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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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Un segundo dáctilo se abalanzó sobre ellos, desplazándose más rápido que el primero.<br />

Llegó desde atrás, pasando como un relámpago sobre sus cabezas. Grant tuvo una fugaz<br />

visión de su pico dentado y del cuerpo peludo. Parecía un enorme murciélago, pensó. Pero<br />

quedó impresionado por el aspecto frágil de los animales: sus alas inmensas, de delicadas<br />

membranas rosadas, resultaban traslúcidas; todo reforzaba la imagen de delicadeza de los<br />

dáctilos.<br />

—¡Ay! —gritó Lex, apretándose el cabello—. ¡Me ha mordido!<br />

—¿Te qué? —Se sorprendió Grant.<br />

—¡Me ha mordido! ¡Me ha mordido! —Cuando retiró la mano tenía sangre en los dedos.<br />

En lo alto del cielo, dos dáctilos más plegaron las alas, desplomándose como pequeñas<br />

formas oscuras que caían hacia el suelo. Mientras se abalanzaban a tierra, producían una<br />

especie de alarido.<br />

—¡Vamos! —exclamó Grant, aferrando la mano de los chicos.<br />

Corrieron a través de la pradera, oyendo el alarido que se aproximaba, y se arrojó al suelo<br />

en el último momento, arrastrando a los chicos con él, mientras los dos dáctilos silbaban y<br />

chillaban al pasar sobre ellos, batiendo las alas. Grant sintió garras que le cortaban la camisa a<br />

lo largo de la espalda.<br />

Después se puso en pie, tirando de Lex para que hiciera lo mismo y corrieron con Tim<br />

algunos metros hacia delante, mientras, en lo alto, dos pájaros más giraban y se lanzaban<br />

sobre ellos en picado, aullando. En el último instante, Grant tiró de los niños para que cayeran<br />

al suelo, y las enormes sombras pasaron sobre ellos aleteando.<br />

—¡Puaj! —exclamó Lex, con repugnancia: Grant vio que estaba sucia con una veta<br />

producida por los excrementos blancos de los pájaros.<br />

Logró ponerse de pie:<br />

—¡Vamos!<br />

Estaba a punto de correr, cuando Lex lanzó un alarido de terror.<br />

Grant se volvió y vio que uno de los dáctilos la había apresado por los hombros, utilizando<br />

sus garras traseras. Las enormes alas coriáceas del animal, traslúcidas a la luz del sol, batían<br />

intensamente a ambos lados de la niña. El dáctilo estaba tratando de elevarse, pero Lex era<br />

demasiado pesada y, mientras pugnaba por levantarla, le propinaba repetidos golpes en la<br />

cabeza con su larga mandíbula puntiaguda.<br />

Lex gritaba, agitando los brazos con desesperación. Grant hizo lo único que se le ocurrió en<br />

el momento: corrió hacia delante y saltó hacia arriba, lanzándose contra el cuerpo del dáctilo.<br />

Lo derribó, haciendo que el animal cayera de lomo contra el suelo, y él cayó encima del peludo<br />

cuerpo. El animal chilló y lanzó mordiscos como tijeretazos; Grant movió la cabeza para<br />

esquivar las mandíbulas y se apoyó en el animal para alejarse, mientras las gigantescas alas<br />

batían alrededor de su cuerpo. Era como estar en una tienda durante un vendaval: no podía<br />

ver; no podía oír; no había otra cosa más que el aleteo, los chillidos y las membranas<br />

coriáceas. Las patas armadas de garras le arañaban frenéticamente el pecho. Lex gritaba,<br />

Grant se desprendió del dáctilo, que chillaba mientras batía las alas y pugnaba por girar sobre

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