PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas
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—No por un tiempo —añadió Regis de buena gana—. Los velocirraptores todavía no<br />
se han integrado en el ambiente del parque. Los mantenemos en un redil de retención.<br />
—¿Puedo verlos ahí? —preguntó Grant.<br />
—Sí, claro, por supuesto. A decir verdad, mientras aguardamos le echó un vistazo a su<br />
reloj. —Podría interesarle a usted hacer un recorrido y echarles un vistazo.<br />
—Por cierto que sí.<br />
—Sin duda —confirmó Ellie.<br />
—Yo quiero ir también —terció Tim con avidez.<br />
—Vayan simplemente hasta la parte de atrás de este edificio, pasando la instalación de<br />
apoyo, y verán el redil. Pero no se acerquen demasiado a la cerca. ¿Quieres ir también?<br />
—le preguntó a la niña.<br />
—No —contestó Lex. Miró a Regís como evaluándolo, y dijo—: ¿Quieres jugar un poco<br />
a los palillos? ¿Arrojar algunos?<br />
—¡Pero claro! ¿Por qué tú y yo no vamos abajo y hacemos justamente eso, mientras<br />
esperamos que se abra la sala de control?<br />
Junto con Ellie y Malcolm, Grant dio la vuelta a la parte trasera del edificio principal, con<br />
el niño pegado a ellos. A Grant le gustaban los chicos: resultaba imposible que no le<br />
gustase un grupo tan abiertamente entusiasta de los dinosaurios. Grant solía observar a<br />
los grupos de chicos en los museos, cuando contemplaban, boquiabiertos, los enormes<br />
esqueletos que se alzaban ante ellos. Se preguntaba qué era lo que representaba<br />
realmente la fascinación de esos niños. Al final, decidió que a los chicos les gustaban los<br />
dinosaurios porque esos gigantescos seres personificaban la fuerza incontrolable de la<br />
autoridad importante y amenazadora. Eran padres simbólicos. Fascinantes y aterradores,<br />
como los padres. Y los niños los amaban, así como amaban a sus padres.<br />
Grant también sospechaba que ése era el motivo de que incluso niños pequeños<br />
aprendieran los nombres de los dinosaurios. Nunca dejaba de asombrarle que un niño de<br />
tres años dijera, con su voz chillona, «¡Stegosaurus!» Decir esos nombres complicados<br />
era una manera de ejercer poder sobre los gigantes, una manera de tenerlos bajo control.<br />
—¿Qué sabes de los velocirraptores? —le pregunto Grant a Tim para darle<br />
conversación.<br />
—Es un carnívoro pequeño que cazaba en manada, como el Deinonychus —contestó<br />
Tim.<br />
—Eso es —respondió Grant—, aunque Deinonychus es considerado en la actualidad<br />
de los velocirraptores. Y la prueba de cazar en manada es por completo circunstancial.<br />
Deriva, en parte, del aspecto de los animales, que eran rápidos y fuertes, pero pequeños<br />
para ser dinosaurios: nada más que unos setenta a ciento cuarenta kilos cada uno.<br />
Suponemos que cazaban en grupos, si es que pretendían abatir presas más grandes. Y<br />
hay algunos hallazgos de fósiles en los que un solo animal de presa está junto con varios<br />
esqueletos de raptor, lo que sugiere que cazaban en manadas. Y, claro está, los raptores<br />
tenían cerebro grande, eran más inteligentes que la mayoría de los dinosaurios.<br />
—¿Muy inteligentes? —preguntó Malcolm.<br />
—Depende de a quién le hables. Así como los paleontólogos han llegado a la idea de<br />
que los dinosaurios probablemente tenían sangre caliente, muchos de nosotros estamos<br />
empezando a creer que algunos de ellos pudieron haber sido bastante inteligentes<br />
también. Pero nadie lo sabe con seguridad.<br />
Dejaron atrás el sector para visitantes y pronto oyeron el fuerte zumbido de los<br />
generadores, y olieron el opresivo olor de la gasolina. Pasaron un bosquecillo de<br />
palmeras y vieron una barraca grande y baja, de hormigón, que tenía techo de acero. El<br />
ruido parecía provenir de allí.<br />
—Tiene que ser un generador, sugirió Ellie.<br />
—Es grande —opinó Grant, atisbando en el interior.