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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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En aquellos días, Wu quería con desesperación dejar su huella. John Hammond atrapó<br />

toda su atención:<br />

—Estoy hablando de trabajo —proseguía Hammond—. Verdaderos logros. ¿Qué<br />

necesita un científico para trabajar?: necesita tiempo, y necesita dinero. Estoy hablando<br />

de darle un encargo por cinco años, y diez millones al año como fondos. Cincuenta<br />

millones de dólares, y nadie le dice cómo gastarlos. Usted decide. Todo lo demás,<br />

sencillamente, no le obstaculiza el camino.<br />

Era demasiado bueno para ser cierto. Wu quedó silencioso durante largo rato.<br />

Finalmente preguntó:<br />

—¿A cambio de qué?<br />

—Por intentar hacer lo imposible —contestó Hammond—. Por intentar algo que,<br />

probablemente, no se puede hacer.<br />

—¿En qué consiste?<br />

—No le puedo dar detalles, pero, en rasgos generales, la tarea supone hacer la<br />

clonación de reptiles.<br />

—No creo que sea imposible. Los reptiles son más fáciles que los mamíferos. Es<br />

probable que la obtención de clones sólo tarde diez, quince años en conseguirse. Siempre<br />

y cuando se logren algunos avances fundamentales.<br />

—Tengo cinco años —le contestó Hammond—. Y mucho dinero, para alguien que<br />

quiera hacer el intento ahora.<br />

—¿Mi trabajo se va a poder publicar?<br />

—Con el tiempo.<br />

—No inmediatamente.<br />

—No.<br />

—¿Pero, con el tiempo, se podrá publicar? —insistió, sin irse por las ramas.<br />

Hammond se rió:<br />

—No se preocupe, todo el mundo sabrá lo que usted hizo, se lo prometo.<br />

Y ahora parecía que, en verdad, todo el mundo lo iba a saber, pensaba Wu. Después<br />

de cinco años de extraordinario esfuerzo, se encontraban justo a un año de distancia de la<br />

inauguración del parque para el público. Por supuesto, esos años no habían transcurrido<br />

del modo exacto prometido por Hammond: Wu tuvo algunas personas que le decían qué<br />

hacer y, muchas veces, se vio sometido a terribles presiones. Y el trabajo en sí varió: ni<br />

siquiera se trataba de hacer la clonación de reptiles, una vez que empezaron a entender<br />

que los dinosaurios eran tan parecidos a los pájaros. Era clonación de aves, una<br />

propuesta muy diferente. Mucho más difícil. Y, durante los dos últimos años, Wu fue,<br />

primordialmente, un administrador, supervisando grupos de investigadores y bancos de<br />

secuenciadores computarizados de genes. La administración no era la clase de trabajo<br />

que deleitaba a Wu; eso no era lo que él había pactado.<br />

Y, aun así, tuvo éxito. Hizo lo que nadie realmente creía que se pudiera hacer, no en<br />

tan breve lapso por lo menos. Y Henry Wu pensaba que le correspondían algunos<br />

derechos, que debía tener voz y voto en lo que sucedía, en virtud de sus conocimientos y<br />

de sus esfuerzos. En vez de eso encontró que su influencia se desvanecía conforme<br />

pasaban los días: los dinosaurios existían. Los procedimientos para obtenerlos se habían<br />

resuelto hasta el punto de volverse rutinarios. Las técnicas estaban maduras... y John<br />

Hammond ya no necesitaba a Henry Wu.<br />

—Así estará bien —decía Hammond, hablando por teléfono.<br />

Escuchaba un poco y sonreía a Wu—: Espléndido. Sí, espléndido.<br />

Colgó.<br />

—¿Dónde habíamos quedado, Henry?<br />

—Estábamos hablando de la fase dos —repuso Wu.<br />

—Ah, sí. Ya tratamos antes este asunto, Henry...

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