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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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—Calmaos —intervino Grant—. ¡Agarraos a algo! —Observó al tiranosaurio, fijándose en su<br />

manera de nadar: estaba hundido hasta el pecho en el agua, pero podía mantener su cabezota<br />

muy por encima de la superficie. Entonces Grant se dio cuenta de que no estaba nadando sino<br />

caminando, porque instantes después únicamente la parte más alta de la cabeza —los ojos y<br />

las aberturas nasales— sobresalían del agua. Así parecía un cocodrilo, y nadaba como éstos<br />

batiendo la cola hacia delante y hacia atrás, de modo que el agua se agitaba detrás de él.<br />

Detrás de la cabeza, Grant vio la giba de la espalda, y las crestas a lo largo de la cola, cuando<br />

ocasionalmente rompía la superficie.<br />

«Exactamente como un cocodrilo», pensó con tristeza. El cocodrilo más grande del mundo.<br />

—¡Lo siento, doctor Grant! —sollozó Lex—. ¡No quise hacerlo!<br />

Grant miró por encima del hombro: la laguna no tenía más que unos noventa metros de<br />

ancho en el lugar en el que estaban ahora, y ya casi habían llegado al centro. Si continuaban la<br />

marcha, el agua volvería a perder profundidad. Entonces, el tiranosaurio nuevamente podría<br />

caminar y se desplazaría más de prisa en agua poco profunda. Grant le imprimió al bote un giro<br />

opuesto al curso que llevaban, y empezó a remar hacia el Norte.<br />

—¿Qué está haciendo?<br />

Ahora, el tiranosaurio estaba sólo a unos metros de distancia. Grant podía oír los bufidos<br />

que emitía a medida que se acercaba. Grant miró los remos que tenía en las manos, pero eran<br />

de plástico liviano: no servían como arma.<br />

El tiranosaurio echó la cabeza hacia atrás y abrió por completo las mandíbulas, exhibiendo<br />

hileras de dientes curvos, y después, mediante una gran contracción muscular, se arrojó contra<br />

la balsa, errándole apenas a la borda de goma. La enorme cabeza cayó en el agua como un<br />

martinete y la balsa se sacudió peligrosamente en la cresta de la ola producida por el impacto<br />

de la cabeza en el agua.<br />

El tiranosaurio se hundió, desapareciendo de la superficie y dejando burbujas gorgoteantes.<br />

La laguna estaba quieta. Lex se aferró a las asas de la borda y miró hacia atrás.<br />

—¿Se ha ahogado?<br />

—No, contestó Grant: vio burbujas... después, una tenue olita que surcaba la superficie, que<br />

venía hacia el bote...<br />

—¡Agarraos! —gritó, mientras la cabeza embestía desde abajo el piso de goma, doblando la<br />

balsa, levantándola en el aire y haciéndola girar enloquecidamente antes de que se volviera a<br />

estrellar en el agua.<br />

—¡Haga algo! —grito Alexis—. ¡Haga algo!<br />

Grant extrajo la pistola de aire comprimido que llevaba en la cintura: la veía lastimosamente<br />

pequeña en sus manos, pero quizás existía la posibilidad de que, si le daba al animal en un<br />

punto sensible, como el ojo o la nariz...<br />

El tiranosaurio emergió al lado del bote, abrió la boca y rugió. Grant apuntó, y disparó. El<br />

dardo centelleó a la luz y le dio en la mejilla. El tiranosaurio sacudió la cabeza y volvió a rugir.<br />

Y, de repente, oyeron un rugido de respuesta que flotó por el agua hacia ellos.<br />

Al mirar hacia atrás, Grant vio al T-rex joven en la orilla, agachado sobre el saurópodo

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