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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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—Muy bien. Entonces, vaya con los demás al pabellón. —Muldoon se alejó—. Eso es todo,<br />

ya han oído. Ahora, muévanse.<br />

—¿Pero qué les va a hacer a mis animales? —gimoteó Hammond.<br />

—Ésa no es la pregunta adecuada a decir verdad, señor Hammond —observó Muldoon—.<br />

La pregunta es: ¿qué nos van a hacer ellos a nosotros?<br />

Pasó por la puerta y marchó presuroso por el recibidor, en dirección a su oficina. Gennaro<br />

se puso a caminar a su lado, con el mismo ritmo de marcha.<br />

—¿Ha cambiado de opinión? —gruñó Muldoon.<br />

—Usted necesitará ayuda —dijo Gennaro.<br />

—Podría ser.<br />

Muldoon entró en la sala rotulada SUPERVISOR ANIMALES, tomó el lanzacohetes gris portátil y<br />

abrió un panel de la pared situada detrás de su escritorio: contenía seis cilindros y seis<br />

cartuchos.<br />

—Lo malo de estos malditos dinos —dijo Muldoon— es que tienen sistemas nerviosos<br />

distribuidos: no mueren de prisa, ni siquiera con un impacto directo en el cerebro. Y están<br />

construidos con solidez: costillas gruesas, que hacen que un disparo al corazón dependa de la<br />

suerte, y resulta difícil dejarlos incapacitados hiriéndolos en las patas o en los cuartos traseros.<br />

Como se desangran con lentitud, mueren con lentitud.<br />

Abría los cilindros uno después de otro, y colocaba los cartuchos. Le arrojó un grueso<br />

cinturón tejido a Gennaro:<br />

—Póngaselo.<br />

Gennaro se ajustó el cinturón y Muldoon le pasó las municiones:<br />

—Casi todo lo que podemos esperar es volarlos en pedazos. Por desgracia, sólo tenemos<br />

seis proyectiles: hay ocho raptores en ese complejo rodeado de cercas. Vamos. Manténgase<br />

junto a mí: usted tiene los proyectiles.<br />

Muldoon salió y corrió por el pasillo, mirando por el balcón al sendero que llevaba al<br />

cobertizo de mantenimiento. Gennaro resoplaba a su lado. Llegaron a la planta baja y pasaron<br />

por las puertas de vidrio. Muldoon se detuvo.<br />

Arnold estaba de pie, dándole la espalda al cobertizo de mantenimiento. Tres raptores se le<br />

aproximaban. Arnold había recogido un palo y lo blandía ante los animales, gritando. Los<br />

raptores se abrían en abanico a medida que se acercaban; uno de ellos se mantenía en el<br />

centro y los otros dos se desplazaban por los flancos. Coordinados. Tranquilos. Gennaro se<br />

estremeció:<br />

Pauta de conducta de una jauría depredadora.<br />

Muldoon ya se estaba poniendo en cuclillas, acomodando el lanzador sobre el hombro.<br />

—Cargue —indicó.<br />

Gennaro deslizó el proyectil en la parte trasera del lanzador. Hubo un chisporroteo. Nada<br />

ocurrió.<br />

—¡Demonios: lo ha metido del revés! —dijo Muldoon, inclinando el cañón para que el<br />

proyectil cayera en las manos de Gennaro, que lo volvió a cargar. Los velocirraptores le

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