />
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algunas cosas b<strong>el</strong>las <strong>de</strong> las mujeres y las ciuda<strong>de</strong>s y no permite ver<br />
las feas…<br />
Siguieron por una calle que partía <strong>de</strong> la estación d<strong>el</strong> ferrocarril,<br />
bor<strong>de</strong>aba la costa y terminaba en un lugar muy pintoresco.<br />
Al frente había una isla. La isla Tenglo.<br />
Por la calle barrosa, flanqueada por un lado por <strong>el</strong> mar y por <strong>el</strong><br />
otro por una oscura hilera <strong>de</strong> casas <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, se dirigieron a una<br />
caleta o pequeño puerto. Allí estaban varados <strong>de</strong>cenas <strong>de</strong> v<strong>el</strong>eros<br />
chilotes.<br />
Al día siguiente <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o estaba límpido y azul. Una que otra<br />
nube blanca y gruesa adornaba <strong>el</strong> firmamento. El Sol hacía brillar<br />
todo objeto.<br />
Consu<strong>el</strong>o y <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o fueron <strong>de</strong> compras a la caleta. Era la<br />
caleta Ang<strong>el</strong>mó.<br />
Los v<strong>el</strong>eros negros reclinados en <strong>el</strong> fango, estaban con las<br />
v<strong>el</strong>as sin arriar porque las estaban secando al sol.<br />
El espectáculo era maravilloso. Las v<strong>el</strong>as amarillentas y<br />
r<strong>el</strong>ucientes, los mástiles pintados <strong>de</strong> rojo, azul y ver<strong>de</strong> y los<br />
pescadores con sus gorros chilotes <strong>de</strong> lana, ofrecían sus mercancías<br />
traídas <strong>de</strong> mar afuera.<br />
Se vendía pescado, mariscos, carbón <strong>de</strong> leña, papas y otros<br />
productos.<br />
A Consu<strong>el</strong>o le llamó la atención unos enormes choros negros,<br />
tan gran<strong>de</strong>s como un zapato.<br />
Había también almejas, se vendían las papas no por kilo sino<br />
por almud. Esta medida se usaba como una medida <strong>de</strong> volumen y no<br />
<strong>de</strong> peso ya que metían cierta cantidad <strong>de</strong> papas en un cajoncito <strong>de</strong><br />
ma<strong>de</strong>ra y esa cantidad era un almud.<br />
El ambiente olía a luche, a pescado y a piure. Estos últimos<br />
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colgaban secos, en sartas y por su penetrante olor dominaban <strong>el</strong><br />
ambiente.<br />
Todo tenía olor a piure. Hasta los chilotes y sus gruesos<br />
chalecos <strong>de</strong> lana.<br />
Las mujeres vestían <strong>de</strong> negro y usaban pañu<strong>el</strong>os para cubrirse<br />
la cabeza.<br />
-¡Qué lindo sería pintar todo esto! -exclamó Consu<strong>el</strong>o.<br />
-Algún día alguien lo pintará. Será un pintor famoso y una<br />
calle por aquí llevará su nombre -contestó al abu<strong>el</strong>o.<br />
Esa tar<strong>de</strong> atravesaron en bote <strong>el</strong> pequeño trecho <strong>de</strong> mar que<br />
había entre la caleta <strong>de</strong> Ang<strong>el</strong>mó y la isla Tenglo.<br />
Allí, <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o y la comparsa d<strong>el</strong> circo caminaron por la playa<br />
<strong>de</strong> arena casi negra. Se dirigieron a unos restaurantes que estaban al<br />
aire libre.<br />
Iban a servirse un curanto.<br />
Habían cavado un gran hoyo en la arena y lo cubrieron con<br />
piedras. Echaron leña y le prendieron fuego. Después <strong>de</strong> un rato, las<br />
piedras se veían blancas <strong>de</strong> lo calientes que estaban. Sacaron las<br />
cenizas y echaron cholgas, choros, jaivas, carne <strong>de</strong> chancho, presas<br />
<strong>de</strong> pollo, papas y pescado. Todo esto lo iban colocando en capas<br />
separadas por gran<strong>de</strong>s hojas <strong>de</strong> una planta que crecía en la orilla d<strong>el</strong><br />
bosque. La planta se llamaba nalca o pangue. Finalmente, <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> tapar <strong>el</strong> hoyo con la última capa <strong>de</strong> estas hojas, echaron arena y se<br />
esperó a que la comida enterrada se cociera.<br />
Consu<strong>el</strong>o veía salir humo blanco <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la arena don<strong>de</strong> estaba<br />
<strong>el</strong> hoyo y no se imaginaba cómo se iba a cocinar todo aqu<strong>el</strong>lo si no<br />
había fuego a<strong>de</strong>ntro.<br />
Pero se coció con <strong>el</strong> calor <strong>de</strong> las piedras, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un<br />
tiempo se <strong>de</strong>stapó <strong>el</strong> hoyo, se sacó la comida y se sirvió en platos. Su<br />
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sabor era exquisito al mezclarse todo <strong>de</strong>ntro d<strong>el</strong> hoyo caliente.<br />
También se sirvieron tortillas <strong>de</strong> harina cocida y otras <strong>de</strong> harina<br />
cruda. Eran los chapal<strong>el</strong>es y los milcaos.<br />
A la niña no le agradaron porque los encontró <strong>de</strong>sabridos, pero<br />
<strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o los engullía con placer junto con <strong>el</strong> jugo que salía <strong>de</strong> las<br />
conchas <strong>de</strong> los mariscos.<br />
Después se bebió vino y se brindó por <strong>el</strong> éxito que había tenido<br />
<strong>el</strong> circo en su travesía hacia <strong>el</strong> Sur.<br />
El Voltereta y <strong>el</strong> Cabeza-abajo estaban muy alegres y tomando<br />
a Consu<strong>el</strong>o por pies y manos empezaron a mantearla. La niña gritaba<br />
y reía entre placentera y asustada porque era lanzada a bastante<br />
altura.<br />
Finalmente la <strong>de</strong>jaron suavemente sobre la arena y se fueron a<br />
<strong>de</strong>scansar.<br />
El viento frío los hizo levantarse <strong>de</strong> la playa y se <strong>de</strong>cidió<br />
regresar. Se dirigieron a los botes que los habían traído y remaron <strong>de</strong><br />
vu<strong>el</strong>ta hacia Ang<strong>el</strong>mó. La isla quedó atrás.<br />
Atar<strong>de</strong>cía.<br />
Consu<strong>el</strong>o divisó un viejo buque que había encallado en ese<br />
lugar. Con la luz d<strong>el</strong> crepúsculo se veía como un fantasma rojizo que<br />
reposaba allí hasta que <strong>el</strong> tiempo y las tempesta<strong>de</strong>s hicieran polvo su<br />
hierro mohoso.<br />
-Qué hermoso es todo esto -pensó Consu<strong>el</strong>o- y tan diferente al<br />
también lindo Puerto Varas. Es increíble que estando las dos<br />
ciuda<strong>de</strong>s cerca una <strong>de</strong> otra, puedan tener una b<strong>el</strong>leza tan diferente.<br />
¡Hasta la comida es totalmente distinta! Entonces recordó <strong>el</strong> postre<br />
d<strong>el</strong> comedor <strong>de</strong> las señoritas Minte y se le hizo agua la boca.<br />
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CAPITULO XII<br />
EL RETORNO<br />
El circo estuvo tres días en Ang<strong>el</strong>mó y <strong>el</strong> público proveniente<br />
<strong>de</strong> la ciudad, acudió a divertirse.<br />
Consu<strong>el</strong>o estaba diestra en <strong>el</strong> trapecio y <strong>de</strong>seaba con toda su<br />
alma hacer un salto mortal en plena función, al igual que <strong>el</strong><br />
Voltereta, pero su abu<strong>el</strong>o, al escuchar esta locura, frunció <strong>el</strong> ceño y le<br />
dijo que tenía que pensarlo para dar la autorización. Pero antes ¡por<br />
ningún motivo!<br />
-¿Sabes quién ha venido a visitarnos? -dijo <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o,<br />
cambiando <strong>de</strong> tema.<br />
-¿Quién, abu<strong>el</strong>o?<br />
-La señora Matil<strong>de</strong>.<br />
-¡La señora Matil<strong>de</strong>! ¡Qué alegría <strong>de</strong> verla nuevamente!<br />
Expresó la niña.<br />
En efecto, la gorda tía Matil<strong>de</strong> estuvo sentada en <strong>el</strong> palco esa<br />
noche mientras Consu<strong>el</strong>o volaba por los aires.<br />
Al final <strong>de</strong> la función se abrazaron con gran cariño.<br />
-¡Qué bien y saludable se ve mi niña! -comentó la tía Matil<strong>de</strong>.<br />
-La señora Matil<strong>de</strong> -dijo <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o- mañana regresa al Norte y<br />
<strong>de</strong>seo que vayas con <strong>el</strong>la; es necesario que vu<strong>el</strong>vas a casa porque las<br />
vacaciones han terminado.<br />
-Pero abu<strong>el</strong>o -balbuceó la niña- yo quiero seguir contigo,<br />
actuando como trapecista y…<br />
-No- replicó <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o, hablando con bondad y firmeza.<br />
Tu <strong>de</strong>stino es otro. Mañana tomarás <strong>el</strong> tren Nocturno que va a<br />
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Santiago. La tía Matil<strong>de</strong> te <strong>de</strong>jará en tu hogar y <strong>de</strong>spués <strong>el</strong>la volverá<br />
a su casa.<br />
____________<br />
La locomotora resoplaba inmóvil en la estación <strong>de</strong> Puerto<br />
Montt. Se oía un silbido constante como si hubiera un escape <strong>de</strong><br />
vapor por una rendija. Shhhhhhh. Era como una vibración<br />
permanente. De vez en cuando la inmensa máquina tenía unos<br />
accesos <strong>de</strong> resoplidos. Fu. Fu. ¡Fufufufufu…!… Fu. Shhhhhhhhhh,<br />
se oía <strong>el</strong> silbido d<strong>el</strong> vapor.<br />
Los pasajeros se habían subido a los coches. Acomodaban<br />
nerviosamente las maletas.<br />
Consu<strong>el</strong>o observó que un carro, que iba inmediatamente<br />
<strong>de</strong>spués d<strong>el</strong> carro que portaba <strong>el</strong> carbón para la locomotora, tenía<br />
solamente una gran puerta corrediza en <strong>el</strong> centro y por ésta entraba<br />
gran cantidad <strong>de</strong> equipaje.<br />
La gente se <strong>de</strong>spedía y la locomotora seguía silbando y<br />
resoplando y lanzaba chorros <strong>de</strong> vapor por d<strong>el</strong>ante <strong>de</strong> las ruedas.<br />
Se oyó <strong>el</strong> pitazo <strong>de</strong> advertencia d<strong>el</strong> jefe <strong>de</strong> estación mientras la<br />
gente se <strong>de</strong>cía adiós. Algunos se besaban, otros mandaban saludos y<br />
hacían encargos. Los d<strong>el</strong> tren, asomados a las ventanas con sus<br />
marcos levantados, se <strong>de</strong>spedían en voz alta.<br />
El abu<strong>el</strong>o y la comparsa habían venido a <strong>de</strong>spedir a la niña.<br />
Allí estaban los trapecistas, <strong>el</strong> payaso, <strong>el</strong> domador <strong>de</strong> fieras, la<br />
equitadora, <strong>el</strong> encargado <strong>de</strong> la <strong>el</strong>efanta y varios más.<br />
-¡Adiós! ¡Adiós Consu<strong>el</strong>o!<br />
-Adiós- replicaba la niña. En <strong>el</strong> andén ya se había <strong>de</strong>spedido<br />
con un beso, <strong>de</strong> su abu<strong>el</strong>o y <strong>de</strong> todos los <strong>de</strong>más.<br />
La tía Matil<strong>de</strong>, sonriente y con un pañu<strong>el</strong>o en la mano estaba<br />
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emocionada con la partida. Llevaba puesto un pequeño sombrero <strong>de</strong><br />
terciop<strong>el</strong>o con un v<strong>el</strong>o que le ocultaba en parte sus lágrimas.<br />
Sonó un nuevo y <strong>de</strong>finitivo pitazo d<strong>el</strong> jefe <strong>de</strong> estación y éste<br />
fue contestado por la locomotora.<br />
El tren se ponía en marcha lentamente. Crujían los goznes y<br />
patinaban las ruedas <strong>de</strong> la locomotora.<br />
-Shu Shu Shu ¡Shushushushushu!<br />
El maquinista hizo sonar la campana Tlan tlan. Tlan tlan. Shu<br />
Shu Shu Shushushushushushu - patinaban las ruedas.<br />
El tren se alejaba <strong>de</strong> la estación. Consu<strong>el</strong>o asomada a la<br />
ventana se <strong>de</strong>spidió con la mano <strong>de</strong> su abu<strong>el</strong>o y <strong>de</strong> todos sus amigos.<br />
Sabía que nunca más los iba a ver y se le llenaron <strong>de</strong> lágrimas sus<br />
lindos ojos.<br />
-No es para tanto mi querida niña- la animó la tía Matil<strong>de</strong>.<br />
El tren corría presuroso hacia Puerto Varas. Después <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>tenerse algunos minutos, siguió v<strong>el</strong>oz rumbo al Norte.<br />
Echaba bastante humo por la chimenea. Entonces <strong>el</strong> inspector<br />
avisó que había que cerrar las ventanas porque iban a atravesar un<br />
tún<strong>el</strong>.<br />
-Huiiii ooo Huiiii- sonaba <strong>el</strong> pito <strong>de</strong> la locomotora en las<br />
curvas p<strong>el</strong>igrosas.<br />
Consu<strong>el</strong>o oía <strong>el</strong> ruido acompasado <strong>de</strong> las ruedas cuando<br />
pasaban por la unión <strong>de</strong> los ri<strong>el</strong>es.<br />
-Tatá Tatá…….. tatá.. tatá…<br />
-Tatá tatá…<br />
Se abrió una puerta y <strong>el</strong> ruido <strong>de</strong> los ri<strong>el</strong>es se hizo más fuerte.<br />
Apareció un garzón anunciando que estaba listo <strong>el</strong> primer turno para<br />
la cena. Los que se habían inscrito <strong>de</strong>berían pasar al coche comedor.<br />
La tía Matil<strong>de</strong> estaba presta. El viaje y las emociones le habían<br />
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dado bastante apetito. Tomó a la niña <strong>de</strong> la mano y se encaminaron al<br />
coche comedor.<br />
La pasada <strong>de</strong> un coche al otro con la plataforma oscilante y<br />
tratando <strong>de</strong> abrir las puertas <strong>de</strong> los extremos <strong>de</strong> cada carro daba<br />
cierta emoción.<br />
Después <strong>de</strong> pasar por varios carros, finalmente llegaron y se<br />
sentaron.<br />
En <strong>el</strong> coche había dos hileras <strong>de</strong> mesas con <strong>el</strong> pasillo al medio<br />
y cada mesa tenía cuatro sillas.<br />
Los garzones caminaban presurosos por <strong>el</strong> pasillo y se<br />
equilibraban hábilmente sin <strong>de</strong>rramar nada. El tren corría en esos<br />
momentos a gran v<strong>el</strong>ocidad.<br />
Sirvieron una sopa <strong>de</strong> verduras en unas tazas <strong>de</strong> metal con dos<br />
orejas. Era bastante agradable y tenía cierto olorcillo a coliflor o<br />
repollo.<br />
-¡Adiós mi querido Sur!- balbuceó la niña. Cuánta f<strong>el</strong>icidad<br />
me has dado en estos días <strong>de</strong> vacaciones.<br />
El traqueteo <strong>de</strong> las ruedas y los mozos que servían <strong>de</strong> prisa y<br />
con gran seguridad le daban un agradable bienestar.<br />
Las lámparas d<strong>el</strong> coche comedor estaban encendidas y <strong>el</strong><br />
ambiente era placentero.<br />
El tren seguía su trayectoria por un paisaje maravilloso.<br />
Campos extensos cultivados con trigo o potreros con gran cantidad<br />
<strong>de</strong> ganado. Al fondo la s<strong>el</strong>va y más allá, bien lejos, la cordillera<br />
nevada con sus volcanes.<br />
Después <strong>de</strong> cenar, volvieron al coche dormitorio. Lo asientos<br />
habían sido trasformados en camas. El camarero había trabajado<br />
mientras <strong>el</strong>las estaban en <strong>el</strong> coche comedor.<br />
-Tú dormirás en la cama <strong>de</strong> arriba -dijo la tía Matil<strong>de</strong>- porque<br />
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yo estoy <strong>de</strong>masiado gorda para encaramarme a esas alturas.<br />
En esos instantes, en la casa <strong>de</strong> la abu<strong>el</strong>a chilló un zorzal.<br />
Se oía <strong>el</strong> traqueteo <strong>de</strong> las ruedas tatá tatá… tatá tatá y Consu<strong>el</strong>o<br />
sentada sobre una maleta <strong>de</strong> la tía Matil<strong>de</strong> se quedó dormida algunos<br />
instantes.<br />
Despertó con <strong>el</strong> mismo traquetear <strong>de</strong> las ruedas y oyó una voz<br />
que era conocida. Sí señora- <strong>de</strong>cía la voz, una voz ronca <strong>de</strong> mujer.<br />
-Sí. Las garrapatas son unos bichos gran<strong>de</strong>s, y si se le mete una<br />
<strong>de</strong> esas garrapatas al oído una está perdida…<br />
Era la vieja gorda <strong>de</strong> chaleco amarillo. El coche d<strong>el</strong> tren ya no<br />
era <strong>el</strong> mismo. La tía Matil<strong>de</strong> había <strong>de</strong>saparecido.<br />
Consu<strong>el</strong>o se levantó sobresaltada. Miró por la ventana y divisó<br />
una estación y un letrero. Leyó: “Chorrillos”.<br />
El tren estaba <strong>de</strong>tenido.<br />
-¡No pue<strong>de</strong> ser!- exclamó. ¡Yo iba a Santiago con la tía<br />
Matil<strong>de</strong>!<br />
La gente se bajaba presurosa y la niña sin saber cómo y por qué<br />
se bajó también.<br />
El vagón d<strong>el</strong> tren cerró sus puertas corredizas y se alejó<br />
rápidamente.<br />
La niña se quedó sola en <strong>el</strong> andén. Después, recordando los<br />
consejos <strong>de</strong> mamá, miró para ambos lados antes <strong>de</strong> atravesar la línea<br />
férrea.<br />
-Qué extraño todo lo que me ha sucedido -se dijo.<br />
He viajado en un tren mágico en tiempos ya pasados.<br />
Se encogió <strong>de</strong> hombros y se encaminó a casa <strong>de</strong> la abu<strong>el</strong>a.<br />
Atar<strong>de</strong>cía.<br />
El Sol se estaba escondiendo en <strong>el</strong> mar y los zorzales cantaban<br />
en los árboles al fondo d<strong>el</strong> jardín <strong>de</strong> la abu<strong>el</strong>a.<br />
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-Este año la higuera ha dado pocos frutos- cantaban.<br />
Uno <strong>de</strong> <strong>el</strong>los trinó. No pudimos engañar al abu<strong>el</strong>o.<br />
-¡No!- contestaron los otros. Fue imposible. El abu<strong>el</strong>o or<strong>de</strong>nó<br />
muy bien las páginas y los capítulos y se pudo leer esta historia en<br />
forma coherente. ¡Sí! ¡Eso es verdad! ¡Des<strong>de</strong> <strong>el</strong> principio hasta <strong>el</strong><br />
final!<br />
-¡A callarse pap pajarracos! Gritó la bruja tartamuda. Esa que<br />
se viste <strong>de</strong> violeta y usa un bonete negro.<br />
La bruja estaba contrariada. Su varita mágica r<strong>el</strong>uciente <strong>de</strong><br />
color índigo, no había funcionado como <strong>el</strong>la hubiese <strong>de</strong>seado.<br />
En realidad estaba muy, pero muy enojada, mas, pronto le vino<br />
sueño y se quedó profundamente dormida, encaramada en una rama<br />
d<strong>el</strong> árbol jacarandá, acompañada <strong>de</strong> sus amigos los zorzales.<br />
EPÍLOGO<br />
El pueblo está tranquilo. Es verano y han llegado las aves<br />
migratorias, los turistas inva<strong>de</strong>n las calles, las tiendas y mercados<br />
con su andar sin prisa. Sin la angustia d<strong>el</strong> <strong>de</strong>ber que cumplir,<br />
observan las vitrinas y <strong>el</strong> paisaje volcánico.<br />
A lo lejos se oyen unos acor<strong>de</strong>s <strong>de</strong> música <strong>de</strong> circo. Son lejanos<br />
como un recuerdo <strong>de</strong> la infancia. Alegres, simples, con marcialidad<br />
bufónica que avanza por la calle y va creciendo en intensidad.<br />
Todos se alborotan en sana revolución. Los niños corren y<br />
gritan llamándose mutuamente. Las mujeres se asoman por las<br />
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ventanas como flores curiosas que se abren a la diáfana mañana.<br />
Ha empezado a lloviznar. Es una lluvia tibia, generosa, que<br />
moja sin enfermar. Es aguacero sureño <strong>de</strong> verano <strong>de</strong>stinado a <strong>de</strong>jar<br />
las cosas limpias y bonitas, bien puestas en su lugar y cuando así ha<br />
ocurrido, se va hasta un próximo día manteniendo a raya <strong>el</strong> polvo, la<br />
suciedad y <strong>el</strong> tiempo.<br />
La música se aproxima por la calle principal provocando más,<br />
cada vez más un grandioso alboroto.<br />
La gente se ha agolpado en las cunetas diseñando una<br />
interminable fila en cada costado para verlos pasar.<br />
¡Allá vienen! ¡Ya aparecen!<br />
Avanzan los “clowns” haciendo piruetas en una risotada<br />
cósmica. Una camioneta portando un megáfono anuncia en alta voz<br />
la función <strong>de</strong> la noche.<br />
Se presenta a los animales y principalmente a <strong>el</strong>la, la<br />
<strong>el</strong>efantita. Avanzan los cam<strong>el</strong>los con su doble joroba asiática.<br />
Arrogantes, armoniosos, y sus gran<strong>de</strong>s ojos negros, bordados <strong>de</strong><br />
sedosas pestañas, parecen <strong>de</strong>cir:<br />
¡Somos los dueños d<strong>el</strong> mundo!<br />
Somos los dueños d<strong>el</strong> mundo, porque lo pisoteamos <strong>de</strong> la<br />
Europa a la China. ¡Observen nuestro paso! Po<strong>de</strong>mos bailar a este<br />
compás por dos milenios y no nos cansamos. Siempre va agradar. Es<br />
un estilo ¡que marca a las generaciones d<strong>el</strong> pasado y a las futuras!<br />
Mas, la curiosidad pronto salta a otra parte. ¡Tanta arrogancia<br />
es intolerable! Sí. Es más atrayente la bondad y la enorme masa con<br />
fuerza <strong>de</strong> gravedad propia; y es por esto que se aglutinan las<br />
hormigas humanas a su alre<strong>de</strong>dor. Avanza f<strong>el</strong>iz amando al mundo<br />
porque <strong>el</strong> mundo también la ama a <strong>el</strong>la. Tanta carne en movimiento<br />
provoca asombro y también f<strong>el</strong>icidad, porque viene al compás <strong>de</strong> la<br />
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alegre marcha circense. El bombo, los platillos y la tuba no se hacen<br />
<strong>de</strong> rogar y dominan <strong>el</strong> espacio haciendo vibrar los ventanales y los<br />
cristales profundos <strong>de</strong> nuestro corazón.<br />
Avanza la <strong>el</strong>efanta saludando y oliendo a los más cercanos con<br />
su trompa erguida. Los niños la acarician y los gran<strong>de</strong>s sonríen al<br />
observar a tan simpática b<strong>el</strong>leza. Algunos rapaces arrancan pasto <strong>de</strong><br />
los prados y acercan sus manos con una ofrenda a la diosa <strong>de</strong> los<br />
animales. Ella los acepta complacida y las briznas son llevadas<br />
mediante la trompa a su boca triangular con la d<strong>el</strong>ica<strong>de</strong>za propia <strong>de</strong><br />
algunas gordas. Mientras tanto, en las esquinas se atochan los<br />
automóviles, microbuses, carretas y camiones.<br />
¡Esta noche señores! ¡No <strong>de</strong>jen <strong>de</strong> venir al gran circo!<br />
Un turista con anteojos <strong>de</strong> mariscal <strong>de</strong> campo, dándos<strong>el</strong>as <strong>de</strong><br />
int<strong>el</strong>ectual, pregunta a gritos para hacerse oír:<br />
-A juzgar por los colmillos ¿es hembra?<br />
-Sí - le respon<strong>de</strong>n.<br />
-Y por las orejas, ¿es <strong>de</strong> la India?<br />
- Sí.<br />
-¿Cuántos fardos <strong>de</strong> pasto come al día?<br />
-Cinco- contesta lacónicamente <strong>el</strong> cuidador mientras marcha<br />
al lado, más bien <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> su niña enorme.<br />
La fiesta se concentra en la plaza d<strong>el</strong> pueblo. ¡Jamás un<br />
<strong>el</strong>efante había visitado a la pequeña y solitaria placita adornada con<br />
hermosos ulmos en flor. ¡La música y <strong>el</strong> colorido llegan a su<br />
paroxismo! ¡Es todo un frenesí!<br />
El pueblo entero se mece alegre al compás <strong>de</strong> los cam<strong>el</strong>los y al<br />
balanceo d<strong>el</strong> <strong>de</strong>scomunal paqui<strong>de</strong>rmo. Flotan los globos<br />
multicolores en racimos <strong>de</strong> uva gigantescos y los niños <strong>de</strong>voran<br />
complacidos sus golosinas mientras los autos saludan con sus<br />
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bocinas haciendo estruendo. Ella sonríe con sus pícaros ojitos. Sabe<br />
que lo ha provocado todo para bien y f<strong>el</strong>icidad d<strong>el</strong> género humano.<br />
“En <strong>el</strong> mundo no hay maldad” -dice- “y <strong>el</strong> hombre es bueno<br />
porque yo lo siento así. La tierra es hermosa bajo mi carpa con olor a<br />
heno y a orín; y me cuidan y alimentan abundantemente.<br />
En verdad ¿existe realmente la miseria d<strong>el</strong> alma? ¿La fealdad<br />
d<strong>el</strong> espíritu?<br />
El circo se retira. Avanza; se va con la hermosa <strong>el</strong>efanta, y a la<br />
vanguardia van los principescos cam<strong>el</strong>los.<br />
Poco a poco se disipa <strong>el</strong> atoche.<br />
Los automóviles siguen su camino y los niños regresan a sus<br />
casas, los más pequeños, <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> sus padres.<br />
Lentamente vu<strong>el</strong>ve la calma y la vida sigue su rutinaria<br />
trayectoria.<br />
Atar<strong>de</strong>ce. A lo lejos se oyen aún los acor<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la banda d<strong>el</strong><br />
circo y se alcanza a divisar <strong>el</strong> lomo gris <strong>de</strong> la <strong>el</strong>efanta.<br />
Es <strong>el</strong> epílogo d<strong>el</strong> silencio rural que se transmite al firmamento<br />
eterno. Ha llegado la hora en que se encien<strong>de</strong>n las v<strong>el</strong>as y los gatos<br />
se preparan para huir a los tejados.<br />
Ha empezado nuevamente a lloviznar. Un perro distante le<br />
ladra a un ver<strong>de</strong> y pálido atar<strong>de</strong>cer que agoniza bajo negros<br />
nubarrones.<br />
El <strong>de</strong>sfile ha terminado.<br />
Fin<br />
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Otros títulos en esta colección<br />
01 El sol con imagen <strong>de</strong> cacahuete<br />
02 El valle <strong>de</strong> los <strong>el</strong>fos <strong>de</strong> Tolkien<br />
03 El palacio<br />
04 El mago d<strong>el</strong> amanecer y <strong>el</strong> atar<strong>de</strong>cer<br />
05 Dionysia<br />
06 El columpio<br />
07 La trapecista d<strong>el</strong> circo pobre<br />
08 El ascensor<br />
09 La montaña rusa<br />
10 La foresta encantada<br />
11 El Mágico<br />
12 Eugenia la Fata<br />
13 Arte y b<strong>el</strong>leza <strong>de</strong> alma<br />
14 Ocho patas<br />
15 Esculapis<br />
16 El reino <strong>de</strong> los espíritus niños<br />
17 El día en que <strong>el</strong> señor diablo cambio <strong>el</strong> atar<strong>de</strong>cer por <strong>el</strong> amanecer<br />
18 El mimetista críptico<br />
19 El mone<strong>de</strong>ro, <strong>el</strong> paraguas y las gafas mágicas <strong>de</strong> don Estenio<br />
20 La puerta entreabierta<br />
21 La alegría <strong>de</strong> vivir<br />
22 Los áng<strong>el</strong>es <strong>de</strong> Tongoy<br />
23 La perla d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o<br />
24 El cisne<br />
25 La princesa Mixtura<br />
26 El áng<strong>el</strong> y <strong>el</strong> gato<br />
27 El inverna<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> la tía Elsira<br />
28 El dragón<br />
29 Navegando en <strong>el</strong> Fritz<br />
30 La mano <strong>de</strong> Dios<br />
31 Virosis<br />
32 El rey Coco<br />
33 La Posada d<strong>el</strong> Camahueto<br />
34 La finaíta<br />
35 La gruta <strong>de</strong> los áng<strong>el</strong>es<br />
36 La quebrada mágica<br />
37 El ojo d<strong>el</strong> áng<strong>el</strong> en <strong>el</strong> pino y la vieja cocina<br />
38 La pompa <strong>de</strong> jabón<br />
39 El monje<br />
40 Magda Utopia<br />
41 El juglar<br />
42 El sillón<br />
43 El gorro <strong>de</strong> lana d<strong>el</strong> hada M<strong>el</strong>inka<br />
44 Las hojas <strong>de</strong> oro<br />
45 Alegro Vivache<br />
46 El hada Zud<strong>el</strong>inda, la <strong>de</strong> los zapatos blancos<br />
47 B<strong>el</strong>inda y las multicolores aves d<strong>el</strong> árbol d<strong>el</strong> <strong>de</strong>stino<br />
48 Dos puentes entre tres islas<br />
49 Las zapatillas mágicas<br />
50 El brujo arriba d<strong>el</strong> tejado y las t<strong>el</strong>as <strong>de</strong> una cebolla<br />
51 Pituco y <strong>el</strong> Palacio d<strong>el</strong> tiempo
C U E N T O S PA R A E N T R E T E N E R E L A L M A<br />
52 Neogénesis<br />
53 Una luz entre las raíces<br />
54 Recóndita armonía<br />
55 Roxana y los gansos azules<br />
56 El aerolito<br />
57 Uldarico<br />
58 Citólisis<br />
59 El pozo<br />
60 El sapo<br />
61 Extraño aterrizaje<br />
62 La nube<br />
63 Landrú<br />
64 Los habitantes <strong>de</strong> la tierra<br />
65 Alfa, Beta y Gama<br />
66 Angélica<br />
67 Angélica II<br />
68 El geniecillo Din<br />
69 El pajarillo<br />
70 La gallina y <strong>el</strong> cisne <strong>de</strong> cu<strong>el</strong>lo negro<br />
71 El baúl <strong>de</strong> la tía Chepa<br />
72 Chatarra espacial<br />
73 Pasado, presente y futuro mezclados en una historia policroma<br />
<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un frasco <strong>de</strong> gomina<br />
74 Esperamos sus ór<strong>de</strong>nes General<br />
75 Los zapatos <strong>de</strong> Fortunata<br />
76 El organillero, la caja mágica y los poemas <strong>de</strong> Li Po<br />
77 El barrio <strong>de</strong> los artistas<br />
78 La lámpara <strong>de</strong> la bisabu<strong>el</strong>a<br />
79 Las hadas d<strong>el</strong> pap<strong>el</strong> d<strong>el</strong> cuarto ver<strong>de</strong><br />
80 El Etéreo<br />
81 El ven<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> tarjetas <strong>de</strong> navidad<br />
82 El congreso <strong>de</strong> totems<br />
83 Historia <strong>de</strong> un sapo <strong>de</strong> cuatro ojos<br />
84 La rosa blanca<br />
85 Las piedras preciosas<br />
86 El mensaje <strong>de</strong> Moisés<br />
87 La bicicleta<br />
88 El maravilloso viaje <strong>de</strong> Ferdinando<br />
89 La prisión transparente<br />
90 El espárrago <strong>de</strong> oro <strong>de</strong> Rigoberto Alvarado<br />
91 El insectario<br />
92 La gruta <strong>de</strong> la suprema armonía<br />
93 El Castillo d<strong>el</strong> Desván Inclinado<br />
94 El Teatro<br />
95 Las galletas <strong>de</strong> ocho puntas<br />
96 La prisión <strong>de</strong> Nina<br />
97 Una clase <strong>de</strong> Anatomía<br />
98 Consu<strong>el</strong>o<br />
99 Purezza<br />
100 La Bruja d<strong>el</strong> Mediodía<br />
101 Un soldado a la aventura
Inscripción Registro <strong>de</strong> Propiedad Int<strong>el</strong>ectual Nº 37100. Chile.<br />
© Fernando Olavarría Gabler.<br />
CONSUELO O LA VENGANZA DE LOS ZORZALES Fernando Olavarría G.