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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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—Desháganse de los que son ininteligentes. Retírenlos del poder.<br />

—Pero entonces perderíamos todos los progresos...<br />

—¿Qué progresos? —preguntó Malcolm, irritado—. La cantidad de horas que las mujeres le<br />

dedican al cuidado del hogar no ha cambiado desde 1930, a pesar de todos los progresos.<br />

Todas las aspiradoras, lavadoras-secadoras, trituradoras de basura, eliminadoras de<br />

desperdicios, telas que se lavan y se usan sin planchado... ¿Por qué limpiar la casa requiere<br />

tanto tiempo, todavía, como en 1930?<br />

Ellie nada dijo.<br />

—Porque no ha habido progreso ninguno —se autorrespondió Malcolm—. No verdadero<br />

progreso. Treinta mil años atrás, cuando los hombres estaban haciendo pinturas rupestres en<br />

Lascaux, trabajaban veinte horas semanales para abastecerse de alimento, refugio y vestido.<br />

El resto del tiempo podían jugar, o dormir, o hacer lo que quisieran. Y vivían en un mundo<br />

natural, con aire puro, agua pura, hermosos árboles y ocasos. Piense en eso: veinte horas por<br />

semana. Hace treinta mil años.<br />

—¿Quiere volver atrás el reloj?<br />

—No: quiero que la gente despierte. Hemos tenido cuatrocientos años de ciencia moderna<br />

y, en este momento, deberíamos saber para qué sirve y para qué no. Es hora de cambiar.<br />

—¿Antes de que destruyamos el planeta? —inquirió Ellie.<br />

Malcolm suspiró, y cerró los ojos. Después:<br />

—Oh, querida: eso sería lo último de lo que me preocuparía.<br />

En el oscuro túnel del río de la jungla, Grant avanzaba, cogiéndose de las ramas<br />

alternativamente con una mano y con la otra, desplazando con cuidado la balsa hacia delante.<br />

Todavía percibía los sonidos. Y, por fin, vio los dinosaurios:<br />

—¿No son ésos los venenosos?<br />

—Sí —contestó Grant—. Dilofosaurios.<br />

Erguidos en la orilla había dos dilofosaurios. Los cuerpos de tres metros de alto tenían<br />

manchas amarillas y negras; por debajo, el vientre era verde brillante, como el de las lagartijas.<br />

Dos crestas curvas gemelas, rojas, corrían a lo largo de la parte superior de la cabeza, desde<br />

los ojos hasta la nariz, formando una V por encima de la cabeza. La apariencia como de pájaro<br />

quedaba reforzada por el modo en que los animales se movían, inclinándose para beber agua<br />

del río, irguiéndose después para gruñir y ulular.<br />

Lex susurró:<br />

—¿Deberíamos bajar y caminar?<br />

Grant contestó que no con la cabeza: los dilofosaurios eran más pequeños que el<br />

tiranosaurio, lo suficientemente pequeños como para pasar entre el denso follaje que había en<br />

las márgenes del río. Y parecían ser rápidos, cuando gruñían y ululaban entre sí.<br />

—Pero no podemos pasar frente a ellos en el bote —dijo Lex—: tienen veneno.<br />

—Tenemos que hacerlo. De alguna manera.<br />

Los dilofosaurios siguieron bebiendo y ululando. Parecían estar interactuando entre ellos

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