PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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Aparentemente, la corriente principal no se había encendido desde la interrupción. Cuando volvió a ponerse en marcha el sistema, solamente volvió la corriente auxiliar. Arnold estaba pensando que eso era extraño, cuando súbitamente se dio cuenta de que era normal. Eso era lo que correspondía que pasara. Tenía toda la lógica del mundo: el generador auxiliar se activó primero, y sirvió para poner en marcha el generador principal, porque para eso se necesitaba una carga considerable. Así era como estaba diseñado el sistema. Pero Arnold nunca había tenido antes la ocasión de cortar el suministro principal de corriente. Y cuando las luces y pantallas se volvieron a encender en la sala de control, no se le ocurrió que la corriente principal no se hubiera restaurado también. Pero no era así y durante todo el tiempo transcurrido desde entonces, mientras buscaban al rex, y hacían una cosa y otra, el parque había estado funcionando con corriente auxiliar. Y eso no era buena idea. De hecho, las consecuencias sólo empezaban a hacérsele evidentes. —¿Qué quiere decir esta línea? —preguntó Muldoon, señalando la lista: 05:14:57 Advert: Estado Cerca [NB] Operativo-C. Aux. (AV09) —Quiere decir que se envió a los monitores de la sala de control una advertencia sobre el estado del sistema en relación con las cercas. —¿Vio esa advertencia? —No. Debía de estar hablando con usted en el campo. De todos modos, no, no la vi. —¿Qué quiere decir «Advert: Estado Cerca»? —Bueno, no lo supe en el momento, pero estábamos funcionando con corriente auxiliar. Y la corriente auxiliar no genera suficiente intensidad como para activar las cercas electrificadas, así que, en forma automática, siguieron desconectadas. Muldoon le miró con el entrecejo fruncido: —¿Las cercas electrificadas estaban apagadas? —Sí. —¿Todas ellas? ¿Desde las cinco de esta mañana? ¿Durante las cinco últimas horas? —Sí. —¿Incluidas las cercas de los velocirraptores? —Sí —suspiró Arnold. —¡Dios santo! Cinco horas. Esos animales podrían haberse escapado. Entonces, desde algún sitio a la distancia, oyeron un alarido. Muldoon empezó a hablar muy de prisa. Recorrió la sala, repartiendo las radios portátiles. —El señor Arnold va al cobertizo de mantenimiento para encender la corriente principal. Doctor Wu, quédese en la sala de control: usted es la otra única persona que puede operar con los ordenadores. Señor Hammond, vuelva al pabellón. No discuta conmigo. Vaya ahora. Eche el cerrojo a los portones y quédese detrás hasta que vuelva a hablar conmigo. Ayudaré a Arnold a lidiar con los raptores. Se volvió hacia Gennaro: —¿Le agrada la idea de volver a vivir peligrosamente? —En verdad, no —confesó Gennaro. Estaba muy pálido.

—Muy bien. Entonces, vaya con los demás al pabellón. —Muldoon se alejó—. Eso es todo, ya han oído. Ahora, muévanse. —¿Pero qué les va a hacer a mis animales? —gimoteó Hammond. —Ésa no es la pregunta adecuada a decir verdad, señor Hammond —observó Muldoon—. La pregunta es: ¿qué nos van a hacer ellos a nosotros? Pasó por la puerta y marchó presuroso por el recibidor, en dirección a su oficina. Gennaro se puso a caminar a su lado, con el mismo ritmo de marcha. —¿Ha cambiado de opinión? —gruñó Muldoon. —Usted necesitará ayuda —dijo Gennaro. —Podría ser. Muldoon entró en la sala rotulada SUPERVISOR ANIMALES, tomó el lanzacohetes gris portátil y abrió un panel de la pared situada detrás de su escritorio: contenía seis cilindros y seis cartuchos. —Lo malo de estos malditos dinos —dijo Muldoon— es que tienen sistemas nerviosos distribuidos: no mueren de prisa, ni siquiera con un impacto directo en el cerebro. Y están construidos con solidez: costillas gruesas, que hacen que un disparo al corazón dependa de la suerte, y resulta difícil dejarlos incapacitados hiriéndolos en las patas o en los cuartos traseros. Como se desangran con lentitud, mueren con lentitud. Abría los cilindros uno después de otro, y colocaba los cartuchos. Le arrojó un grueso cinturón tejido a Gennaro: —Póngaselo. Gennaro se ajustó el cinturón y Muldoon le pasó las municiones: —Casi todo lo que podemos esperar es volarlos en pedazos. Por desgracia, sólo tenemos seis proyectiles: hay ocho raptores en ese complejo rodeado de cercas. Vamos. Manténgase junto a mí: usted tiene los proyectiles. Muldoon salió y corrió por el pasillo, mirando por el balcón al sendero que llevaba al cobertizo de mantenimiento. Gennaro resoplaba a su lado. Llegaron a la planta baja y pasaron por las puertas de vidrio. Muldoon se detuvo. Arnold estaba de pie, dándole la espalda al cobertizo de mantenimiento. Tres raptores se le aproximaban. Arnold había recogido un palo y lo blandía ante los animales, gritando. Los raptores se abrían en abanico a medida que se acercaban; uno de ellos se mantenía en el centro y los otros dos se desplazaban por los flancos. Coordinados. Tranquilos. Gennaro se estremeció: Pauta de conducta de una jauría depredadora. Muldoon ya se estaba poniendo en cuclillas, acomodando el lanzador sobre el hombro. —Cargue —indicó. Gennaro deslizó el proyectil en la parte trasera del lanzador. Hubo un chisporroteo. Nada ocurrió. —¡Demonios: lo ha metido del revés! —dijo Muldoon, inclinando el cañón para que el proyectil cayera en las manos de Gennaro, que lo volvió a cargar. Los velocirraptores le

Aparentemente, la corriente principal no se había encendido desde la interrupción. Cuando<br />

volvió a ponerse en marcha el sistema, solamente volvió la corriente auxiliar. Arnold estaba<br />

pensando que eso era extraño, cuando súbitamente se dio cuenta de que era normal. Eso era<br />

lo que correspondía que pasara. Tenía toda la lógica del mundo: el generador auxiliar se activó<br />

primero, y sirvió para poner en marcha el generador principal, porque para eso se necesitaba<br />

una carga considerable. Así era como estaba diseñado el sistema.<br />

Pero Arnold nunca había tenido antes la ocasión de cortar el suministro principal de<br />

corriente. Y cuando las luces y pantallas se volvieron a encender en la sala de control, no se le<br />

ocurrió que la corriente principal no se hubiera restaurado también.<br />

Pero no era así y durante todo el tiempo transcurrido desde entonces, mientras buscaban al<br />

rex, y hacían una cosa y otra, el parque había estado funcionando con corriente auxiliar. Y eso<br />

no era buena idea. De hecho, las consecuencias sólo empezaban a hacérsele evidentes.<br />

—¿Qué quiere decir esta línea? —preguntó Muldoon, señalando la lista:<br />

05:14:57 Advert: Estado Cerca [NB] Operativo-C. Aux. (AV09)<br />

—Quiere decir que se envió a los monitores de la sala de control una advertencia sobre el<br />

estado del sistema en relación con las cercas.<br />

—¿Vio esa advertencia?<br />

—No. Debía de estar hablando con usted en el campo. De todos modos, no, no la vi.<br />

—¿Qué quiere decir «Advert: Estado Cerca»?<br />

—Bueno, no lo supe en el momento, pero estábamos funcionando con corriente auxiliar. Y<br />

la corriente auxiliar no genera suficiente intensidad como para activar las cercas electrificadas,<br />

así que, en forma automática, siguieron desconectadas.<br />

Muldoon le miró con el entrecejo fruncido:<br />

—¿Las cercas electrificadas estaban apagadas?<br />

—Sí.<br />

—¿Todas ellas? ¿Desde las cinco de esta mañana? ¿Durante las cinco últimas horas?<br />

—Sí.<br />

—¿Incluidas las cercas de los velocirraptores?<br />

—Sí —suspiró Arnold.<br />

—¡Dios santo! Cinco horas. Esos animales podrían haberse escapado.<br />

Entonces, desde algún sitio a la distancia, oyeron un alarido. Muldoon empezó a hablar muy<br />

de prisa. Recorrió la sala, repartiendo las radios portátiles.<br />

—El señor Arnold va al cobertizo de mantenimiento para encender la corriente principal.<br />

Doctor Wu, quédese en la sala de control: usted es la otra única persona que puede operar con<br />

los ordenadores. Señor Hammond, vuelva al pabellón. No discuta conmigo. Vaya ahora. Eche<br />

el cerrojo a los portones y quédese detrás hasta que vuelva a hablar conmigo. Ayudaré a<br />

Arnold a lidiar con los raptores.<br />

Se volvió hacia Gennaro:<br />

—¿Le agrada la idea de volver a vivir peligrosamente?<br />

—En verdad, no —confesó Gennaro. Estaba muy pálido.

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