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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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El helicóptero aceleró su marcha, volando a ras del agua. En esa zona había una tenue<br />

neblina suspendida en el aire.<br />

Frente a ellos, Grant vio una isla escabrosa y escarpada, que brotaba del océano<br />

abruptamente.<br />

—¡Cristo, parece Alcatraz! —exclamó Malcolm.<br />

Las boscosas laderas de la isla estaban coronadas de niebla, lo que le confería una<br />

apariencia misteriosa.<br />

—Mucho más grande, claro —dijo Hammond—, trece kilómetros de largo y cinco de ancho,<br />

en su punto más amplio, en total, casi cincuenta y siete kilómetros cuadrados. Lo que la<br />

convierte en la reserva animal privada más grande de América del Norte.<br />

El helicóptero empezó a subir y enfiló hacia el extremo norte de la isla. Grant estaba<br />

tratando de ver a través de la densa niebla.<br />

—Por lo general, no es tan densa. —La voz de Hammond denotaba preocupación.<br />

En el extremo norte de la isla estaban las colinas más altas, que se elevaban a más de<br />

seiscientos metros sobre el nivel del mar. La cumbre de las colinas estaba envuelta en niebla,<br />

pero Grant vio acantilados escarpados y el océano que se estrellaba contra ellos, allá abajo. El<br />

helicóptero ascendió por encima de las colinas.<br />

—Lamentablemente, tenemos que aterrizar en la isla. No me gusta, porque eso perturba a<br />

los animales. Y a veces resulta un tanto estremecedor.<br />

El piloto le interrumpió:<br />

—Iniciamos nuestro descenso ahora. Sujétense, amigos.<br />

El helicóptero empezó a bajar y, de inmediato, quedaron envueltos en la niebla. A través de<br />

los auriculares, Grant oía un bip-bip electrónico, pero no veía nada en absoluto; después<br />

empezó a distinguir débilmente las ramas verdes de los pinos, que se extendían hacia ellos por<br />

entre la neblina. Algunas de las ramas estaban cerca. El helicóptero proseguía su descenso.<br />

—¿Qué diablos está haciendo? —se inquietó Malcolm, pero nadie respondió.<br />

El piloto desplazó su atenta mirada hacia la izquierda; después, hacia la derecha,<br />

observando el bosque de pinos. Los árboles seguían estando próximos. El helicóptero<br />

descendía con rapidez.<br />

—Ciento cincuenta metros... Ciento veinte metros...<br />

—¡Jesús! —exclamó Malcolm.<br />

—Noventa metros... Sesenta metros...<br />

El bip-bip era cada vez más intenso. Grant miró al piloto: estaba concentrado.<br />

—Treinta metros... Quince metros...<br />

Grant echó un vistazo hacia abajo y vio una gigantesca cruz fluorescente por debajo de la<br />

burbuja de plexiglás, a sus pies. Había luces intermitentes en las esquinas de la cruz. El piloto<br />

hizo una leve corrección y tocó tierra en un helipuerto. El sonido de los rotores fue<br />

disminuyendo y murió.<br />

Grant suspiró y se desabrochó el cinturón de seguridad.<br />

—Tenemos que bajar de prisa, por allí —urgió Hammond—, debido al viento. A menudo hay

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