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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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«Cautelosa», pensó Grant.<br />

—¿Cuánto tiempo va a esperar? —dijo Malcolm con fastidio.<br />

—Quizá tres o cuatro minutos. Quizá...<br />

La tiranosaurio saltó silenciosamente hacia delante, revelando por entero su enorme cuerpo.<br />

En cuatro saltos cubrió la distancia que la separaba de la cabra, se inclinó y mordió al animal<br />

cautivo en el cuello. El balido cesó. Se hizo el silencio.<br />

Cernida como un ave sobre su presa muerta, la tiranosaurio súbitamente empezó a vacilar.<br />

Su maciza cabeza giró sobre el cuello musculoso, mirando en todas direcciones. Miró con fijeza<br />

al Crucero de Tierra, que estaba en lo alto de la colina.<br />

—¿Nos puede ver? —murmuró Malcolm.<br />

—¡Oh, sí! —contestó Regis por el intercomunicador—. Veamos si se come la cabra aquí,<br />

frente a nosotros, o si se la lleva arrastrando.<br />

La tiranosaurio se inclinó hacia abajo y olisqueó el cadáver de la cabra. Un pájaro trinó: la<br />

cabeza de T-rex se alzó como un resorte, alerta, vigilante. Osciló atrás y adelante, explorando<br />

el entorno con breves desplazamientos acompañados de sacudidas.<br />

—Como un pájaro —dijo Ellie.<br />

«Sí —pensó Grant—. Exactamente como un pájaro.» La impresión que le había causado el<br />

velocirraptor ahora quedaba confirmada.<br />

Con todo, la tiranosaurio vacilaba.<br />

—¿De qué tiene miedo? —preguntó Ellie.<br />

—Probablemente, de otro tiranosaurio —susurró Grant.<br />

Los grandes carnívoros, como los leones y tigres, a menudo se volvían cautelosos después<br />

de haber matado una presa, comportándose como si hubieran quedado súbitamente sin<br />

protección.<br />

Los zoólogos del siglo XIX imaginaron que los animales se sentían culpables por lo que<br />

habían hecho. Pero los científicos contemporáneos documentaron el esfuerzo subyacente a la<br />

muerte de una presa: horas de paciente acecho, antes de la acometida final, así como la<br />

frecuencia de los fracasos. La idea de «lo rojo de la Naturaleza en el colmillo y en la garra» era<br />

errónea: las más de las veces, la presa escapaba. Cuando un carnívoro abatía finalmente un<br />

animal, se ponía alerta ante todo depredador, que podría atacarlo y robarle su premio. Por eso,<br />

era probable que la tiranosaurio estuviera temerosa de algún congénere.<br />

El enorme animal volvió a inclinarse sobre la cabra. Uno de los grandes miembros<br />

posteriores retenía el cadáver de la presa en su sitio, mientras las mandíbulas empezaban a<br />

desgarrar la carne.<br />

—Se va a quedar —susurró Ed Regís—. Excelente.<br />

La tiranosaurio levantó la cabeza otra vez, con pedazos desgarrados de carne sangrante<br />

colgándole de las mandíbulas. Contempló el Crucero de Tierra. Empezó a masticar. Los<br />

visitantes oyeron el repugnante ruido de huesos que se trituran.<br />

—¡Uuggh! —protestó Lex a través del intercomunicador—. Es as-que-ro-so.<br />

Y en ese momento, como si la precaución hubiera predominado finalmente, la tiranosaurio

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