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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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vacilante, volvió a ponerse de pie, corrió hacia delante, cayó otra vez y, después, corrió una vez<br />

más. Ahora bajaba por una empinada colina, y no pudo mantener el equilibrio. Se desplomó,<br />

sin poder evitarlo, rodando y girando sobre sí mismo en el suelo blando, antes de detenerse<br />

finalmente al pie de la colina. Cayó de cara sobre tibia agua poco profunda, que gorgoteaba<br />

alrededor y le subió por la nariz.<br />

Estaba caído boca abajo en un arroyuelo.<br />

¡Se había dejado dominar por el pánico! ¡Qué tonto! ¡Debió haber ido a su cabaña! Se<br />

maldijo a sí mismo. Cuando se ponía en pie sintió un dolor agudo en el tobillo derecho, que le<br />

hizo que las lágrimas brotasen de sus ojos. Lo palpó con cuidado: podía estar roto. Se forzó a<br />

apoyar todo su peso sobre el tobillo, apretando los dientes hasta hacerlos rechinar.<br />

Sí.<br />

Casi seguro que estaba roto.<br />

En la sala de control, Lex le confió a Tim:<br />

—Ojalá nos hubieran llevado con ellos al nido.<br />

—Es demasiado peligroso para nosotros, Lex. Tenemos que quedamos aquí. Aquí, escucha<br />

éste. —Apretó otro botón y el rugido grabado de un tiranosaurio resonó a través de los<br />

altavoces del parque.<br />

—Ése es bonito —aprobó Lex—. Es mejor que el otro.<br />

—Tú también lo puedes hacer. Y si aprietas esto, haces que haya resonancia.<br />

—Déjame probar —dijo Lex. Apretó el botón: el tiranosaurio rugió otra vez.<br />

—¿Podemos hacer que dure más? —preguntó.<br />

—Por supuesto. Simplemente, le damos vuelta a esta cosa...<br />

Tendido al pie de la colina, Hammond oyó rugir al tiranosaurio, bramando a través de la<br />

jungla.<br />

Jesús.<br />

Se estremeció al oír el sonido. Era aterrador, un alarido que venía de otro mundo. Esperó<br />

para ver qué ocurría. ¿Qué haría el tiranosaurio? ¿Ya habría atrapado al trabajador? Esperó,<br />

oyendo sólo el zumbido de las cicadáceas silvestres, hasta que se dio cuenta de que estaba<br />

conteniendo la respiración, y dejó escapar un prolongado suspiro.<br />

Con un tobillo lesionado no podía trepar la colina: tendría que esperar en el fondo de la<br />

barranca. Una vez que el tiranosaurio se hubiera ido, gritaría pidiendo ayuda. Mientras tanto, no<br />

estaba en peligro.<br />

Fue entonces cuando oyó una voz amplificada que decía:<br />

—Vamos, Timmy, yo también lo voy a intentar. Vamos. Déjame hacer el ruido.<br />

—¡Los chicos!<br />

El tiranosaurio rugió otra vez, pero ahora tenía nítidos armónicos musicales, y una especie<br />

de eco, que perduraba después de haber terminado el rugido en sí.<br />

—Qué bonito —dijo la niñita—. Hazlo otra vez.

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