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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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Los animales gruñían mientras avanzaban y, después, saltaron a la vez, levantando<br />

sus patas traseras armadas con esas grandes garras que parecían dagas. En seguida<br />

chocaron contra la cerca que tenían frente a ellos, despidiendo dos estallidos simultáneos<br />

de chispas calientes.<br />

Los velocirraptores cayeron al suelo de espaldas, siseando. Todos los visitantes se<br />

desplazaron hacia delante, fascinados. Sólo entonces atacó el tercer animal, dando un<br />

salto, para chocar contra la cerca a la altura del pecho. Tim lanzó un alarido de terror,<br />

cuando las chispas estallaron a su alrededor. Las bestias emitieron un siseo bajo de reptil,<br />

giraron sobre sí mismas y brincaron hacia atrás, para volver a meterse entre los helechos.<br />

Después, desaparecieron, dejando detrás de ellas un tenue olor de podredumbre, y un<br />

humo acre que quedó flotando en el aire.<br />

—¡La gran mierda! —exclamó Tim.<br />

—Fue tan rápido —dijo Ellie.<br />

—Cazadores en manada —agregó Malcolm. Su voz denotaba admiración—.<br />

Cazadores en manada para los cuales la emboscada es un instinto... Fascinante.<br />

—Terrorífico —murmuró Ellie.<br />

—Yo no diría que son tremendamente inteligentes —dijo Malcolm.<br />

Al otro lado de la cerca oyeron resoplidos entre las palmeras. Varias cabezas surgieron<br />

lentamente del follaje: Grant contó tres... cuatro... cinco...<br />

Los animales les observaban. Contemplándoles fríamente.<br />

Un negro con un mono de trabajo llegó corriendo hasta ellos:<br />

—¿Están bien?<br />

—Estamos bien —dijo Grant.<br />

—Las alarmas se activaron. —El hombre miró la cerca, torcida y chamuscada—: ¿Ellos<br />

les atacaron?<br />

—Tres de ellos lo hicieron, sí.<br />

El negro asintió con la cabeza:<br />

—Lo hacen una y otra vez: golpean la cerca; reciben una sacudida eléctrica. Nunca<br />

parece importarles.<br />

—No son demasiado inteligentes, ¿verdad? —dijo Malcolm.<br />

El negro vaciló. A la luz de la tarde miró a Malcolm con los ojos entrecerrados y repuso:<br />

—Dé gracias de que haya estado esa cerca, señor —contestó, y volvió la cabeza.<br />

Desde el principio hasta el final, todo el ataque no pudo producirse en más de seis<br />

segundos. Grant todavía estaba tratando de organizar sus impresiones. La velocidad era<br />

pasmosa: los animales eran tan rápidos que apenas si los había visto desplazarse.<br />

Mientras caminaban de regreso, Malcolm dijo:<br />

—Son notablemente rápidos.<br />

—Sí —dijo Grant—. Mucho más rápidos que cualquier reptil viviente: un aligátor toro (7)<br />

se puede desplazar con rapidez, pero sólo que una corta distancia, un metro cincuenta o<br />

un metro ochenta. Los lagartos grandes como los dragones de Komodo (8), de metro y<br />

medio de largo, de Indonesia, avanza a velocidades que, medidas con cronómetro, son de<br />

cincuenta kilómetros por hora, lo suficientemente rápido como para perseguir y capturar a<br />

un hombre. Y matan hombres sin descanso. Pero yo opinaría que el animal que estaba<br />

detrás de la cerca corría más del doble de esa velocidad.<br />

—La velocidad de un guepardo —dijo Malcolm—: noventa y siete, ciento diez<br />

kilómetros por hora.<br />

—Exactamente. Pero parecieron lanzarse por el aire hacia delante —señaló—. Casi<br />

como pájaros.<br />

—Sí.<br />

En el mundo contemporáneo, únicamente mamíferos muy pequeños, como la<br />

mangosta, que lucha con cobras, tenía reacciones tan rápidas. Mamíferos pequeños y,<br />

por supuesto, pájaros: el pájaro secretario de África que es un cazador de serpientes, o el

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