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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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la tierra. Ahora, Ellie corría a la máxima velocidad, sin atreverse a mirar hacia atrás, jadeante,<br />

viendo los barrotes de la cerca emerger de la neblina, viendo a Muldoon abrir el portón de par<br />

en par, viéndole tender la mano, gritarle, aferrarle el brazo y tirar de ella con tanta fuerza que la<br />

levantó en vilo y la hizo caer al suelo.<br />

Ellie se dio vuelta a tiempo para ver primero uno, después dos, después tres animales<br />

chocar contra la cerca y gruñir.<br />

—¡Buen trabajo! —gritó Muldoon. Ahora se burlaba de los animales, gruñéndoles en<br />

respuesta, y eso los enfurecía. Se lanzaban contra la cerca, saltando delante, y uno de ellos<br />

casi consiguió pasar por encima.<br />

—¡Cristo, ése estuvo cerca! ¡Estos hijos de puta pueden saltar!<br />

La joven se puso en pie, mirándose las raspaduras y magulladuras, la sangre que le corría<br />

por la pierna. Todo lo que pudo pensar fue: tres animales aquí. Y dos en el techo. Eso quería<br />

decir que faltaba uno, que estaba en alguna parte.<br />

—¡Vámonos, ayúdeme! —dijo Muldoon—. ¡Mantengámoslos interesados!<br />

Grant dejó el centro de visitantes y avanzó con rapidez, adentrándose en la bruma. Halló el<br />

sendero que había entre las palmeras y lo siguió hacia el Norte. Allá delante, la estructura del<br />

cobertizo de mantenimiento surgió de la niebla.<br />

Por ninguna parte aparecía puerta alguna que él alcanzara a ver. En la parte de atrás,<br />

oculto por la vegetación plantada ex profeso, vio un muelle de hormigón para la carga de<br />

camiones. Ayudándose con manos y pies, trepó hasta topar con una persiana enrollable<br />

vertical de acero; estaba cerrada con llave. Volvió a bajar el muelle de un salto y siguió<br />

rodeando el edificio. Más adelante, hacia su derecha, vio una puerta común y corriente. Se<br />

mantenía abierta mediante un zapato de hombre que la trababa.<br />

Grant entró y entornó los ojos en la oscuridad. Prestó atención: no oyó nada. Levantó la<br />

radio y conectó.<br />

—Aquí Grant —informó—, estoy dentro.<br />

Wu alzó la mirada hacia el tragaluz: los dos velocirraptores seguían escudriñando la<br />

habitación de Malcolm, pero parecían estar confundidos por los ruidos del exterior. El genetista<br />

fue hasta la ventana del hotel: fuera, los tres velocirraptores seguían cargando contra la cerca.<br />

Ellie corría de un lado a otro, protegida por los barrotes. Pero los animales ya no parecían estar<br />

tratando en serio de atraparla: ahora casi parecían estar jugando, alejándose de la cerca,<br />

dando una vuelta, alzándose sobre las patas traseras y gruñendo, para después volver a caer<br />

sobre las cuatro patas, volver a girar en círculo y, por último, embestir. Su conducta había<br />

asumido la distintiva característica de una exhibición, más que de un ataque en serio.<br />

—Como pájaros —comentó Muldoon—; están haciendo una representación teatral.<br />

Wu asintió con la cabeza:<br />

—Son inteligentes. Ven que no la pueden alcanzar. No lo están intentando de veras.<br />

La radio chasqueó:

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