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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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despedían redes eléctricas. Todo ello construido de acuerdo con nuestras<br />

especificaciones. Ahora tenemos toda una panoplia de dispositivos... y todos ellos son<br />

demasiado lentos. Tenemos que introducir algunos ajustes. ¿Sabe usted que Muldoon<br />

quiere equipo militar: misiles «TOW» (10) y dispositivos guiados por láser?<br />

—Dejemos a Muldoon fuera de esto —repuso Hammond—.. No estoy preocupado. No<br />

es nada más que un zoológico, Henry.<br />

El teléfono sonó, y Hammond fue a atenderlo. Wu trató de pensar en otra forma de<br />

insistir en su argumento. Pero el hecho era que, después de cinco largos años, el Parque<br />

Jurásico estaba a punto de ser una realidad, y John Hammond sencillamente ya no<br />

estaba escuchando lo que Wu pudiera decirle.<br />

Hubo una época en la que Hammond le escuchaba con mucha atención. En especial<br />

cuando Wu estaba recién reclutado, en los días en que era un licenciado de Biología de<br />

veintiocho años que trabajaba en su tesis de doctorado en Stanford, en el laboratorio de<br />

Norman Atherton.<br />

La muerte de Atherton había precipitado el laboratorio en la confusión, así como en la<br />

aflicción: nadie sabía qué iba a ocurrir con la provisión de fondos o con los programas<br />

para el doctorado. Había mucha incertidumbre; la gente estaba preocupada por su<br />

carrera.<br />

Dos semanas después del funeral, John Hammond fue a ver a Wu. Todos los del<br />

laboratorio sabían que Atherton había tenido algún tipo de vínculo con Hammond, aunque<br />

los detalles nunca estuvieron claros. Pero Hammond se le había acercado a Wu de<br />

manera tan directa, que éste nunca lo olvidó:<br />

—Norman siempre decía que usted era el mejor genetista de su laboratorio —había<br />

dicho—. ¿Cuáles son sus planes ahora?<br />

—No sé. Investigación.<br />

—¿Quiere un nombramiento en la Universidad?<br />

—Sí.<br />

—Es un error —contestó Hammond con energía—. Al menos, lo es si usted respeta su<br />

talento.<br />

Wu parpadeó:<br />

—¿Por qué?<br />

—Porque, enfrentemos los hechos: las Universidades ya no son los centros<br />

intelectuales del país. La idea en sí es absurda. Las Universidades son el agua<br />

estancada. No se sorprenda tanto. No le estoy diciendo nada que usted no sepa. Desde la<br />

Segunda Guerra Mundial, todos los descubrimientos verdaderamente importantes salieron<br />

de laboratorios privados: el láser, el transistor, la vacuna contra la polio, el<br />

microprocesador, el holograma, el ordenador personal, la obtención de imágenes por<br />

resonancia magnética, las exploraciones por tomografía computarizada..., la lista sigue<br />

indefinidamente. Las Universidades, sencillamente, no están más donde ocurren las<br />

cosas, y no lo han estado durante cuarenta años. Si usted quiere hacer algo importante<br />

en los ordenadores o en la genética, no vaya a una Universidad. Por Dios, no.<br />

Wu descubrió que no podía articular palabra.<br />

—¡Cielo santo! —decía Hammond—, ¿por qué cosas debe pasar usted para iniciar un<br />

nuevo proyecto? ¿Cuántas solicitudes de beca, cuántos formularios, cuántas<br />

aceptaciones? ¿La comisión de iniciativas? ¿El director de departamento? ¿El comité de<br />

asignación de recursos de la Universidad? ¿Cómo consigue más espacio para trabajar, si<br />

lo precisa? ¿Más ayudantes, si los necesita? ¿Cuánto tiempo tarda en conseguir todo<br />

eso? Un hombre brillante no puede malgastar un tiempo precioso con formularios y<br />

comités. La vida es demasiado corta, y el ADN demasiado largo. Usted quiere dejar su<br />

huella. Si quiere que algo se haga, manténgase alejado de las Universidades.

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