PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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13.05.2013 Views

—Sí. Vea esto —trató de explicar Malcolm—: el suceso básico que se produjo en el Parque Jurásico es que los científicos y técnicos han tratado de hacer un nuevo mundo biológico completo. Y los científicos que están en la sala de control esperan ver un mundo nuevo. Como en el gráfico que nos mostraron. Aun cuando un instante de meditación revela que esa distribución normal cuidadosa, es terriblemente inquietante en esta isla. —¿Lo es? —Sí. Sobre la base de lo que el doctor Wu nos dijo antes, nunca se debería ver un gráfico de población como ése. —¿Por qué no? —Porque es el gráfico de una población biológica normal. Lo que el Parque Jurásico no es precisamente. El Parque Jurásico no es el mundo real. Se espera que sea un mundo controlado que sólo imite el mundo real. En ese sentido, es un verdadero parque, más bien como un jardín japonés formal: la Naturaleza manipula para ser más natural que la Naturaleza, si así lo prefieren. —Me temo que ha hecho que me pierda —declaró Gennaro, con aire de enfado. —Creo que la visita lo aclarará todo —añadió Malcolm, sonriendo.

LA VISITA —Por aquí, todo el mundo por aquí —indicó Ed Regís. A su lado, una mujer estaba entregando cascos de médula vegetal, con la inscripción «Parque Jurásico» aplicada en la faja para la cabeza, y el pequeño logotipo de un dinosaurio azul. Una fila de Cruceros de Tierra «Toyota» salió de un garaje subterráneo situado debajo del centro de visitantes. Cada coche se detuvo, sin conductor y silencioso. Dos negros, vestidos con uniformes de safari, estaban abriendo las portezuelas para los pasajeros. —De dos a cuatro pasajeros por coche, por favor, de dos a cuatro pasajeros por coche — estaba diciendo una voz grabada—. Los niños de menos de diez años tienen que ir acompañados por un adulto. De dos a cuatro pasajeros por coche, por favor... Tim observó que Grant, Sattler y Malcolm entraban en el primer Crucero, junto con el abogado Gennaro. Tim examinó a Lex que, de pie, estaba golpeándose en el guante con el puño. Tim señaló el primer coche y preguntó: —¿Puedo ir con ellos? —Temo que tienen cosas que discutir —contestó Ed Regís. —¿Qué cosas? —Cosas técnicas. —Me interesan las cosas técnicas. Preferiría ir con ellos. —Bueno, podrás oír lo que digan: tendremos una radio abierta entre ambos coches. El segundo vehículo llegó. Tim y Lex entraron, y Ed Regís les siguió. —Éstos son coches eléctricos —explicó—. Guiados por un cable. Tim estaba contento de haberse sentado en el asiento de delante porque, montadas en el tablero de instrumentos, había dos pantallas de computadora y una caja que le pareció que era una «CD-ROM»: un reproductor de discos grabados por láser, controlado por ordenador. También había un trasmisor-receptor portátil y una especie de trasmisor de radio. Vio dos antenas en el techo y unas extrañas gafas en el bolsillo para mapas. Los negros cerraron, y aseguraron, las portezuelas del Crucero de Tierra. Con un zumbido de motor eléctrico, el vehículo se puso en marcha. Allá adelante, los tres científicos y Gennaro estaban hablando y señalando, resultando claro que estaban excitados. Ed Regis dijo: —Oigamos lo que están diciendo. —Se oyó el chasquido de un intercomunicador. —No sé qué demonios piensa usted que está haciendo aquí —decía la voz de Gennaro a través del intercomunicador. Parecía muy enfadado.

LA VISITA<br />

—Por aquí, todo el mundo por aquí —indicó Ed Regís. A su lado, una mujer estaba<br />

entregando cascos de médula vegetal, con la inscripción «Parque Jurásico» aplicada en la faja<br />

para la cabeza, y el pequeño logotipo de un dinosaurio azul.<br />

Una fila de Cruceros de Tierra «Toyota» salió de un garaje subterráneo situado debajo del<br />

centro de visitantes. Cada coche se detuvo, sin conductor y silencioso. Dos negros, vestidos<br />

con uniformes de safari, estaban abriendo las portezuelas para los pasajeros.<br />

—De dos a cuatro pasajeros por coche, por favor, de dos a cuatro pasajeros por coche —<br />

estaba diciendo una voz grabada—. Los niños de menos de diez años tienen que ir<br />

acompañados por un adulto. De dos a cuatro pasajeros por coche, por favor...<br />

Tim observó que Grant, Sattler y Malcolm entraban en el primer Crucero, junto con el<br />

abogado Gennaro. Tim examinó a Lex que, de pie, estaba golpeándose en el guante con el<br />

puño.<br />

Tim señaló el primer coche y preguntó:<br />

—¿Puedo ir con ellos?<br />

—Temo que tienen cosas que discutir —contestó Ed Regís.<br />

—¿Qué cosas?<br />

—Cosas técnicas.<br />

—Me interesan las cosas técnicas. Preferiría ir con ellos.<br />

—Bueno, podrás oír lo que digan: tendremos una radio abierta entre ambos coches.<br />

El segundo vehículo llegó. Tim y Lex entraron, y Ed Regís les siguió.<br />

—Éstos son coches eléctricos —explicó—. Guiados por un cable.<br />

Tim estaba contento de haberse sentado en el asiento de delante porque, montadas en el<br />

tablero de instrumentos, había dos pantallas de computadora y una caja que le pareció que era<br />

una «CD-ROM»: un reproductor de discos grabados por láser, controlado por ordenador.<br />

También había un trasmisor-receptor portátil y una especie de trasmisor de radio. Vio dos<br />

antenas en el techo y unas extrañas gafas en el bolsillo para mapas.<br />

Los negros cerraron, y aseguraron, las portezuelas del Crucero de Tierra. Con un zumbido<br />

de motor eléctrico, el vehículo se puso en marcha. Allá adelante, los tres científicos y Gennaro<br />

estaban hablando y señalando, resultando claro que estaban excitados. Ed Regis dijo:<br />

—Oigamos lo que están diciendo. —Se oyó el chasquido de un intercomunicador.<br />

—No sé qué demonios piensa usted que está haciendo aquí —decía la voz de Gennaro a<br />

través del intercomunicador. Parecía muy enfadado.

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