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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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vuelven a la normalidad cuando haga arrancar de nuevo... pero a lo mejor, no. No soy un<br />

experto en computación, y usted tampoco. Realmente, no. Y sin una línea telefónica abierta no<br />

podemos hablar con alguien que lo sea.<br />

—Si la orden está en la RAM, no aparecerá en el código. Se puede hacer un vaciado de la<br />

RAM en una unidad de grabación y hacer la búsqueda ahí, pero usted no sabe lo que está<br />

buscando. Creo que todo lo que puede hacer es retrotraer el sistema a la posición de origen.<br />

Gennaro irrumpió en la sala:<br />

—Todavía no tenemos ningún teléfono.<br />

—Estamos trabajando en eso.<br />

—Ha estado trabajando en eso desde la medianoche. Y Malcolm está peor. Necesita<br />

atención médica.<br />

—Eso significa que tendré que apagar el sistema —dijo Arnold—. No puedo estar seguro de<br />

que todo se vuelva a poner en funcionamiento.<br />

Gennaro insistió:<br />

—Mire: hay un hombre enfermo en ese pabellón. Necesita un médico o morirá. Y no se<br />

puede llamar a un médico a menos que tengamos teléfono. Es probable que ya hayan muerto<br />

cuatro personas. Ahora, ¡apague y haga que los teléfonos funcionen!<br />

Arnold vaciló.<br />

—¿Bien? —dijo Gennaro.<br />

—Bueno, es que... los sistemas de seguridad no permiten que se apague el ordenador y...<br />

—¡Entonces apague esos re-malditos sistemas de segundad! ¿No le puede entrar en la<br />

cabeza que Malcolm va a morir si no recibe ayuda?<br />

—Muy bien —aceptó Arnold.<br />

Se levantó y fue al panel principal. Abrió las puertas y descubrió los cerrojos que cubrían los<br />

interruptores de seguridad. Con movimiento corto y seco los quitó, uno después de otro.<br />

—Ustedes lo han pedido —dijo—, y aquí lo tienen.<br />

Movió el interruptor maestro.<br />

La sala de control quedó a oscuras. Todos los monitores se apagaron.<br />

—¿Cuánto tenemos que esperar? —preguntó Gennaro. —Treinta segundos —repuso<br />

Arnold.<br />

—¡Puff! —exclamó Lex, cuando cruzaban el campo.<br />

—¿Qué? —preguntó Grant.<br />

—¡Ese olor! Parece de basura podrida.<br />

Grant vaciló. Clavó la mirada en el otro extremo del campo, en dirección a los árboles<br />

distantes, en busca de alguna señal de movimiento; no vio nada; apenas si había brisa para<br />

agitar las ramas. Reinaba paz y quietud en la mañana temprana.<br />

—Creo que es tu imaginación —dijo.<br />

—No...<br />

Entonces, Grant oyó el graznido: provenía de la manada de hadrosaurios de pico de pato

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