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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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—Bueno, lo hace.<br />

—Conozco estos animales...<br />

—Está borracho. Déjeme manejar esto.<br />

—¿Y cómo va a hacerlo?<br />

Ellie no le respondió y fue hacia el portón:<br />

—Dicen que los raptores son inteligentes.<br />

—Lo son. Por lo menos, tan inteligentes como los chimpancés.<br />

—¿Tienen buena capacidad auditiva?<br />

—Sí, excelente.<br />

—A lo mejor conocen este sonido —dijo Ellie, y abrió el portón: las bisagras metálicas,<br />

herrumbradas por la bruma constante, chirriaron sonoramente. Ellie lo cerró otra vez,<br />

abriéndolo con otro chirrido. Lo dejó abierto.<br />

—Yo no haría eso —aconsejó Muldoon—. Y si lo hace, déjeme traer el lanzador.<br />

—Traiga el lanzador.<br />

Muldoon lanzó un quejido, recordando:<br />

—Gennaro tiene los proyectiles.<br />

—Bueno, entonces tenga los ojos bien abiertos. —Y pasó por el portón, fuera de los<br />

barrotes. El corazón le latía con tanta fuerza que apenas podía sentir los pies en la tierra. Se<br />

alejó de la cerca, y le pareció que el vallado desaparecía en la niebla con aterradora velocidad.<br />

Pronto se perdió a espaldas de ella.<br />

Como esperaba Muldoon empezó a gritarle con la agitación del borracho:<br />

—¡Maldición, nena, no haga eso! —vociferó.<br />

—No me llame «nena» —respondió, también a gritos.<br />

—¡La llamaré como malditamente se me ocurra! —gritó Muldoon.<br />

—Usted no tiene pelotas —dijo Ellie.<br />

—¿Que no tengo pelotas? —barbotó—. ¿Que no tengo pelotas? Linda manera de hablar<br />

para usted, una fina joven liberada. La erudita de los barrios bajos...<br />

No le estaba escuchando. Se daba vuelta con lentitud, el cuerpo tenso, vigilando por todos<br />

lados. Ahora estaba a dieciocho metros de la cerca, por lo menos, y podía ver, más allá del<br />

follaje, la bruma arrastrada por el viento, como una lluvia leve. Se mantuvo alejada del follaje.<br />

Los músculos de piernas y hombros le dolían por la tensión. Sus ojos se esforzaban por ver.<br />

—¿Me oye, maldición? —vociferaba Muldoon.<br />

«¿Hasta qué punto son hábiles estos animales? —se preguntó Ellie—. ¿Lo suficiente como<br />

para cortarme la retirada?» No había mucha distancia de regreso a la cerca, no en realidad...<br />

Atacaron.<br />

No hubo sonido alguno.<br />

El primer animal se lanzó a la carga desde el follaje que había en la base de un árbol, a la<br />

izquierda: saltó como un resorte y Ellie se volvió para correr. El segundo atacó desde el otro<br />

lado, con la clara intención de atraparla mientras corría, y saltó en el aire, con las garras listas<br />

para atacar; la joven se lanzó como un corredor de pista y campo y el animal se estrelló contra

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