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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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animal como ése en una cocina que en selva abierta: el tamaño, los movimientos rápidos, el<br />

olor acre, la respiración sibilante...<br />

«Quizá no venga», pensó.<br />

Visto de cerca era un animal mucho más aterrador que el dinosaurio: el tiranosaurio era<br />

enorme y poderoso, pero no particularmente astuto. El velocirraptor tenía el tamaño de un<br />

hombre, y estaba claro que era rápido e inteligente: Tim temía los escrutadores ojos casi tanto<br />

como los dientes afilados.<br />

El velocirraptor olfateó. Dio un paso hacia delante... ¡avanzando directamente hacia Lex! ¡Le<br />

debía de oler, seguramente! El corazón de Tim dio un vuelco. El animal se detuvo. Se inclinó<br />

con lentitud.<br />

Encontró el bistec.<br />

Tim quería agacharse, para mirar debajo de la mesa, pero no se atrevió a moverse: se<br />

mantuvo inmóvil, semiacuclillado, escuchando la ruidosa masticación.<br />

El dinosaurio se lo estaba comiendo. Con huesos y todo.<br />

Después alzó la esbelta cabeza y miró a su alrededor. Olfateó. Vio el segundo bistec.<br />

Avanzó con rapidez. Se inclinó.<br />

Silencio.<br />

No se lo estaba comiendo.<br />

La cabeza volvió a subir. Tim tenía las piernas acalambradas, pero no se movió.<br />

¿Por qué el animal no se comía el segundo bistec? Muchas ideas le relampaguearon en la<br />

mente: no le gustaba el sabor, no le gustaba que estuviera frío, no le agradaba el hecho de que<br />

la carne no estuviera viva, olía la trampa, olía a Lex, olía a Tim, veía a Tim...<br />

El velocirraptor se desplazó muy de prisa ahora: encontró el tercer bistec, hundió la cabeza,<br />

volvió a mirar hacia arriba, y prosiguió su marcha.<br />

Tim contuvo la respiración: el dinosaurio ahora estaba a unos pocos metros de distancia.<br />

Tim pudo ver las pequeñas contracciones que se producían en los músculos de los flancos.<br />

Percibió las incrustaciones de sangre seca en las garras de la mano. Pudo ver el fino diseño de<br />

estrías que había dentro del patrón moteado, y los pliegues de la piel del cuello, por debajo de<br />

la mandíbula.<br />

El velocirraptor olfateó. Movió la cabeza espasmódicamente y miró a Tim de hito en hito: el<br />

niño casi jadeó por el miedo; su cuerpo se puso tenso, rígido. Observaba mientras el ojo de<br />

reptil se movía, explorando la habitación. Otro olfateo.<br />

«Me atrapó», pensó Tim.<br />

Entonces la cabeza giró con otro movimiento brusco, para mirar hacia delante, y el animal<br />

siguió su camino, hacia el quinto bistec. Tim pensó: «Lex por favor no te muevas por favor no te<br />

muevas por lo que sea que haga por favor no...»<br />

El velocirraptor olió el bistec y siguió adelante. Ahora se encontraba ante la puerta del<br />

congelador. Tim pudo ver el vaho saliendo en volutas, abarquillándose a lo largo del suelo<br />

mientras iba hacia las patas del animal. Una de las enormes patas armadas con garras se alzó;<br />

después volvió a bajar, en silencio. El dinosaurio vacilaba. «Demasiado frío —pensó Tim—. No

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