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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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El río de la jungla se hizo más estrecho. Las riberas se cerraban sobre ellos por ambos<br />

lados, hasta que los árboles y el follaje que colgaba sobre las riberas se encontraron en lo alto,<br />

tapando la luz del sol. Tim oyó el chillido de los pájaros y vio pequeños dinosaurios gorjeadores<br />

que brincaban entre las ramas. Pero, en general la selva estaba silenciosa, el aire caliente y<br />

quieto entre el dosel de los árboles.<br />

Grant miró el reloj: las ocho en punto.<br />

Se deslizaban pacíficamente, pasando entre manchones alternados de luz y sombra. Si algo<br />

se notaba, era que parecían avanzar más de prisa que antes. Despierto ahora, Grant estaba<br />

tendido de espaldas y contemplaba las ramas que pasaban en lo alto. En ese momento vio a<br />

Lex recogiendo agua en el cuenco de la mano y bebiéndola.<br />

—Eh, ¿qué estás haciendo? —le advirtió—. No bebas eso.<br />

—¿Por qué no? Está rica. ¿Crees que podemos comer esas bayas? —La niña señaló los<br />

árboles. Algunas de las ramas colgantes estaban lo suficientemente cerca como para que las<br />

tocara. Tim vio racimos de bayas de un rojo brillante en las ramas.<br />

—No —dijo Grant.<br />

—¿Por qué? Esos dinosaurios las están comiendo. —Señaló unos dinosaurios pequeños<br />

que retozaban en las ramas.<br />

—No, Lex.<br />

La niña suspiró, insatisfecha con la autoridad de Grant:<br />

—Ojalá papaíto estuviera aquí. Papaíto siempre sabe qué hacer.<br />

—¿De qué estás hablando? —replicó Tim—. Él nunca sabe qué hacer.<br />

—Sí lo sabe —suspiró Lex. Se quedó contemplando los árboles frente a los que iban<br />

pasando, que tenían enormes raíces retorcidas en dirección al borde del agua—. Sólo porque<br />

tú no seas su favorito...<br />

Tim le dio la espalda, sin decir palabra.<br />

—Pero no te preocupes: papaíto te quiere a ti también. Aunque te interesen los ordenadores<br />

y no los deportes.<br />

—Papá es un verdadero fanático de los deportes —le explicó Tim a Grant.<br />

Éste movió la cabeza en gesto de asentimiento.<br />

En lo alto de las ramas, pequeños dinosaurios de color amarillo pálido, que apenas llegaban<br />

a los sesenta centímetros de altura, saltaban de un árbol a otro. Tenían cabezas rematadas en<br />

pico, como loros.<br />

—¿Sabes cómo se llama a ésos? —dijo Tim—: Microcerátops.<br />

—¡Gran cosa! —se burló Lex.<br />

—Pensé que te podría interesar.<br />

—Solamente los niños muy jóvenes —contestó Lex— se interesan por los dinosaurios.<br />

—¿Quién lo dice?<br />

—Papaíto.<br />

Tim empezó a gritar, pero Grant alzó la mano:<br />

—Chicos —dijo—, callaos.

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