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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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obreros de la construcción y mutiló a un tercero, antes de que se le volviera a capturar.<br />

Después de ese episodio, hubo que reestructurar el pabellón de visitantes, dotándolo de<br />

pesados portones de barrotes, una cerca perimetral elevada y ventanas de vidrio templado. Y<br />

el redil de contención de los raptores tuvo que ser reconstruido, poniéndosele sensores<br />

electrónicos que advirtieran de otro escape inminente.<br />

Muldoon también quería armas. Y quería lanzadores de misiles «TOW», que se pudieran<br />

disparar desde el hombro: los cazadores sabían cuan difícil resultaba derribar un elefante<br />

africano de cuatro toneladas... y algunos de los dinosaurios eran diez veces más pesados. La<br />

gerencia estaba horrorizada, insistiendo en que no habría armas en lugar alguno de la isla.<br />

Cuando Muldoon amenazó con renunciar, y con llevar su relato a la Prensa, se llegó a una<br />

transacción: al final, dos lanzadores de proyectiles guiados por láser, especialmente fabricados,<br />

se guardaron en un cuarto del sótano, cerrado con llave. Solamente Muldoon tenía las llaves de<br />

ese cuarto.<br />

Ésas eran las llaves que ahora estaba haciendo girar alrededor de su dedo.<br />

—Voy abajo —dijo.<br />

Arnold, que observaba las pantallas de control, asintió con la cabeza. Los dos Cruceros de<br />

Tierra estaban detenidos en la cima de la colina, aguardando a que apareciera el T-rex.<br />

—Eh —llamó Dennis Nedry, desde la consola más alejada—, ya que está de pie, tráigame<br />

una «Coca-Cola», ¿quiere?<br />

Grant aguardó en el coche, observando en silencio. El balido de la cabra se hacía más<br />

intenso, más insistente. El animal tironeaba frenéticamente de su traílla, corriendo hacia atrás y<br />

hacia delante. A través de la radio, Grant oyó que Alexis decía alarmada:<br />

—¿Qué le va a pasar a la cabra? ¿Se la va a comer?<br />

—Así lo creo —le dijo alguien y, entonces, Ellie bajó el volumen de la radio. En ese<br />

momento sintieron el olor, el hedor de putrefacción y descomposición de la basura, que<br />

ascendía por la ladera hacia los visitantes.<br />

—Él está aquí —susurró Grant.<br />

—Ella —corrigió Malcolm.<br />

La cabra estaba atada en el centro del campo, a menos de treinta metros de los árboles<br />

más cercanos. El dinosaurio tenía que estar en alguna parte, entre los árboles pero, por el<br />

momento,<br />

Grant no podía ver cosa alguna. Entonces, se dio cuenta de que estaba mirando demasiado<br />

bajo: la cabeza del animal se encontraba a nueve metros sobre el suelo, semiescondida entre<br />

las ramas superiores de las palmeras.<br />

—¡Oh, Dios...! Es tan grande como un maldito edificio... —susurró Malcolm.<br />

Grant quedó con la vista clavada en la inmensa cabeza cuadrada, de metro y medio de<br />

largo, con la piel moteada en marrón rojizo, dotada de enormes mandíbulas y colmillos. Las<br />

mandíbulas de la tiranosaurio funcionaron una vez, abriéndose y cerrándose. Pero el inmenso<br />

animal no surgió de su escondite.<br />

—¿Qué está esperando? —susurró Ellie.

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