PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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13.05.2013 Views

—Mire —dijo Malcolm—, esto no tiene nada que ver conmigo. Es la teoría del caos. Pero me doy cuenta de que nadie está dispuesto a escuchar las consecuencias de la matemática. Porque esas consecuencias entrañan otras muy grandes para la vida humana; mucho más grandes que el principio de Heisenberg o el teorema de Godel, con los que todo el mundo arma tanta bulla. En realidad, son reflexiones bastante académicas. Reflexiones filosóficas. Pero la teoría del caos le concierne a la vida cotidiana. ¿Sabe por qué se construyeron originariamente los ordenadores? —No —dijo Gennaro. —¡Quémala ahí! —aulló Lex. —Los ordenadores se construyeron a finales de la década de 1940, porque matemáticos como John von Neumann creían que si se contaba con una computadora, máquina para manejar muchas variables en forma simultánea (14), se podría predecir el clima local. El clima local finalmente caería dentro del entendimiento humano. Y los hombres creyeron en ese sueño durante los cuarenta años siguientes. Creyeron que la predicción no era más que hacer el seguimiento de las cosas: si se sabía lo suficiente, se podía predecir cualquier cosa. Ésa ha sido una creencia científica muy considerada desde la época de Newton. —¿Y? —La teoría del caos la defenestra directamente: dice que, para ciertas situaciones, nunca se puede hacer predicción alguna. Nunca se puede hacer el pronóstico del tiempo más que con unos pocos días de anticipación. Todo el dinero que se gastó en la predicción a largo plazo, alrededor de quinientos mil millones de dólares en las últimas décadas, es dinero desperdiciado. Es una empresa descabellada. Es algo tan carente de sentido como tratar de convertir el plomo en oro. Echamos una mirada retrospectiva a los alquimistas y nos reímos de lo que estaban tratando de hacer, pero las generaciones futuras se reirán del mismo modo. Hemos intentado lo imposible... y gastado mucho dinero haciéndolo. Porque, de hecho, existen grandes categorías de fenómenos que son intrínsecamente impredecibles. —¿El caos dice eso? —Sí, y es sorprendente ver cuan poca gente se interesa por oírlo. Le di toda esta información a Hammond, mucho antes de que empezara a excavar aquí. ¿Van a fabricar un montón de animales prehistóricos y a ponerlos en una isla? Muy bien. Un sueño delicioso. Encantador. Pero no va a funcionar del modo planeado. Es intrínsecamente impredecible, del mismo modo que lo son las condiciones meteorológicas. —¿Usted le dijo esto? —preguntó Gennaro. —Sí, y también le dije dónde iban a producirse las desviaciones. Evidentemente, la capacidad de los animales para adaptarse al ambiente era uno de los sectores: este estegosaurio tiene cien millones de años de edad. No está habituado a nuestro mundo. El aire es diferente, la radiación solar es diferente, el suelo es diferente, los insectos son diferentes, los sonidos son diferentes, la vegetación es diferente. Todo es diferente. El contenido de oxígeno disminuyó. Este pobre animal es como un ser humano puesto a una altitud de tres mil metros: óigale resollar con dificultad.

—¿Y los otros sectores? —En términos generales, la capacidad del parque para controlar la diseminación de las formas de vida. Porque la historia de la evolución es que la vida escapa a todas las barreras. La vida evade los encierros. La vida se expande a nuevos territorios. De manera dolorosa, quizás hasta peligrosa, pero la vida encuentra el modo. No pretendo filosofar, pero así son las cosas. Gennaro miró a lo lejos: Ellie y Grant estaban al otro lado del campo, agitando los brazos y gritando. —¿Ha traído mi «Coca-Cola»? —preguntó Dennis Nedry cuando Muldoon regresó a la sala de control. Muldoon no se molestó en contestar. Fue directamente al monitor y miró lo que estaba ocurriendo. Por la radio oyó la voz de Harding diciendo: —... el estego... finalmente... cuidar en... ahora... —¿De qué se trata? —preguntó Muldoon. —Están por abajo, por la punta sur —explicó Arnold—. Ésa es la causa de que se estén dispersando un poco. Los pasaré a otro canal. Pero descubrieron qué era lo que andaba mal con los estegosaurios: comían alguna especie de baya. Hammond aprobó con la cabeza: —Sabía que lo resolveríamos más tarde o más temprano —dijo. —No es muy impresionante —opinó Gennaro: sostenía el fragmento blanco, no más grande que un sello, entre las yemas de los dedos, bajo la luz que se iba desvaneciendo—. ¿Está usted seguro de eso, Alan? —Absolutamente seguro —afirmó Grant—. Lo que lo delata es el patrón de la superficie interior, la curva interior: déle la vuelta y observará un sutil patrón de líneas elevadas que trazan, de manera aproximada, formas triangulares. —Sí, las veo. —Bueno, extraje dos huevos, con patrones como ése, en mi emplazamiento de Montana. —¿Está diciendo que éste es un pedazo de cáscara de huevo de dinosaurio? —Sin lugar a dudas —aseveró Grant. Harding negó con la cabeza: —Estos dinosaurios no se pueden reproducir. —Evidentemente, sí pueden —dijo Gennaro. —Tiene que ser un huevo de pájaro —insistió Harding—. En la isla tenemos literalmente docenas de especies. Grant sacudió la cabeza: —Mire la curvatura: la cáscara es casi plana. Eso corresponde a un huevo muy grande. Y observe el espesor de la cáscara. A menos que en la isla tengan avestruces, éste es un huevo de dinosaurio. —Pero no hay posibilidad alguna de que se reproduzcan —insistió Harding—. Todos los

—¿Y los otros sectores?<br />

—En términos generales, la capacidad del parque para controlar la diseminación de las<br />

formas de vida. Porque la historia de la evolución es que la vida escapa a todas las barreras.<br />

La vida evade los encierros. La vida se expande a nuevos territorios. De manera dolorosa,<br />

quizás hasta peligrosa, pero la vida encuentra el modo. No pretendo filosofar, pero así son las<br />

cosas.<br />

Gennaro miró a lo lejos: Ellie y Grant estaban al otro lado del campo, agitando los brazos y<br />

gritando.<br />

—¿Ha traído mi «Coca-Cola»? —preguntó Dennis Nedry cuando Muldoon regresó a la sala<br />

de control.<br />

Muldoon no se molestó en contestar. Fue directamente al monitor y miró lo que estaba<br />

ocurriendo. Por la radio oyó la voz de Harding diciendo:<br />

—... el estego... finalmente... cuidar en... ahora...<br />

—¿De qué se trata? —preguntó Muldoon.<br />

—Están por abajo, por la punta sur —explicó Arnold—. Ésa es la causa de que se estén<br />

dispersando un poco. Los pasaré a otro canal. Pero descubrieron qué era lo que andaba mal<br />

con los estegosaurios: comían alguna especie de baya.<br />

Hammond aprobó con la cabeza:<br />

—Sabía que lo resolveríamos más tarde o más temprano —dijo.<br />

—No es muy impresionante —opinó Gennaro: sostenía el fragmento blanco, no más grande<br />

que un sello, entre las yemas de los dedos, bajo la luz que se iba desvaneciendo—. ¿Está<br />

usted seguro de eso, Alan?<br />

—Absolutamente seguro —afirmó Grant—. Lo que lo delata es el patrón de la superficie<br />

interior, la curva interior: déle la vuelta y observará un sutil patrón de líneas elevadas que<br />

trazan, de manera aproximada, formas triangulares.<br />

—Sí, las veo.<br />

—Bueno, extraje dos huevos, con patrones como ése, en mi emplazamiento de Montana.<br />

—¿Está diciendo que éste es un pedazo de cáscara de huevo de dinosaurio?<br />

—Sin lugar a dudas —aseveró Grant.<br />

Harding negó con la cabeza:<br />

—Estos dinosaurios no se pueden reproducir.<br />

—Evidentemente, sí pueden —dijo Gennaro.<br />

—Tiene que ser un huevo de pájaro —insistió Harding—. En la isla tenemos literalmente<br />

docenas de especies.<br />

Grant sacudió la cabeza:<br />

—Mire la curvatura: la cáscara es casi plana. Eso corresponde a un huevo muy grande. Y<br />

observe el espesor de la cáscara. A menos que en la isla tengan avestruces, éste es un huevo<br />

de dinosaurio.<br />

—Pero no hay posibilidad alguna de que se reproduzcan —insistió Harding—. Todos los

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