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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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EL <strong>PARQUE</strong><br />

El generador portátil tartamudeó y se puso en acción con un rugido. En el extremo de sus<br />

brazos telescópicos, los reflectores de cuarzo emitieron un enfermizo fulgor verde. Muldoon.<br />

oyó el suave gorgoteo del río de la jungla, unos pocos metros hacia el Norte. Se volvió al<br />

camión de mantenimiento y vio que uno de los trabajadores salía con una gran motosierra:<br />

—No, no —dijo—. Sólo las sogas, Carlos. No hace falta cortarlo.<br />

Se volvió para mirar la cerca. Al principio tuvieron dificultades para encontrar la sección que<br />

estaba en cortocircuito, porque no había mucho que ver: un pequeño protocarpus estaba<br />

apoyado contra la cerca. Era uno de los varios árboles de la misma especie que se habían<br />

plantado en esta región del parque, con el propósito de que sus plumosas ramas ocultaran la<br />

visión de la cerca.<br />

Pero ese árbol en particular estaba asegurado con riostras de alambre, para mantenerlo<br />

erguido, y con tensores: los alambres se habían roto durante la tormenta y los tensores<br />

metálicos habían salido volando hacia la cerca y la habían cortocircuitado. Naturalmente, nada<br />

de eso debió de ocurrir; se suponía que las cuadrillas encargadas del afianzamiento usarían<br />

alambres con aislamiento plástico y tensores de cerámica en la proximidad de las cercas. Pero<br />

había sucedido de todos modos.<br />

Sea como fuere, no iba a ser un gran trabajo. Todo lo que tenían que hacer era levantar el<br />

árbol caído contra la cerca, quitarle los herrajes de metal y marcarlo para que los jardineros lo<br />

arreglaran por la mañana. No debían tardar más de veinte minutos. Y daba lo mismo, porque<br />

Muldoon sabía que los dilofosaurios siempre se mantenían próximos al río. Aun cuando los<br />

trabajadores estaban separados del río por la cerca, los dilos podían escupir tranquilamente a<br />

través de ella, enviando su letal veneno.<br />

Ramón, uno de los trabajadores, se le acercó:<br />

—Señor Muldoon, ¿ha visto las luces?<br />

—¿Qué luces? —pregunto Muldoon.<br />

Ramón señaló hacia el Este, a través de la jungla:<br />

—Las vi cuando veníamos. Están ahí, muy débiles. ¿Las ve? Parecen las luces de un<br />

coche, pero no se mueven.<br />

Muldoon entornó los ojos para mirar a la distancia: probablemente no era más que una luz<br />

de mantenimiento. Después de todo, se había restablecido el paso de la corriente.<br />

—Nos ocuparemos de eso más tarde —contestó—. En este preciso momento limitémonos a<br />

quitar ese árbol de la cerca.

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