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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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MALCOLM<br />

Poco antes de medianoche subió al avión en el aeropuerto de Dallas un hombre alto,<br />

delgado, con calvicie incipiente, de treinta y cinco años de edad y vestido de negro de pies a<br />

cabeza: camisa negra, pantalones negros, calcetines negros, calzado negro.<br />

cosa.<br />

—Ah, doctor Malcolm —saludó Hammond, sonriendo con forzada afabilidad.<br />

Malcolm sonrió ampliamente, mostrando los dientes:<br />

—Hola, John. Sí, temo que su antigua Némesis está aquí.<br />

Malcolm estrechó las manos de todos, al tiempo que decía con rapidez:<br />

—lan Malcolm, ¿cómo está usted? Me dedico a las matemáticas.<br />

A Grant le dio la impresión de que estaba más divertido por el paseo que por cualquier otra<br />

Por supuesto que Grant reconoció el nombre: lan Malcolm era uno de los más famosos de<br />

la nueva generación de matemáticos, que estaba abiertamente interesada en «cómo funciona<br />

el mundo real». Estos eruditos habían roto con la enclaustrada tradición de la matemática en<br />

varios sentidos importantes: ante todo, utilizaban ordenadores en forma constante, práctica que<br />

los matemáticos tradicionales no aprobaban. Después, trabajaban, de modo casi exclusivo, con<br />

ecuaciones no lineales, en el emergente campo al que se conocía, en sentido amplio, como<br />

caos. En tercer lugar, parecían interesarse por que su matemática describiera algo que<br />

realmente existía en el mundo real. Y, por último, como para recalcar que habían salido del<br />

ámbito universitario al mundo, se vestían y hablaban con lo que un matemático de mayor edad<br />

denominaba «un deplorable exceso de personalidad». De hecho, a menudo se comportaban<br />

como estrellas del rock.<br />

Malcolm se acomodó en uno de los asientos acolchados. La azafata le preguntó si deseaba<br />

una bebida, a lo que él replicó:<br />

—«Coca Light», batida pero no agitada.<br />

El aire húmedo de Dallas penetró por la portezuela abierta. Ellie preguntó:<br />

—¿No hace un poco de calor, para ir vestido de negro?<br />

—Es usted extremadamente bonita, doctora Sattler —contestó Malcolm—. Podría mirarle<br />

las piernas todo el día. Pero no, a decir verdad, el negro es, en realidad, lo mejor para el calor.<br />

Radiación eficiente. De todos modos, yo sólo uso dos colores, negro y gris.<br />

Ellie tenía la vista clavada en él, boquiabierta.<br />

—Estos colores son apropiados para toda ocasión —continuó Malcolm—, y van bien juntos,<br />

en el caso de que, por error, me pusiera un par de calcetines grises con pantalones negros.

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