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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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completo, trazado en amarillo brillante. Era un espécimen joven, ciertamente. La característica<br />

destacada del velocirraptor, la garra de un solo dedo que, en el animal adulto, era un arma<br />

curva, de quince centímetros de largo, capaz de abrir en canal la presa, era, en ese bebé, no<br />

más grande que la espina de un rosal; a duras penas era visible en la pantalla. Y el<br />

velocirraptor era, en cualquier caso, un dinosaurio de complexión ligera, un animal con huesos<br />

tan finos como los de un pájaro, y posiblemente de la misma inteligencia.<br />

Aquí el esqueleto aparecía en perfecto orden, salvo que la cabeza y el cuello estaban<br />

doblados hacia atrás, hacia la zona posterior del animal. Tal flexión del cuello era tan frecuente<br />

en los fósiles, que algunos científicos habían formulado una teoría para explicarla, sugiriendo<br />

que los dinosaurios se habían extinguido debido a que se habían envenenado con los<br />

alcaloides que se estaban desarrollando en las plantas. Se pensaba que el cuello torcido<br />

significaba la agonía mortal de los dinosaurios. Grant, finalmente, había rebatido esa teoría, al<br />

demostrar que muchas especies de pájaros y reptiles experimentaban una contracción<br />

postmortem de los ligamentos posteriores del cuello, lo que hacía que la cabeza se doblara<br />

hacia atrás en forma característica. Nada tenía que ver con la causa de la muerte: tenía que ver<br />

con la forma en que el cadáver se secaba al sol.<br />

Por añadidura, Grant observó que el esqueleto también se había torcido en sentido lateral,<br />

de modo que la pata y el pie derecho estaban elevados por encima de la columna vertebral.<br />

—Parece algo así como distorsionado —dijo uno de los muchachos—. Pero no creo que<br />

sea el ordenador.<br />

—No —dijo Grant—. Es más que el tiempo. Montones y más montones de tiempo.<br />

Grant sabía que la gente no podía imaginar el tiempo geológico. La vida humana se vivía en<br />

una escala temporal por completo diferente: una manzana se ponía marrón en pocos minutos;<br />

los cubiertos de plata se ennegrecían en pocos días. Un montón de abono se descomponía en<br />

una estación; un niño crecía en una década. Ninguna de estas experiencias humanas<br />

cotidianas preparaba a la gente para que pudiera imaginar el significado de ochenta millones<br />

de años, la duración del tiempo que había transcurrido desde la época en que ese animalito<br />

vivía.<br />

En el aula, Grant había intentado dar diferentes comparaciones: si se imaginaba que la<br />

edad humana de sesenta años se comprimía en un día, entonces un tiempo de ochenta<br />

millones de años todavía serían tres mil seiscientos cincuenta y dos años, más que las<br />

pirámides. El velocirraptor había estado muerto durante mucho tiempo.<br />

—No tiene la apariencia de ser muy temible —opinó uno de los muchachos.<br />

—No lo era —dijo Grant—. No hasta que creciera, al menos.<br />

Era probable que ese bebé se hubiera alimentado de carroña, comiendo de los cadáveres<br />

de presas muertas por los adultos, después de que los animales grandes se hubieran saciado,<br />

y que se complaciera en tenderse al sol. Los carnívoros podían consumir tanto como el<br />

veinticinco por ciento de su peso corporal en una sola comida, y eso les dejaba luego<br />

soñolientos. Los bebés juguetearían y gatearían sobre los cuerpos indulgentes, adormecidos,<br />

de los adultos, y pellizcarían bocaditos del animal muerto. Los bebés probablemente eran

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